Pánico, una novela de James Ellroy

La irrupcón de James Ellroy en el panorama literario norteamericano como un elefante en una cacharrería. Todo fue ruido. Y destrozo. Tendencia que el escritor continúa explotando cada vez con menor fortuna en sus siguientes novelas. Libros enrevesados, de tramas tortuosas que se estrangulan así mismas. Pobladas también de personajes siniestros, corruptos y corruptibles, sean hombres o mujeres aunque las mujeres resulten a la postre los protagonistas mejor tratados por un autor que continúa exorcizando sus demonios tras la publicación de su primera tetralogía de Los Ángeles, ciudad que está presente en su literatura como antes lo estuvo con otras claves en Raymond Chandler, el creador del detective privado Philip Marlowe.

La última novela de James Ellroy no es la tercera de la que se prevé sea el segundo cuarteto de Los Ángeles durante y después de que su país entrara en la II Guerra Mundial. Visto los resultados, es más que probable que el escritor decidiera dar un golpe de timón y tras dejar descansando la continuación de la tercera entrega de su anunciada tetralogía sobre L.A., apueste por dar un salto en el tiempo y desarrollar la acción de Pánico en la misma ciudad pero durante la década de los años 50. Una década decisiva para la gran ciudad pero también para el mundo entero ya que puso frente a frente en el tablero del ajedrez planetario a dos contricantes que habían sido aliados cuando combatieron juntos contra Hitler: La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de Norteamérica.

La novela está protagonizada por Fred Otash, un personaje real solo que en manos de James Ellroy se transforma en otra cosa. Otash se dedica a la investigación privada, extorsiona si así lo exige el guión y pone sus talentos de sabueso al servicio del director de una revista de chismes, Confidential, que se ha especializado en sacar los trapos sucios de las estrellas de Hollywood. La historia se complica con la aparición de un chantajista, el rodaje de películas pornográficas y una banda de actores jóvenes que encabeza un tal James Dean que, al finalizar el trabajo de Rebelde sin causa, se dedica a una serie de actos delictivos que son fruto de la imaginación del escritor. Escritor que ha manifestado en numerosas entrevistas que odia esa película. En la novela, el desprecio se hace extensivo no solo al actor que fue el protagonista de Rebelde sin causa sino también a su director Nicholas Ray.

La trama se hace más compleja con la exitosa publicación de un libro que ha escrito un condenado a la cámara de gas, Caryl Chessman, acusado de ser el bandido de la luz roja, y libro que Ray piensa llevar a la pantalla grande con James Dean haciendo de Chessman. No tengo noticia de este proyecto lo que me hace pensar que como otras cosas que Ellroy mete en la novela es mentira. Una mentira que escribe para dar algo de sentido a estas memorias ficticias que dicta el mismo Otash desde la cárcel.

Hollywood, la caza de brujas, el mundo del cine que no aparece en los cines, alcohol y drogas, violencia son otros de los elementos de los que se sirve el escritor para narrar esta crónica negra de la ciudad. No obstante, y como pasa con sus dos anteriores títulos (Perfidia y Esta tormenta, títulos que pertenecen al segundo cuarteto de Los Ángeles) el material que manipula resulta para el lector avisado demasiado excesivo. La escritura de James Ellroy se ha vuelto además demasiado esquemática, un estilo en el que no sobran las comas porque prácticamente no las hay, y sí que sobran los puntos y seguidos que monopolizan una escritura que necesita de mucho aire para que pueda respirar. Y en su caso, no respira sino que boquea.

He leído todo lo que ha publicado el escritor norteamericano desde que debutó en el género a principio de los años 80 con Réquiem por Brown. Luego vino su durísima trilogía centrada en el policía Lloyd Hopkins, a quien dio vida en el cine el hoy desaparecido James Woods, y el descubrimiento que supuso con su primera trilogía de Los Ángeles (La dalia negra, El gran desierto, L.A. Confidencial y Jazz blanco) que junto con las novelas dedicadas a Hopkins siguen siendo lo mejor de su literatura. Literatura que comenzó a dar señales de cansancio con las tres novelas que dedicó a radiografiar el otro lado de la Norteamérica de los años 60, involucionando su estilo al telegráfico que lo caracteriza en la actualidad.

Con todo, nadie puede cuestionar que James Ellroy sigue siendo uno de los grandes de la novela negra y criminal de nuestro tiempo aunque muchos de los lectores que lo descubrimos en la noche de los tiempos comencemos a dar señales de agotamiento, a cansarnos de sus delirios con forma de libros.

El escritor norteamericano debería de pensar en ello, y procurar como ha procurado con Pánico aunque le siga traicionando su estilo bebop, contar historias intensas y duras que como las que nos legó en el pasado cambiaron nuestra percepción de un género que está en permanente evolución como la sociedad que radiografía y ocasionalmente denuncia en su literatura.

Saludos, mañana algo de caña, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta