Segundo Manchado: “Freud es muy hitchcockiano”

El psiquiatra y psicoanalista Segundo Manchado Romero (Las Palmas de Gran Canaria, 1950) participó hace unas semanas en el programa No-Todo: crítica y negatividad, que coordina Roberto Gil-Hernández y que se desarrolla en TEA Tenerife Espacio de las Artes, donde habló sobre Lo queda del psicoanálisis.

Profesor asociado en la Universidad de La Laguna y en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Segundo Manchado es miembro del Seminario Freudiano de las Islas Canarias; del movimiento de La Otra Psiquiatría; de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) y de la Asociación Canaria de Neuropsiquiatría (ACN).

- ¿Qué queda del psicoanálisis?

“Diría que todo o, mejor aún, No-Todo, que es lo propio hablando de psicoanálisis. Desde cierto ámbito tecnocientífico, se impone la exigencia de la evidencia y para ello se recurre a la estadística como validación. Es decir, se exige la evidencia de lo Universal, de lo que vale para todos. De este modo se excluye lo singular, lo propio de cada sujeto tomado uno a uno. En cambio, el psicoanálisis es una “ciencia” de lo particular. Como sostiene el psiquiatra y maestro Fernando Colina, refiriéndose a las ciencias humanas, hermenéuticas o interpretadoras: “(Ellas) no son ciencias exactas, pero sí son, cuando menos, saberes rigurosos, de meticulosa imprecisión, que exigen analogías, regularidades y legalidades de otra índole”. El psicoanálisis se ocupa del sujeto cartesiano que, no por casualidad, está en el origen de la ciencia, aunque, desde ese momento inaugural, desaparecerá por completo de los paradigmas científicos. Y esto tiene una repercusión sobre la clínica, al menos en ciertos estratos de la llamada Razón Psiquiátrica. En ella no sólo se deniega una y otra vez a Freud, sino que se postula el cálculo estadístico como guía para la clínica, afectando al legado freudiano que surge de la atenta escucha al sufriente. Y con ese cálculo se construyen nuevas nomenclaturas que nada tienen que ver con la psicopatología clínica y, lo que es peor, tampoco quieren saber nada de lo singular. Si usted tiene tal síntoma o tal otro, lo que tiene es esto o aquello. En esto se resume la nueva “clínica” de los formularios y protocolos. Lo que el sufriente pueda decir es “ruido de fondo” que lo único que hace es estorbar. La llamada “atención” psiquiátrica ha desaparecido. Por eso sigue siendo fundamental el psicoanálisis”. 

- ¿Cómo se ha ido adaptando a los tiempos?

“Todo indica que bastante bien. Los tiempos cambian y las mentalidades también. Hablamos de Grecia clásica, Helenismo, Alta y Baja Edad Media, Renacimiento, Ilustración, Positivismo… Y lo que vino después, sin saber si es o no una nueva subjetividad… Digamos que hay cambios epocales de subjetividad. En cada uno de ellos descubrimos algunas características que le son propias: concepciones del mundo, modos de entender y vivir la vida, el ser humano, las relaciones con la naturaleza y el entorno, maneras de entender la política, etc. Lacan dice algo muy interesante sobre la nuestra: “que renuncie quien no tenga en su horizonte la subjetividad de su época”. Desde hace algún tiempo estamos, no ya en la época de la muerte de Dios, sino en la del declive de su sustituto, el Padre freudiano y su pluralización —como modo de contener, ordenar y limitar la insoportable e inefable verdad que nos constituye, la soledad radical y el desamparo del ser humano, del ser parlante. La clínica ha cambiado y, por tanto, el psicoanálisis también. Sobre todo ahora, en la época de la exigencia generalizada de goce y del llamado “discurso universal”. La exigencia que vivimos tiene que ver con el superyó freudiano; y el discurso universal, como saturación de sentido, con el exceso diagnóstico y de otros tantos etiquetados de quita y pon que confunden, sin posibilidad de confrontación seria!. 

- ¿Siguen vigentes sus teorías sobre el sexo? 

“Es un error habitual confundir el psicoanálisis con la sexualidad. Lo más oscuro que nos habita tiene que ver con la pulsión (que no está relacionada con el instinto, propio de los animales). Esta pulsión es asexuada, y por el hecho de ser parlantes, es el lenguaje quien la ordena y limita. Este ordenamiento tiene que ver con la subjetividad propia y con la subjetividad de la época (de ese Otro social con el que nos topamos al nacer). La anatomía no es el destino, ni la biología tiene la última palabra, porque, entre otras cosas, no habla. Por todo ello no hay un catecismo sexual. Freud inició un camino para responder a las preguntas que plantea la sexualidad. Hizo suyo un refrán de su época: hay tres imposibles: curar, gobernar y educar. Y Lacan añade un cuarto: la proporción sexual. El psicoanálisis no cura de la radical alteridad humana del ser parlante, de su división ni de su falla estructural. Como dijo un célebre psicoanalista, anima al sujeto a construir su singularidad”.  

- El Covid-19, el confinamiento… Desde entonces, ¿cree que han aumentado los trastornos mentales?, ¿hasta que extremo? 

“Hoy se clasifica como trastorno todo tipo de malestar. Y este malestar se mide a partir de la promesa de un ideal de salud con tres patas heterogéneas: como bienestar físico, psíquico y social. Se prometen tres imposibilidades… ¿Dónde ponemos la vara de medir? Claro que hay sufrimiento en la pandemia. Sé de los sufrimientos de sujetos que han empeorado. Tal vez los más jóvenes, quizá porque se han topado demasiado pronto con la boca del lobo. A lo mejor estaban demasiado acostumbrados a la Providencia laica y de repente algo removió los cimientos de la seguridad y la pertenencia y trastocó muchísimas cosas. Y eso hay que escucharlo bien para luego poder hablar. Tal vez sea excesivo hablar de los daños producidos en la salud mental por la pandemia. Son cosas tan obvias… que no se pueden medir”.  

- Según el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales este tipo de enfermedades continúan aumentando, ¿es así?

“No creo que este tipo de malestares sigan aumentando precisamente por la pandemia. La proliferación acelerada de nuevos diagnósticos en el Manual de Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales (conocido como DSM), revela un “malestar en la clasificación”. Nombrar y nombrar cosas para estar a la última. En la vigente edición, el DSM-5, aparecen catalogados, diría que absolutamente, casi todos los rasgos humanos, de tal modo que no se salva ni Dios de tener un trastorno mental. Su pregunta entraña otras preguntas: ¿por qué se sufre tanto en las sociedades llamadas del bienestar?, ¿por qué, justamente, cuando tenemos mejores soluciones, mejor calidad y mayor esperanza de vida, cuando tenemos más medios para ser felices? Antes de rechazar a Freud, como si fuera una cuestión de principios, ¿por qué no darse una vuelta lectora por sus Psicología de las masas y El malestar en la cultura? Tal vez se entenderían mejor muchas de las cosas que suceden en ese malestar”.
 
- ¿Cómo cree que ha tratado el cine el psicoanálisis?, sobre todo grandes cineastas como Alfred Hitchcock. 

“Desconozco qué grado de conocimiento tuvo Hitchcock de Freud. Sin embargo, sus películas son muy psicoanalíticas o, si se quiere, Freud es muy “hitchcockiano”, porque cada uno en su campo hace lo mismo: hablar de las pasiones que nos habitan, las dualidades que somos, intentar poner en primer plano los objetos mediadores del deseo o del horror, el enigma de la mujer, las madres “buenas” y las madres “malas”, las perversiones y la constante presencia del mal en los humanos. Hay películas suyas donde son explícitas las referencias al psicoanálisis, como en Recuerda, muchas tópicos que no tienen que ver con la práctica freudiana. Sin embargo, en otras, como La sombra de una duda, es mucho más freudiano y hasta lacaniano, sin decir una palabra de psicoanálisis. De lo que no me cabe duda es que Freud habría analizado muy bien sus películas. En este sentido, un grupo de estudiosos de la Universidad de Liubliana, entre los que estaba Žižek publicó, a principios de los 90, un excelente trabajo titulado Todo lo que usted quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock. Recomiendo su lectura. Lacan también ayuda a leer a Hitchcock. Sin duda”. 

- Cada vez se están demandando más medios para invertir en salud mental, ¿hacen falta? 

“No es que se demanden más medios, sino que se parte de carencias muy importantes. Hay menos medios de los que son precisos. Creo que el hospitalocéntrico no es un buen modelo y, en un sentido más general, tampoco lo es el modelo biomédico de enfermedad aplicado al malestar psíquico. Hay ejemplos en algunos países nórdicos donde se llevan a cabo proyectos descentralizados, multiprofesionales y con colectivos en primera persona, que tienen buenos resultados. Por lo que sé, en ellos se privilegia el trato frente al tratamiento. Pienso que el modelo actual, globalmente, tiende al colapso. Afortunadamente hay un frente amplio de psiquiatrías críticas, donde convergen muchas disciplinas y colectivos “en primera persona”, que cada vez más hace oír su voz. Ojalá prospere”. 

- ¿Qué significa Lacan para el psicoanálisis? 

“Hoy todo. Coloca a Freud en nuestro tiempo. Para decirlo a grandes rasgos: al principio fue freudiano y hegeliano, luego freudiano y estructuralista y terminó como freudiano postestructuralista. Y entonces dijo algo así como “yo soy freudiano; a ustedes les toca ser lacanianos”. Y aquí estamos. La repercusión clínica de su obra es irrecusable. Lo que nosotros, psiquiatras y psicólogos, llamamos psicosis, no se puede entender sin Freud ni sin Lacan”. 

- ¿Qué diferencia a un loco de un cuerdo? 

“¿Se trata de un problema diagnóstico? Si así fuera habría que tener mucho cuidado con la noción de diagnóstico, porque, para muchos, es el núcleo de todo estigma. En cualquier caso, me gustaría recordar que la locura siempre ha estado en lugares de excepción en los giros estelares en la historia de la humanidad. La llamada normalidad es un galimatías terrible: hay neuróticos enloquecidos y locos normalizados. A fin de cuentas son posiciones subjetivas frente a esa verdad terrible que nos constituye. No hay que entender las locuras como déficit. Son siempre una respuesta, una defensa. No sabría distinguir un loco y un no loco cuando voy por la calle. Además, ¿por qué habría de hacerlo?” 

- Y por último, ¿podría hablarnos de esas máximas, aforismos, que usted cultiva? 

“Hace años que escribo pensamientos encapsulados, pensamientos moleculares o moléculas elementales de pensamientos a los que llamo “aphorías” porque tienen algo de aporía, algo de aforismo y, en algún caso, también algo de greguería afónica”-

Saludos, hace mucho tiempo…., desde este lado del ordenador

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