M. Los últimos días de Europa, una novela de Antonio Scurati

En España se publicó en el año 2020 el primer volumen (y también el más extenso en páginas) de M, la monumental biografía novelada que sobre Benito Mussolini ha escrito el profesor de Literatura Contemporánea Antonio Scurati.

Bajo el título de El hijo del siglo, en aquella obra, un ambicioso fresco sobre el dictador italiano, novelaba la creación y la lucha por el poder de Movimiento y Partido Fascista, tarea que continuó en 2021 con la publicación de una segunda entrega, M. El hijo de la providencia, que se desarrolla de 1925 a 1932, y en la que describe muchas de las claves de lo que se conoció como Estado Fascista y trilogía que ahora concluye con M. Los últimos días de Europa, libro con el que concluye un proyecto que cierra un ambicioso fresco histórico en el que narra no solo la trayectoria política del Duce, el fundador de un pensamiento político que ha terminado por reducirse a un insulto, ni tampoco la de Italia, que también, sino la de un continente, Europa, que tras sufrir una I Guerra Mundial va de cabeza a una II.

El tercer gran capítulo de esta tragedia anunciada, Los últimos días de Europa, es la historia de un hombre que si por algo se caracterizó fue por su olfato político, de su intuición ante el gran tablero de ajedrez de la política de su tiempo en unos años, los 20 y los 30, que se caracterizaron en el viejo continente por la aparición de nuevas ideologías, ideologías claramente enfrentadas e igual de totalitarias: el fascismo y el comunismo, y el fin de una manera de ver el mundo que se refleja sobre todo en la gran literatura centroeuropea de aquellos años.

Pero si hay un personaje central, un protagonista a través del cual gira M es, precisamente, el hombre cuyo nombre es la inicial de este proyecto de novela biográfica que ha consagrado como escritor a Antonio Scurati. Y la clave de este éxito no solo en Italia sino en otros países de Europa como puede ser España es por el afilado retrato que hace de una idea, el fascismo, que nació y morirá siendo de cartón piedra. Tan cartón piedra como lo fue su cabecilla, su líder, su jefe: Benito Mussolini, bronco activista de izquierdas en su juventud, amante impetuoso durante su exilio en Suiza; pacifista que quedó deslumbrado por la Gran Guerra, lo que lo llevó a enrolarse en el ejército italiano; y después jefe de un grupo de excombatientes que no entienden cómo su país se encuentra en tan caótica situación cuando ganó con las potencias aliadas ese conflicto que, se pensaba, iba a poner fin a todas las guerras.

En el tercer capítulo de M. Los últimos días de Europa asistimos al final de un sistema y de un régimen a causa de otra guerra, esa II de la que tanto se ha hablado, y en la que Italia, por maniobras que no pudo controlar Mussolini, finalmente tuvo que entrar del lado de los alemanes.

Antonio Scurati no revela nada nuevo que no se sepa en este aspecto, pero lo interesante –como ya hozo en los dos libros anteriores– es la forma que ha escogido para narrarlo. Por un lado, seleccionando una serie de diarios personales (los escritor por Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores y yerno del Duce, son una de las fuentes fundamentales de la obra) despachos, recortes de prensa, discursos, edictos y proclamas de aquel tiempo y por otro, la reconstrucción literaria que hace de Mussolini en las reuniones que mantuvo con Adolfo Hitler antes de que comenzara la Guerra y que terminaron en un pacto que condenó a su país a una guerra para la que no estaba preparada y al que se obligó a combatir no ya por un imperio africano que costó demasiada sangre, sudor y lágrimas, sino para que Italia no perdiera su lugar como árbitro de una Europa que inevitablemente llevaba camino de un conflicto más terrible aún que el que fragmentó los suelos del viejo continente entre 1914 a 1918.

Este balbuceo, esa política de hacerse rogar, la huida que finalmente emprende hacia adelante Mussolini y los suyos ocupan gran parte de las páginas de un libro que repasa cómo terminaron los italianos hundidos en la pesadilla de la guerra por un error de cálculo político del Duce de todos los italianos. Y de una fascinación los primeros años de la guerra hacia el poder que representaba la maquinaria bélica alemana, que fue capaz entre 1939 y 1940 de derrotar a los ejércitos de Francia y Gran Bretaña.

Como en los anteriores libros, hay otros protagonistas en este relato entre los que destacan la aparición de la amante favorita del Duce, Clara Petacci y de Renzo Ravenna, podestá de la ciudad de Ferrara, íntimo amigo de Italo Balbo (uno de los pocos camisas negras que hablaba de tú a tú con Mussolini) al que se margina por judío cuando la Italia fascista aplica unas leyes racistas calcadas de la Alemania nazi para congraciarse con el nuevo aliado.

Las escenas que protagoniza Renzo Ravenna son de lo mejor de Los últimos días de Europa porque en ellas se resume las fuertes contradicciones de un sistema y de un jefe que, gradualmente y a medida que pasaban los años, fue perdiendo capacidad de liderazgo para terminar convertido en un títere de la Alemania nacional socialista.

El pacto entre fascistas y nazis nació contranatura ya que Italia era un país que vio siempre con recelo a los austriacos (por razones sobradas) y a los alemanes, enemigos de una nación, la italiana, a la que le gustaba presumir de ardor guerrero y entusiasmo hacia el combate solo que en las paradas y los desfiles a los que tanto se acostumbró el régimen mussoliniano.

Scurati subraya también más que la amistad, las fascinación que mantuvo Hitler con el Duce por haber sido el gestor de una idea que él imitó con las particularidades alemanas pero una cosa es la admiración que sentía hacia aquel hombre que hizo del cinismo una acción política (y lección que por desgracia ha terminado por contagiar a las actuales democracias europeas) y de la violencia una práxis.

No sé si el proyecto de Antonio Scurati es el de continuar con la biografía novelada del caudillo fascista de todos los italianos (interesante los capítulos en los que resuena como un eco la Guerra de España, la posterior conquista de Albania y su mirada puesta en Grecia para controlar el Mediterráneo) ya que a muchos nos encantaría aunque si lo deja en estos tres libros, que suman juntos más de dos mil páginas (¡!), el escritor puede estar tranquilo porque su retrato, tallado a machetazos, sin salirse del guión de la Historia, queda al final como una aleccionadora lección sobre lo que tenemos que hacer para detener a los enemigos del sufragio universal. A esos depredadores con piel de cordero que han hecho de la mentira su consigna política.

Saludos, ¿crecer, obedecer, combatir?, desde este lado del ordenador

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