Purgatorio, un libro de Antonio Carmona

La aparición de la editorial Nectarina en Canarias es relativamente reciente. Su apuesta editorial se caracteriza por recuperar trabajos de escritores y escritoras señalados, algunos de los cuales fueron incomprensiblemente marginados en su tiempo.

La editorial que dirige Ayoze Suárez ha publicado de momento novelas de autores como Ernesto Delgado Baudet y otros escritores y poetas que son muy de su tiempo, los años 80, y espero que pronto haga lo mismo con Luis Gálvez Monreal, otro outsider de las letras que se escriben a este lado del Atlántico, y autor que refleja con realismo cómo era la capital tinerfeña en los años 40. Nectarina, por otro lado, recupera también a escritores y escritoras que aún andan entre nosotros y que ofrecen una parte de su obra –no sé si inédita pero sí que atractiva– para completar si se sigue el trabajo de unos y de otros. De unas y otras. Sus libros se encuentran además con facilidad en librerías y los precios son económicos para los tiempos que corren.
Leo Purgatorio, que es un librito de Antonio Carmona y por el que resultó ganador en la XXXII edición del Premio Tiflos de Cuentos en la categoría de discapacitados visuales y ciegos.

Purgatorio está dividido en dos partes. La primera es Alerta, un relato que parece improvisado pero que te arrastra y sumerge en un universo donde pesa la indigencia y el recelo ante la pobreza. Comienza en un psiquiátrico donde se despliega una galería de personajes de distintos colores. Por ahí está uno al que llaman el delegado, un travestido y quien narra en primera persona este relato que ya digo me parece que está escrito de una sentada y en el que ocurren tantas cosas que no da tiempo para el descanso aunque se intuya que la narración no va a ningún sitio, que terminará de manera abrupta. Por el camino diálogos secos como “Me voy para no matar a ese cabrón” y escenarios que se desintegran cuando lees una frase y continuas con otras.

Con todo, algo hipnótico tiene este libro, libro que te empuja a seguir leyendo pese a que no se arme dentro de tu cabeza una trama compleja, esas que tejen telas y más telas de arañas. A medida que sigo con su lectura aparecen en mi cabeza numerosos referentes literarios que ya forman parte de mi personalidad pero si hay uno que domina y que aprecio en estas páginas es el fervor que caracteriza una novela a la que solo hay que acudir a ella si te permite el paso. Me refiero a Viaje al fin de la noche, pero si reflexiono en esa idea me doy cuenta que es porque Purgatorio me transmite la misma sensación de hastío que tuve cuando leí la novela de Céline. Ese hastío que se camufla con la bata de estar por casa de la ironía. Eso contribuye a que sonría y al mismo tiempo me de escalofríos por las cosas que van desfilando en un texto corrosivo, de los que al menos dejan una huella, una huella en la playa que espera pacientemente a ser borrada por la marea.

El autor de este relato es Antonio Carmona, poeta que se suelta el pelo al emplear prosa que puedo entender además de rabiosa como poética con el segundo cuento que incluye el libro, y que da título al mismo libro: Purgatorio, que está construido a base de historias cortas en la que la memoria, el recuerdo, se confunde con la realidad. En este aspecto, lo mejor es evitar el juego de descubrir qué es verdad y qué es ficción en cada uno de estos capítulos muy concentrados ellos tanto dentro como fuera. Lo mejor del caso, es que los personajes que aparecen en unas y en otras historias se mezclan en las historias, lo que da cierta unidad al libro. Este cuento tiene cierta arquitectura en la que sus protagonistas se mueven.

En estas piezas se habla de Rachid, de un tinerfeño y de un madrileño, El madriles, que se tropieza con quien cuenta estos relatos: “En el bar, el Madriles movía su cabeza incesantemente, vigilante. Me escurrí escaleras arriba, y de un par de saltos crucé la calles y me metí en el bar de Zalo, justo en frente de la delegación de ciegos”.

Esta novela parece escrita en clave de jam session y da por eso la sensación de que se trata de una huida hacia adelante con cuadros descriptivos y presentación de personajes que resultan creíbles aunque su rumbo sea incierto en la narración. Estos elementos configuran un libro que si se entra en el juego resultará desconcertante y por eso mismo atractivo. No se sabe bien dónde terminará todo lo que nos dibuja con formas de palabras. Palabras que traicionan el espíritu, más de poeta que de prosista, de Antonio Carmona.

Resulta curioso que en este último año y de los que tenga ahora constancia, se hayan presentado tres novelas escritas por poetas de las islas como la ya reseñada La isla de los muchachos hermosos, de Pedro Flores; La lluvia horizontal, de Belén Valiente y este Purgatorio que es literatura que habita en tierra de nadie, en ese universo a medio camino entre el cielo y el infierno para los creyentes.

Esto me anima a esperar nuevas narraciones escritas por Antonio Carmona, observar desde la distancia del lector, el avance o el retroceso de un escritor que es escritor porque entiende que es la literatura su singular purgatorio personal.

LO MEJOR: La sensación de improvisación y huida hacia adelante que transmiten sus narraciones

LO PEOR: Si no está dispuesto a entrar en el juego éste no es su libro

Saludos, humedad, desde este lado del ordenador

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