Los nombres prestados, una novela de Alexis Ravelo

“Puede que sea la forma que tiene Dios de castigarnos por quitar tanta vida. Digamos que uno piensa que tiene las manos limpias, que después de lavarse bien no ha quedado ni rastro. Pero no: la sangre derramada siempre se le queda a uno bajo la piel. No hay manera de limpiarla. –Laguna hizo una pausa y cambió de tono–: No me hagas caso, hijo. A veces me pongo muy pesado”.

(Los nombres prestados, Alexis Ravelo. Nuevos Tiempos Policíaca, Siruela, 2022)

Alexis Ravelo, que sigue la estrategia del pequinés, va poco a poco desembarazándose de la etiqueta de escritor negro y criminal para ser conocido como un escritor a secas, al margen de géneros, aunque conozca y muy bien las claves de la novela policíaca.

Este compromiso creador le ha llevado incluso a ensayar atractivos experimentos literarios como el que nos reveló hace dos años con la novela Una bolsa en la cabeza, un tour de force que trasciende las fronteras del género y un título en el que venía a confirmar una vez más las dimensiones que como narrador alcanza Ravelo a medida que desarrolla su carrera como escritor. Un escritor al que le gusta sorprender al lector y que no suele perder su curioso baile de cintura con cada nueva obra, cada nuevo libro que presenta.

Noto ese baile de cintura, más controlado que nunca, en Los nombres prestados (Siruela, 2022), obra por la que obtuvo el Premio de Novela Café Gijón 2021, y título que a pesar de su aparente sencillez (tanto en la forma como en el fondo) propone una diversa y compleja variedad de cuestiones que, en manos de otro autor, no se habrían resuelto con la aplastante sencillez de cómo lo hace Ravelo, que tiene la capacidad de sorprender con cada novela que publica y, lo que es mejor, que el lector se involucre en sus andanzas literarias.

Los nombres prestados es una novela que maneja, entre otros temas, política, terrorismo, arrepentidos, traición y redención. Un paquete de deberes –como se ve– complejo pero que resuelve con una simplicidad que desarma –no desconcierta– a quien se meta en las páginas de un libro que da lo que promete: entretenimiento pero también muchas preguntas. Preguntas que suscita un relato que protagoniza una mujer y su hijo, Marta Ferrer y Abel; un perro, Roco, y un corredor de seguros jubilado que no es lo que parece, Tomás Laguna.

La historia se desarrolla a mediados de los años 80 del pasado siglo XX, unos años en los que el terrorismo seguía golpeando con brutalidad la democracia española. En la novela los miembros de uno de estos grupúsculos, denominado Federación Revolucionaria Antifascista Diez de Agosto (FRADA), está inspirado en otra banda terrorista que sí actuó en aquellos años del plomo: los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO)y adquiere un indiscutible protagonismo. Esta hipotética formación de extrema izquierda juega un papel esencial en el desarrollo de la novela que no vamos a revelar por razones obvias, no estropear uno de los meollos de un libro en el que también se habla sobre volver a empezar.

Me pasa con Alexis Ravelo un fenómeno curioso cuando leo algunas de sus novelas. Si en La estrategia del pequinés detectaba destellos que bebían directamente de las fuentes de la edad dorada del género policíaco norteamericano, finales de los 30 e inicios de los 40, con una novela referente como fue La jungla de asfalto, de William H. Burnett; en Los nombres prestados el autor que se me viene a la cabeza no es anglosajón sino francés, Jean Patrick Manchette, que también cuenta con una novela con (no de) terroristas, NADA.

Argumentalmente NADA no tiene nada (nunca mejor dicho) que ver con Los nombres prestados pero la sintonía que escucho mientras leo la novela de Ravelo es, y con mucha insistencia, la de Manchette en cuanto a estilo. Un estilo poblado de frases cortas, diálogos contundentes y capítulos de apenas dos y tres páginas.

Como Manchette, Alexis Ravelo además de emocionar y que nos pongamos en la piel de sus personajes, logra con un estilo telegráfico que no abusa de descripciones pero que está tocado por un sentimentalismo que no moja ni empapa, que el lector se sumerja en la historia que nos cuenta, que nos narra.

No es fácil hacerlo aunque con el paso de los años Alexis Ravelo ha ido desarrollando una literatura personal e intransferible. Sus novelas, por mucho que cambien de escenarios y de técnicas narrativas, son suyas. Es su mirada, es su forma de contar historias, ahora más depurada que nunca.

La novela tiene lugar en algún remoto lugar de España. Se trata de una localización ficticia que revela lo que son por los nombres con los que el escritor las ha bautizado: Nidocuervo y San Expósito pero no es la primera vez, tampoco, que el escritor recurre a un territorio creado para contar una historia. Lo hizo en el primer volumen de La iniquidad, La noche de piedra, que transcurre en… San Expósito, la misma localidad que aparece aunque en plano secundario en Los nombres prestados. La iniquidad dio lugar a un segundo volumen: Los días de Mercurio que, pese a su ubicación geográfica, no tiene nada que ver con la última novela del escritor, títulos estos muy crudos, páginas que mostraban su vena más rabiosa. Los nombre prestados, por el contrario, es una novela que está escrita en otra clave. Es crepuscular y redentora. La contraportada del libro la califica de western incluso pero no es eso, aunque algunas de sus páginas parezcan haberse escrito en clave de indios y vaqueros.

Estructurada en siete partes (Un chico, una mujer, un hombre, un perro; La sangre derramada, Los monstruos, El último almuerzo, La voz y el bosque; Versión oficial y Vida de Roco) Los nombres prestados nos devuelve a un escritor que no renuncia a su pasado negro y criminal pero también, a un autor que se ha forjado a sí mismo.

Saludos, hoy es el día…., desde este lado del ordenador

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