Por las calles de la vida, cuentos de Felicidad Batista

Creo que Felicidad Batista, escritora tinerfeña nacida en Arafo, se mueve mucho mejor en los territorios del relato corto que en los de la novela. Es una impresión muy personal, pero tras la lectura hace ya unos años de Relatos de la Patagonia y ahora de Por las calles de la vida y de su primera y de momento única novela, Finis Mare, la sensación es que Batista se siente mucho más cómoda en el cuento, en las historias breves, que en las extensas.

Si se conoce su bibliografía, el lector iniciado percibirá también que hay una serie de constantes que se repiten en cada uno de sus libros, a los que habría que sumar Los espejos que se miran que no he tenido la oportunidad, de momento, de leer. También un país que por conocer ha dejado una huella profunda en su narrativa. Este país no es otro que Argentina, una tierra, un escenario que aparece en muchas de sus historias y que está presente en varios de los relatos que reúne ahora en Por las calles de la vida, un libro que suena a tango.

Argentina, el tango y también un estilo que busca las imágenes poderosas para imprimir de color a las historias son otras de las marcas de agua de una escritora que a veces se pierde más en las formas que en lo que cuenta.

Argentina no es el único escenario que aparece en los cuentos que recopila Por las calles de la vida pero sí que se trata de uno de los escenarios que más se repiten en un libro que deambula también por otras geografías (el viaje, pero el viaje entendido como percepción de lo que se vive estando fuera, de cómo altera nuestra forma de ver las cosas) como San Francisco (Frisco para la tribu de la Beat Generation) y Nueva York, en los Estados Unidos y Roma y Budapest en Europa. Canarias aparece también como territorio narrativo en una serie de relatos donde el escenario juega un papel importante.

Muchas de las historias proponen que las acabe el lector y en otras abundan las imágenes de una belleza contagiosa. Varios de estos cuentos me recuerdan a estampas más que a relatos tradicionales, aquellos de inicio nudo y desenlace. El caso es que los cuentos de Por las calles de la vida son originales y todos saben crear atmósfera.

Se dan cita en el libro un total de 24 cuentos, algunos de ellos inéditos y otros ganadores o finalistas en distintos concursos literarios. El libro cuenta con una nota preliminar donde la autora explica la razón de que los haya reunido ahora en forma de libro, un libro que comienza con Luz de tango, un microrrelato que gustará a los aficionados a un género literario del que no soy un confeso entusiasta.

El libro prosigue con Canción triste de country que a mi, particularmente, es el que más me ha llenado porque tiene fondo además de ser un bonito homenaje a Vidas rebeldes, una de las grandes películas de su director, John Huston, así como de las estrellas que hacen de protagonistas: Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift. Se trata de una historia de amor triste mientras suena de fondo la voz insustituible de Patsy Cline.

Música, cine, historias de amor, paisajes que arropan o desarropan a los personajes, literatura y mucho amor a la palabra son otras de las características de estos cuentos que no superan en la mayor parte de los casos las cuatro o cinco páginas e historias que se mezclan con otras de menos extensión como son microrrelatos, un género literario por el que no siento, reitero, especial devoción.

Por las calles de la vida continúa con Tango nocturno, La librería del Faro, otro de los mejores cuentos del libro y que nos habla de una librería que una vez existió “dentro de un faro” y en el que aparecen personajes como Alberto Rangel que “llegó con el ánimo de las estaciones de Vivaldi”.

La poeta Beat, ya advierte desde el título de que va, precisamente, de una poeta beat y, al mismo tiempo, crónica de un tierno homenaje a los años 60 en Frisco y con banda sonora de The Beatles pero sobre todo de Janis Joplin.

Los molinos del recuerdo es más que un cuento una reflexión salpicada de imágenes llamativas y Esperando a Lauren Bacall otro cuento cinéfilo con la Flaca marcando el paso.

Rincón del tango, porque el tango es la música que suena de fondo en mucho de estos cuento, parece escrito a media luz y Mambo italiano –otro de los cuentos que más me han gustado del libro– cuenta el encuentro en una fiesta de dos amantes que hace tiempo que no se veían.

El libro continúa con Sombras de tango y Dos copas que siguen la misma línea que los anteriores y Las calles de la vida, que da nombre a la obra es un nuevo homenaje a la ciudad de Buenos Aires y el tango. Ya se dijo que Argentina y la música que ha dado identidad a este país domina mucho de los contenidos de este libro.

Sinfonía allegro, Canción para un adiós, Solo un blues y La bailarina son los relatos que vienen a continuación, más estampas que cuentos. También retratos algo abstractos.

El siguiente relato, La librería Universal, uno de los más extensos, es un bonito homenaje a los libros, las librerías pero sobre todo a los que leen y Blues de luna, una historia de amor que se resuelve en muy pocas líneas, lo que constata la pericia de Felicidad Batista cuando se mueve en territorios tan acotados.

Los últimos relatos de Por las calles de la vida son Tango iluminado, Música para un sueño, Tango mar, Donde suena el mundo, La palabra habitada y Tango olvidado, piezas que no me conmovieron tanto como otros de los cuentos que dan forma y color a este libro.

Por las calles de la vida le debe mucho al tango, esa música que nació a las orillas del río de la Plata. También a los libros que ha leído pero sobre todo a los viajes que le condujeron aquellas lecturas y que luego la escritora materializó yendo, precisamente, a los escenarios de esas lecturas para tocarlos, vivirlos.

Es un libro de cuentos, de historias que saben meterse en tu bolsillo pero sobre todo estamos ante un libro escrito con imaginación y verdad.

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