¡¡¡Arriba Expaña!!!

Lo mantenía en secreto desde hace unos años pero tras leer el anuncio de que la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias ordena al Ayuntamiento de la capital tinerfeña “la retirada inmediata” de los monumentos a Franco y a su santa cruzada de la capital tinerfeña, me atrevo a revelarlo no sin antes encomendarme a los dioses porque el susto, desde aquel aciago día, me acompaña.

Por motivos de trabajo viajé hace un tiempo a la capital grancanaria, alojándome en la habitación del hotel Madrid en la que descansó el más tarde caudillo de las Españas. En aquellos días, el hotel no había cambiado mucho el aspecto original que tuvo que tener cuando allí recaló el general, luego el suelo, que era de madera, crujía bajo mis pies lo que daba la sensación que podía venirse abajo de un momento a otro. No digo el escándalo que los crujidos de la madera gritaron cuando por la noche me levanté para a ir al baño. En una de éstas, por insólito que parezca, me encontré al mismísimo Francisco Franco sentado en la taza del váter haciendo su necesidades fantasmales.

- Pero si usted es Franco.- exclamé al borde del infarto.

- Y españoles todos.- respondió el espectro haciendo muecas por el esfuerzo.

Los astutos ojos del que fuera generalísimo de los ejércitos rebeldes hizo un arco por todo el cuarto de baño hasta encontrarse con un periódico local doblado en una banqueta. Me pidió que se lo alcanzara pero informé al militar español más famoso del siglo XX que había suficiente papel higiénico para limpiarse los restos de mierda espectral que pudiera tener allí detrás, en el ojo del huracán, en la boca de la alcantarilla humana.

Compuso una sonrisita, y con su característica voz atiplada me comunicó que no lo quería para eso sino para leerlo y ponerse al día.

“Hace tanto tiempo que no sé nada de este país. Y lo poco de lo que me he enterado es tan, tan terrible que a veces pienso que no se os puede dejar solos, mamonazos- se cabreó mirando al techo.

El caso es que le alcancé el periódico local y el caso es que se detuvo un rato largo repasando las noticias de la portada. Por fin dio un manotazo a la primera plana y me dijo: ¿Pero todavía están con esto?

Me mostró la portada del periódico local donde se anunciaba que el Gobierno de Canarias, a través de su Dirección General de Patrimonio, anunciaba la “retirada inmediata” de los monumentos dedicados a su persona y a lo que representaba su persona en la capital tinerfeña ya que, como cree el viceconsejero de Cultura del Gobierno regional, Juan Márquez Fandiño: “Empezamos por Santa Cruz porque hay un trabajo muy importante que no se ha hecho hasta ahora, es una ciudad en la que más vestigios encontramos”.

Me encogí de hombros como respuesta.

Franco sacudió la cabeza, así que me atreví a decir:

- Lo curioso es que la orden de retirar esos monumentos llega tarde, como tarde se cambió el nombre de las calles en esta ciudad. Resulta igual de curioso que el Gobierno se acuerde ahora de ordenar que se quite todo recuerdo al pasado franquista de esta Santa Cruz sin informar a la Comisión Técnica de Memoria Histórica del Gobierno de Canarias que, según su presidenta, se enteró de la noticia de “la retirada inmediata” por los periódicos locales. Por otro lado, los argumentos del viceconsejero parecen querer resucitar el pleito insular al pretender justificar con este ordeno y mando –a Franco se le iluminaron los ojos– comenzar con la capital de la isla que está enfrente y no primero en las dos capitales canarias y después en el resto de las ciudades y pueblos que conforman estas islas tan abandonadas de la mano de…

- … los dioses.- finalizó Franco poniéndose en pie y limpiándose su culo fantasma con las hojas desprendidas del periódico local. “Alma de cántaro -pensé- si tenía papel higiénico suficiente”. Pero no dije nada aunque pareció que me leía los pensamientos porque hizo una mueca, me miró directamente a los ojos y susurró: “La costumbre. En el ejército y más en el frente ya se sabe, papel que llega a tus manos papel que termina limpiándote el año.

Soltó una carcajadita por el verso improvisado.

- Y ahora, ¿qué?,. Le pregunté.

Franco hizo como que abría el grifo del lavabo al mismo tiempo que tiraba de la cisterna. Se escribe hizo porque sus dedos eran fantasmas, transparentes.

Salimos del cuarto de baño y nos asomamos al balcón, faltaban un par de horas para que amaneciera.

“En fin”, suspiró resignado.

- Y si proponemos que el monumento que despertó la discordia se rehabilite pero de otra forma… – me acaricié la barbilla porque es lo que hago cuando le doy al magín.

- A mi, la verdad, y viniendo de donde vengo como que me da igual.- dijo Franco sentándose en la cama mientras rebuscaba en los bolsillo de la guerrera lo que, finalmente, vi que se trataba de una fotografía.

- Pero ¿no cree que dándole color al monumento, al ángel que lo transporta y a quien los representa que va encima, se podría adaptar a estos tiempos y de paso dejar contentos a los que piden que desaparezca como los que defienden que permanezca?

- A mi, la verdad, es que me importa un bledo.- se limpió los labios con una servilleta.- Y a usted, ¿se le ocurre algo a usted?

- Pues déjeme pensarlo un momento… ¿qué le parece…?- pero sacudí la cabeza dando por imposible lo que se visualizó dentro de mi cocorota. De pronto, a Franco se le iluminaron los ojos. Comenzó a dar vueltas por la habitación levantando y bajando los brazos mientras canturreaba: España una, grande y libreeee… Como el viento y…

No terminó la canción, con los primeros rayos del sol que entraban por la ventana el espectro del caudillo, del jefe de todos los ejércitos rebeldes, desapareció mientras que a mi, asomado al balcón de aquella histórica habitación del hotel Madrid, además de dolerme Canarias (ay) me asaltaban insistentemente los versos que Machado, Antonio, dijo que pertenecían a su Juan de Mairena:

Pensando que no veía / porque Dios no le miraba / dijo Abel cuando moría / se acabó lo que se daba.

Saludos, ¡¡¡arriba Expaña!!!, desde este lado del ordenador

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