La Rusia soviética y la América de los 50, según Amor Towles

La entretenida historia de un conde al que los bolcheviques perdonan la vida en plena revolución (por haber escrito un poema subversivo diez años antes) y al que condenan a vivir encerrado en las lujosas paredes del Hotel Metropol, centro neurálgico de la cosmopolita Moscú de principios del siglo XX es el punto de partida de Un caballero en Moscú, novela escrita por el estadounidense Amor Towles, de quien se han publicado en español hasta la fecha dos libros más, Normas de cortesía y La autopista Lincoln, dos libros también de ambientación histórica solo que los frescos que levanta se desarrollan en los años 30 y 50, respectivamente.

Si algo caracteriza la literatura de Towles es la generosidad de páginas de estas tres obras, un hecho que me hace pensar en las que desechó porque el libro repasa en el caso de Un caballero en Moscú treinta años de la historia de un país. Una historia cuyos acontecimientos le afectan aún estando en el Metropol ya que será desde allí donde asiste como testigo involuntario a los cambios que sufrió la Rusia soviética.

La novela retrata la sórdida y paranoica situación que se vivió bajo el régimen comunista. Todo desde la perspectiva de un caballero, de un caballero de los antes, que cumple cautiverio en las lujosas instalaciones del Metropol. Las relaciones que mantiene a lo largo de todos estos años ayuda a que el lector encaje aquel disparate político, un disparate al que asiste primero impertérrito pero más tarde concienciado cuando descubre que el único amor de verdad a la patria es aquel que entregas a los que más quieres. Y de amor, mucho amor también se llenan las páginas de Un caballero en Moscú, una novela que se puede leer sin prisas aunque está tan bien escrita y armada que hace un poco difícil sustraerse a ella. Ya habrá rato para otras cosas.

De Rusia a los Estados Unidos de Norteamérica nos lleva Towles con La autopista Lincoln, una novela de iniciación con cuatro adolescentes protagonistas en busca de su destino.

A mi, personalmente, me ha parecido mejor que Un caballero en Moscú. Se nota en La autopista Lincoln que el escritor se mueve en su terreno y que conoce el territorio que pisa aunque la acción se desarrolle en los años 50.

Emmet, un muchacho recién salido de un reformatorio regresa a casa para buscar a Billy, su hermano pequeño, y cruzar medio país para encontrar a su madre que vive en California. Su padre ha muerto y la granja donde vivían está ahora en manos del banco. En el portaequipaje viaja dos chicos más, que aprovecharon el viaje de Emmet para fugarse del reformatorio. Son Duchess y Wooly. A partir de estos personajes y alguno más que se irá añadiendo a la historia como Ulises, un vagamundo de raza negra, Towles nos cuente una historia que quiere ser como la Odisea pero en la Norteamérica profunda.

Atención, la historia comienza en el capítulo 10 y termina en el 1, claro que todo lo que está abajo está arriba. Para confirmarlo, el escritor emplea la primera y la tercera persona, se trate con independencia de quien sea el protagonista del capítulo. En este sentido, no va a revelar más de lo que sabemos cuando alguno de los personajes se convierte en narrador. El misterio es conocer si al final lograrán realizarse como personas y si no conseguir al menos acariciar el destino con el que sueñan.

Es un elemento más en un libro que sin ser lo que esperaba sí que cumple muchas de las expectativas que tenía depositada en él. Y no es solo la época, una época donde la carretera juega un papel esencial como vehículo de transformación gracias a En el camino, de Jack Kerouack, en la que parece que algo no funciona dentro del american way of life.

Estas dos grandes historias, Un caballero en Moscú y La autopista Lincoln no reniegan de cierto clasicismo y observan el mundo con todas sus tristezas y grandezas bajo una mirada bondadosa y resignada. Se tratan de dos novelas con apuntes de humor, trágicos… de compañía y de soledad. También de amor. Ambos relatos discurren con animoso espíritu clásico.

El protagonista o protagonistas de estos dos libros se enfrentan a una serie de pruebas con el decorado de un lujoso pero decadente hotel en Moscú o unos Estados Unidos no tan felices en una década, los 50, que forjó su sistema de vida ideal. Una vida plácida y ordenada, ajena a las tensiones de la Guerra Fría.

La autopista Lincoln y Un caballero en Moscú son libros generosos pero no en cuanto a la densidad de lo que quiere transmitir aunque se espere casi siempre, este al menos fue nuestro caso, algo tremebundo que al final no pasa. Y si pasa no resulta tan traumático para quien en ese momento tiene la obra entre las manos.

En ambas obras se pueden rastrear además muchas de las influencias que rodearon al escritor cuando estaba escribiendo estos libros así como cierta voluntad política para explicar las anomalías tanto del comunismo como del capitalismo. Un caballero en Moscú la protagoniza un personaje desubicado, ajeno a los tiempos que le han tocado vivir y que sortea como buenamente puede las contradicciones de un régimen, el socialista soviético, que basó en la paranoia su razón de existir mientras que en La autopista Lincoln el retrato que ofrece de esos cuatro muchachos que viajan en automóvil a Nueva York describe el carácter de lo que es ser norteamericano.

Las dos historias coinciden con un final que sin ser el mismo tienen el mismo mensaje. Deja un sabor agridulce en el que pesa más el dulce que lo amargo aunque sea un dulce medido, que no provoca empalago.

Las novelas se leen bien y se terminan en relativo poco tiempo porque hace creíble situaciones que tienen puntos de partida y desarrollo muy cinematográficos.

Se está preparando una serie de Un caballero en Moscú pero no sé nada de la versión cinematográfica y televisiva de La autopista Lincoln, una novela que reúne los ingredientes necesarios para ser llevada a la pantalla grande o pequeña. Sea o no, se tratan de dos novelas de un escritor que tiene un nombre, Amor, cuyo significado en español sabe transmitir a su literatura.

Saludos, dioses, desde este lado del ordenador

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