Pier Mac Orlan, vagamundo y escritor

No tenía que ser muy tranquilizador encontrarse a Pierre Mac Orlan en plena noche y detrás de una esquina. En fotografía su aspecto parece amenazador, el de un boxeador que ha perdido el gusto de darse guantazos encima de un ring pero no en la calle y más si cobra por ello. No fue, de todas formas y hasta donde conozco más o menos su biografía, un púgil en sus años mozos sino que desempeñó otra clase de oficios para mantener una vida a trancas y barrancas que no tiene nada que ver con la de su cordialmente odiada burguesía.

El caso es que encontró un medio para salir adelante gracias a su talento para contar historias. Historias por norma general casi siempre breves. Cuentan que Mac Orlan se aburría con las historias largas, y como se aburría que se aficionó a contar historias cortas porque además de permitirle ir directo al asunto, asunto que en sus libros permanece siempre en el aire, en una incómoda posición, lograba que no le cansaran ni aburrieran los personajes ni los escenarios de sus relatos escritos más por necesidad (el hambre aprieta) que por entusiasmo artístico.

Escritor por tanto del arroyo, de los que nacen y se crían en situaciones dantescas, la producción de Mac Orlan es conocida sobre todo en España a raíz de dos novelas. La primera se titula La Bandera y la segunda El muelle de las brumas. De las dos se hicieron sendas películas protagonizadas por la estrella del cine francés Jean Gabin, y como narraciones recogen muy bien el peculiar mundo que Pierre Mac Orlan se acostumbró a describir en sus libros. Es decir, ambientes nocturnos y muy deprimidos donde terminan con sus huesos una serie de personajes marginales que solo saben olvidar sus penas tomando un vaso de ron en un bar destartalado, ubicado en una periferia brumosa tras la que aparecen y desaparecen hombres y mujeres que buscan algo aunque no sepan que es lo que buscan.

Por ejemplo, el protagonista de La bandera es un francés que tras cometer un crimen se alista en Barcelona en la Legión Española, o el Tercio como prefería denominarlo su fundador, el general Millán Astray, uno de los militares más estrafalarios del ejército de este país al menos durante el siglo XX. Un personaje que da pie a varias novelas porque detrás de su arrojo y su espartano sentido de la disciplina, sabía idiomas, le gustaba leer y que todos a su alrededor pensaran que era un Don Juan. Un Don Juan de andar por casa.

El protagonista de La Bandera es destinado junto a sus compañeros a una bandera legionaria en un rincón agreste del Rif, territorio bajo el Protectorado español, y ahí conoce a una serie de personajes entre los que destacan un policía secreto infiltrado en la Legión así como Aïscha, una belleza indígena. El protagonista de la novela se presenta voluntario al final de la novela para una misión suicida, una de esas que están diseñadas para hacer daño al enemigo pero de la que no se regresa y si se regresa es solo con los pies por delante.

Entre lo mejor de la novela está la descripción del barrio chino barcelonés, que se nota que pisó y conoció a fondo el autor de un relato que evita proclamas incendiarias, teñidas de ideología caduca. Lo que importa a Mac Orlan es presentar a un hombre libre (no tiene nada) que pese a todo sigue adelante y con la cabeza muy alta.

El muelle de las brumas quizá se trate de una de las novelas más poética del escritor francés. Poética porque, efectivamente, todo en esta novela parece que discurre en una ciudad portuaria a la que invade una niebla que parece perpetua.

La película no es demasiado fiel a la novela pero esto se explica porque la novela salta de personajes, todos ellos reunidos al principio en una taberna. Se tratan de hombres y alguna mujer que transitan por el filo de la navaja, que no tienen esperanzas y que no buscan por tanto nada de nada salvo seguir viviendo hasta que la muerte los separe.

A mi, particularmente, me parece una de las novelas más atractivas de Mac Orlan porque respira un aire de decadencia que termina por contagiar. Esta decadencia no tiene nada que ver con la desesperación porque en este escritor sus personajes viven bajo tierra pero no sufren o se han habituado al sufrimiento y por eso es raro que cualquier cosa les haga daño. Es como si estuvieran inmunizados.
Pierre Mac Orlan escribió más novelas e incluso se atrevió a escribir guiones de películas. Entre su producción literaria y que haya sido traducida al castellano se encuentran El canto de la tripulación, A bordo de la estrella matutina y Mademoiselle de Mustelle y sus amigas que no deja de ser un divertimento, una incursión gamberra en la novela erótica y que se publicó en España Tusquets en su colección de La sonrisa vertical.

Letrista de canciones, el escritor francés también actuó como periodista además de formar parte de ese chiste académico que fue el Colegio de la Patafísica. Muere rodeado de recuerdos en 1970, en 1950 aquel desperado, vagamundo y escritor aficionado a los terremotos, había sido nombrado miembro de la Academia Goncourt. Tras su deceso, dejó bastante obra inédita y una legión de seguidores entre los que destacaron los españoles Ramón Gómez de la Serna (es el autor del prólogo de la edición en español de El muelle de las brumas) y Fernando Savater, quien se pregunta en la versión española de El ancla de la esperanza porque la obra literaria de Mac Orlan sigue siendo tan desconocida en España, un país donde los que leen ya no afean a los lectores que leen a escritores como Pierre Mac Orlan.

Saludos, tiempos muy extraños, desde este lado del ordenador

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