Mararía, la película que pudo ser y no fue

Este año es el año de Rafael Arozarena (Santa Cruz de Tenerife, 4 de abril de 1923- Santa Cruz de Tenerife, 30 de septiembre de 2009), de quien se conmemora el centenario de su nacimiento pero también el cincuenta aniversario de la publicación de su novela Mararía en 1973 y también el veinticinco aniversario del estreno de la película Mararía (1998), un largometraje dirigido por el cineasta Antonio Betancor.

Casi nadie recordará, sin embargo, que antes de la Mararía cinematográfica que nos presentó Betancor en una adaptación muy libre de la novela de Rafael Arozarena hubo otra cuya semilla comenzó a germinar a finales de los 80 e inicio de la década de los 90.

La historia de la película que pudo ser y no fue centra uno de los capítulos de las Memorias, aún inéditas, del cineasta Josep Vilageliú, quien bajo el título de 1986-1991: Mararía, un proyecto frustrado, recuerda cómo tras cederle el autor de la novela original los derechos para el cine al colectivo Yaiza Borges las cosas comenzaron a rodar al principio gracias a una afortunada serie de casualidades.

La primera fue que por aquellos días se encontrara en las islas la guionista Lola Salvador y que ésta diera con la novela Mararía. El caso es que a la guionista le gustó mucho el libro y sintió que debía convertirlo en un guión de cine cuya película tenía que rodarse en Lanzarote.

La casualidad quiso que Lola Salvador consiguiera el número de teléfono del escritor y que se pusiera en contacto con él aunque quiso también la casualidad que fuera el mismo Rafael Arozarena quien le informara que los derechos para el cine de la novela pertenecían al colectivo Yaiza Borges.

Fuera o no casualidad, aquel proyecto comenzó a caminar y entre noviembre de 1986 y mayo de 1987 se produjeron “varios encuentros en Madrid y Tenerife” entre miembros de Yaiza Borges con gentes del cine. Juntos comenzaron a tomar las primeras decisiones, evoca Vilageliú. Entre otras, a barajarse nombres de posibles directores. Uno que sonó bastante fue el de Alfonso Ungría, que para Yaiza Borges “era el más indicado para dirigir la película”.

El caso es que se hicieron las primeras localizaciones y una de ellas, como recuerda Vilageliú, fue Femés, el pueblo donde se desarrolla parte de la novela de Arozarena pero se descartó para rodar porque obligaba a “construir los frentes de varias casas tradicionales para simular un pueblo en los años 50”.

El primer proyecto de Mararía en el cine contó con una subvención inicial de cuatro millones de pesetas (unos 24.000 euros) para preproducción (guión, localizaciones y un casting con gente de Lanzarote) aunque lo más difícil estaba por venir ya que hubo que buscar “un rostro canario” para dar vida cinematográfica a la protagonista de la novela.

La guionista Lola Salvador había entregado una primera versión del guión pero no convenció demasiado. Y no porque no fuera fiel a la novela sino por su volumen. Se acordó acortarlo aunque más que por casualidad por mala fortuna Alfonso Ungría, anunció que se retiraba del proyecto siendo sustituido por Jaime Chávarri, un cineasta que “me parecía demasiado blando para una historia que precisaba altas cotas de emoción”, en palabra de Vilageliú.

El filme se presupuestó en unos 300 millones de pesetas y tras ponerse en contacto con el productor y también director Gerardo Herrero de Tornasol Films, se estudió la posibilidad de una coproducción con Mandragora Films de Portugal y Pandora Films de Alemania. Otras empresas mostraron interés por entrar en el proyecto pero se necesitaba para comenzar a trabajar una subvención de 100 millones de pesetas, lo que animó a Yaiza Borges a ponerse en contacto con el Gobierno de Canarias.

Como relata Josep Vilageliú: “el 21 de marzo de 1990 entregamos a la Viceconsejería de Cultura la documentación requerida como justificante de la subvención para la preproducción del filme y que incluía el guión definitivo, el tratamiento cinematográfico, las cintas en VHS con los castings y las localizaciones, el presupuesto y el plan de trabajo, mediante un escrito firmado por mí en representación de Yaiza Borges”.

El presidente del Gobierno de Canarias, por aquel entonces Lorenzo Olarte, recibió a Aurelio Carnero y Josep Vilageliú para que le contaran el proyecto, pero Olarte no mostró demasiado entusiasmo durante la reunión salvo cuando le dijeron que una productora alemana estaba interesada en participar en la película.

Al finalizar el encuentro, “salimos de allí convencidos de que el presidente de los canarios ni siquiera se había leído la novela”. En mayo, relata, “otros compañeros se entrevistaron con el presidente en funciones del Cabildo de Lanzarote y en el mes de noviembre ya con el Presidente para solicitar ayuda logística en la isla para un rodaje que se preveía a finales del año siguiente”.

En 1991 Gerardo Herrero y Jaime Chávarri se desplazaron a Tenerife y Lanzarote para presentar el proyecto en el Gobierno de Canarias, en el Cabildo de Lanzarote y en el Ayuntamiento de Yaiza. Mararía tenía una nueva versión del guión, un guión consensuado con quien iba a ser su director, Jaime Chávarri, y se trabajó en la construcción del decorado que simularía a Femés antes de su modernización.

Pero entonces… Otras casualidades se confabularon. El proyecto que se estaba armando se desmoronó de la noche a la mañana como un castillo de naipes.

Mararía llegaría a los cines unos cuantos años más tarde bajo la dirección de Antonio Betancor y con Goya Toledo como protagonista. El filme recibió cinco nominaciones a los premios Goya y obtuvo el de mejor Fotografía, un trabajo de Juan Antonio Ruiz Anchia. La película es una adaptación muy libre pero no traiciona el espíritu de la novela original.

* En las imágenes el escritor tinerfeño Rafael Arozarena y los cineastas Alfonso Ungría y Jaime Chávarri

Saludos, ayyyy pena, penita, penaaaa, desde este lado del ordenador

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