La gesta, una novela de Juan Royo

Se ha escrito mucho sobre la batalla por Santa Cruz de Tenerife que, antes de que finalizara julio de 1797, enfrentó a españoles contras británicos. Los primeros contando con la colaboración de marinos franceses. Este hecho, que finalmente se saldó con la aplastante derrota de las fuerzas al mando de Horacio Nelson, ha dado origen a cientos de estudios de carácter histórico y a no tantas novelas que, con mayor o peor fortuna, han procurado narrar aquellos hechos desde la ficción.

Ya hemos reflexionado sobre algunos de estos títulos. La mayoría de ellos españoles aunque también se encuentra una curiosidad que data del siglo XIX y de autor aún desconocido que, bajo el título de Rockingham o un hombre de honor, da la visión de los perdedores sobre aquella expedición que resultó catastrófica para quien más tarde sería conocido como el temido león de la marina británica.

En cuanto a las novelas “españolas” sobre aquellos días se encuentran, entre otros títulos, El fuego de bronce, Entre piratas. El contralmirante Nelson y el general Gutiérrez en las islas Canarias y 1797. Piratas del Atlántico de Jesús Villanueva, Miguel Ángel Díaz Palarea y Luis Medina Enciso, respectivamente. David Galloway también hizo referencia de aquellos días en Entre cuevas, que se incluye en el volumen La cueva de las mil momias y Ángel Luis Marrero Delgado describió la batalla sin perder el humor ni la seriedad en el díptico La amenaza de Albión y El leviatán chasqueado.

Se suma ahora a esta podríamos llamar “literatura sobre la batalla por Santa Cruz de Tenerife”, La gesta, de Juan Ignacio Royo, una novela que se preocupa más por parodiar que por el rigor histórico, más próxima así al espíritu crítico de Miguel Ángel Díaz Palarea que al entusiasmo de Jesús Villanueva aunque estos y otros títulos se desarrollen en el mismo escenario y marco temporal.

La gesta está protagonizada por un ser que sale del mar. Un gigante que toma tierra días antes del intento británico por hacerse con Santa Cruz de Tenerife para, a través del “monstruo”, narrar los días previos y el ataque en un libro que describe una isla sumida en la pobreza y en la que se pasa hambre, mucha hambre.

La novela apenas ofrece una mirada amable sobre aquel puerto del Atlántico, que en aquellos años estaba creciendo en población y al que protegía un sistema de fortalezas que demostraron su valía cuando los hombres de Nelson desembarcaron pero, al margen de éste y algún detalle más, no termina por encontrar su camino.

La intención de Juan Ignacio Royo es la de observar con distancia y también agradecida vena paródica unos hechos que para muchos continúan siendo uno de los grandes momentos de la Historia de Tenerife. Y para ello recurre a un personaje, el gigante que salió del mar, el monstruo para la sociedad de pequeños burgueses y pescadores que habitan el Santa Cruz de Tenerife de aquel entonces. Población que termina por unirse al ejército cuando asoman por el horizonte las banderas de los buques de guerra británicos.

La parodia es el tono que articula la literatura de Juan Ignacio Royo, un autor que parece que utiliza el pasado para deformarlo y reírse sanamente de él. En ocasiones con espíritu feroz y en otros con ganas de fiesta.

Mofa y de la buena hay en El fulgor del barranco, una visión realista hasta cierto punto de los prolegómenos de la Guerra Civil española en Tenerife; y parodia que bordea el sainete también hay mucha en Puerto Santo, novela a la que encuentro muchos puntos de contacto con La gesta, y no solo porque la amenaza venga del mar.

Juan Royo escribió también con ánimo festivo sobre los carnavales en Un carnaval amargo, una sátira fulminante (aquí sí) contra un personaje al que no le hizo falta buscar autor y Mejor cuando improvisas, veneno destilado que en esta ocasión vierte contra su protagonista en la que sigue siendo, a mi juicio, la mejor novela que Juan Ignacio Royo ha escrito hasta la fecha y un libro a tener en cuenta cuando se escriba una nueva historia de las novelas escritas aquí o fuera de este territorio abandonado de la mano de los dioses.

El caso es que Tenerife monopoliza casi toda la literatura del autor quien ahora relata cómo los vecinos se enfrentaron contra la que ya era conocida por aquel entonces como la mejor armada del mundo.

En La gesta aparece una galería de personajes que parecen salidos de una película de Berlanga pero da la sensación que no han sido muy explotados por Royo, un escritor que busca afinar su mirada cóncava y convexa sobre la Historia de las islas y en concreto de la de Tenerife.

Da la sensación de que el material que la inspira se le va de las manos, que el fondo histórico es lo de menos en favor de la parodia aunque sea con titubeos sobre lo que pasó y lo que ha llegado a nuestros días bajo la aureola de leyenda. O mejor, de La gesta.

La novela de Juan Ignacio Royo tiene el defecto de no creerse demasiado a sí misma en su misión por desmitificar aquello que fue, incluyendo la metralla que pulverizó uno de los brazos de Nelson cuando intentaba tomar tierra santacrucera.
El escritor apuesta por la narración de un relato que se inicia con la presentación del monstruo. Una criatura más próxima a la de El jovencito Frankenstein que al original de Mary Shelley aunque se agradece el afilado sentido del humor que le pone Royo, consciente de que solo con humor se pueden tomar las cosas en serio.

Saludos, viento en popa y a toda vela, desde este lado del ordenador

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