Listilla, un librio de Talía d. Lucas

“Leo, empiezo a leer, tras abandonar en la cuneta de la superioridad que me otorga ser lectora que cierra las tapas de un libro y lo utiliza como mojón para señalar senderos de momento poco placenteros para ser transitados porque definitivamente no llevo los pertrechos adecuados, Pero hermoso, de Geoff Dyer, un libro sobre jazz, y aquí reconozco uno de esos universos jamás habitados pero familiares como un cojín o una taza o un mar. Las habitaciones prontas a ser testigos de la luminosa decadencia que sólo puede provenir de la cumbre, la sisa cada vez más floja de un traje brillante y ajado, los vítores de cada uno de los tablones que conforman un escenario que otros pretenden llenar reflejando tu sonido pero como lágrimas en la lluvia se irán. Geoff Dyer. Otro perro británico”. (pág 122)

(Listilla, Talía d. Lucas, Ediciones Escalera, 2022)

Listilla es uno de esos libros que se recomiendan leer a trozos aunque también se puede hacer de principio a fin aunque creo que ésta es una manera que imbuirá al lector de cierta inquietud, a no prestarse al juego que propone Talía d. Lucas en una obra densa y generosa en páginas, casi quinientas.

He devorado, y ha sido así, devorar aunque el verbo no guste a algunos, Listilla, y me he dejado llevar por el juego que supone un libro que propone un apasionante y muy personal itinerario por diversas lecturas y autores que la autora de este inclasificable volumen desliza con una energía que noquea. Y noquea porque invita a meterse dentro de la cabeza de quien firma esas páginas; de plantearse con ella las mismas cuestiones que plantea y la de estar de acuerdo o no con la profusión de libros y escritores que aparecen en este curiosísimo transitar intelectual.

El libro está editado por Ediciones Escalera, un proyecto que forma parte del disco duro de mi memoria porque navegó durante unos años como una editorial independiente, especializada en publicar en español rarezas y otras que no lo son de escritores mayoritariamente norteamericanos “perdidos” en nuestra lengua por no estar presentes, y si lo estaban mal traducidos. En este aspecto, la contribución que hizo Escalera para dar a conocer el formidable patrimonio literario de algunos de los miembros de la conocida como Beat Generation es incalculable en un país que como España anda bastante errático en rescatar y si viene al caso recuperar escritores y escritoras que se mantuvieron al margen, que defendieron y ahora vuelven a defender, una literatura que todavía se mira con lupa.

Entre lo mejor de Listilla está su aparente anarquía organizativa, la de distribuir materiales de peso sin un orden aparente, se insiste, ya que creo que detrás de toda esa avalancha de títulos y autores, de fotografías, el empeño de saltarse el orden es uno de lo atractivos de una obra que, como se dijo al principio, mejor es abrirla y dejarla en las páginas que propone el azar. Se va a encontrar uno, el viajante, que no es otro que el lector, con sorpresas.

El título del libro resulta así clave y ya anuncia los derroteros ante los que se va a encontrar uno si se adentra en esta especie de diario que tampoco lo es; en esta relación de reflexiones de una autora que escribe para sí mismo que es lo mismo que decir que escribe para todos nosotros. A través del compromiso intelectual de Talía d. Lucas se adentra en una cosmogonía de referencias que la escritora vuelca con una libertad que desarma ya que se tiene la sensación, o al menos nos asaltó a nosotros, que la idea no era publicar en principio lo que no es sino resultado de largas sesiones de escritura que dialoga constantemente consigo misma. También es sumergirse en un puchero de libros y autores que a mi me recuerda vagamente al mío propio, y la capacidad que tiene la autora de sujetarme otra vez por la pechera cuando la lectura me abstrae y hace que sea yo entonces el que hable conmigo mismo.

Listilla recoge lecturas, errores, aprendizajes y exabruptos, se informa en la contraportada, pero también añadiría, se presta para conocer el mundo interior de Talía d. Lucas, sus amores y odios, sus inquietudes filosóficas que la llevan a buscar si no verdades sí que aclaraciones sobre determinados temas que si bien no dan respuestas sí que generan, afortunadamente, más preguntas, de ahí la búsqueda constante de seguir leyendo. La lectura casi vista como una patología que no tiene, afortunadamente, se reitera, una cura perfecta.

“La abundancia ahonda en el zigzagueo. Escucho a un perro aullar a las seis de la mañana a mi sombra; veo los ojos cánicos de mi prima en el aeropuerto; leo Bienvenido a casa de Lucía Berlín y pospongo; leo Te trataré como a una reina de Rosa Montero y pospongo; voy a comprar el periódico y el envoltorio publicitario me da un calambrazo. Tal vez solo quede una hora de vuelo. Tengo hambre y pinzamientos en el vientre (por lo demás, nada me duele: ni mandíbula ni encías ni garganta; el renacimiento de mi óvulo me otorga un pinchazo cálido y constante que me asciende a sola mamífera). La sensación de ir al otro lado del mundo para encontrarme con mi amado” (pág, 383).

Para Listilla no existen los capítulos y si uno se deja arrastrar por la curiosidad que destila, no necesita de ellos para sumergirse dentro de unas páginas que son una creación dentro de otra creación, de un día a día que también puede ser ayer. Se exprime el jugo de las ideas y se vierte tal y como aparecen en el papel de una obra inclasificable e ideal en la que desaparecer si se lee, ya se dijo, a trozos, sin ton ni son y que solo es, ya se dijo también, una forma de entender el mensaje.

Saludos, ya lo saben, desde este lado del ordenador

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