Mujer gato, una película de Josep Vilageliú

Producción: Laly Díaz. Guión y dirección: Josep Vilageliú. Fotografía: Facun Pérez (Tenerife), David Delgado San Ginés (Las Palmas). Aux. Producción (Las Palmas): Sergio Lacave. Sonido directo: René Martín y Daniel León Lacave. Postproducción sonido: René Martín. Música: Javier Marrero y Miguel Jaubert. Guitarra: Javier Marrero. Chelo y samplers: Miguel Jaubert. Intérpretes: Cathy Pulido, Cristina Piñero, Miguel Ángel Rábade, Enzo Scala, Miguel Batista, David Santana, Norberto Trujillo

El que busque que le cuenten una historia en una película de Josep Vilageliú comete un error muy grande. Eso me pasó a mi que llevó más de la mitad de una vida asistiendo a sus estrenos con esa idea equivocada en la cabeza. Las películas de Josep, así, a secas, hay que verlas con otra mirada. Por un lado, para dejarse llevar por su cuidadosa puesta en escena y por otro por la elegancia estética de su cine.

Un cine de gusto clásico y por eso mismo rupturista en los tiempos que corren y un cine que pese a su raquítico presupuesto no es de serie B ni Z, sino ajeno al alfabeto que informa del presupuesto con el que se ha levantado una producción.

Por fortuna, mirar más que ver una película de Vilageliú se ha convertido en una tradición año que se va y año que comienza porque sé que cada año que empiece contaré con el estreno de una nueva película del cineasta en la que encuentre elementos comunes, constantes que marcan su trayectoria como director como, entre otras, la fascinación que siente hacia la mujer. Hacia lo femenino, que no entiende, como sí entendieron erróneamente otros compañeros de generación, como el sexo débil.

Las mujeres de Vilageliú, porque son efectivamente sus mujeres, tienen rasgos y comportamiento comunes en una y otra película. Claves que están ahí y que uno ya reconoce.

En su más reciente producción, Mujer gato, Josep Vilageliú además de insistir en su peculiar universo femenino habla también de otras de su constantes cinematográficas que no es otra que el cine. El cine ocupa de hecho buena parte del inicio de esta Mujer gato: tres amigos hablan de películas mientras picotean en la cocina de la casa de uno de ellos. La escena, un plano fijo en la que aparecen sentados en torno a una mesa, está fotografiada en blanco y negro y cuenta con frases que me llaman la atención y que interpreto como pequeñas y calculadas ironías a través de las cuales el cineasta nos desliza su manera de entender lo cinematográfico, y en la que se conversa –no discute– sobre cine y sobre series.

Cojo al vuelo la opinión que defiende uno de ellos cuando explica lo que le llama la atención de una película: “solo me interesa la mirada de algunos actores”. Curiosa conclusión, e inequívoca declaración de principios de un director y también guionista que más que la mirada de los actores lo que le interesas es cómo los mira la cámara, el ojo sin párpado.

Otra broma sobre cine, solo que está vez con acento canario. Uno de los personajes se queja que ahora a los directores de las islas solo les interesan rodar películas de guanches…

Tras la conversación, Mujer gato continúa con una actriz, Cathy Pulido, a quien un amigo filma para enviar las imágenes a un director de cine, Miguel (trasunto del mismo Vilageliú) que está buscando a la protagonista de su nueva película. Lo atractivo de este momento es que el cineasta nos muestra cómo es el trabajo de un director de cine que hace cine porque le gusta hacer cine. Sabe que sus películas no contarán con las regalías que conceden los organismos públicos canarios, pero eso no quita que continúe obsesionado por hacer cine. Nótese el verbo utilizado, hacer. Porque lo que hace Josep Vilageliú es eso: una construcción cinematográfica que a veces, incluso, deconstruye. Tiene además esta película interés para conocer cómo lo hacen los cineastas que como Vilageliú forman parte de eso que llaman cine leve.

Al margen de levedades, que como ya indica la palabra es eso, levedad, ese no es el caso que encuentro en los trabajos de Vilageliú como de Daniel León Lacave. Son cineastas que realizan películas sólidas y con sello autoral. Para nada es un cine ligero. En este sentido, si algo me gusta de lo que hacen los leves es que su equipo de rodaje suele ser el mismo película tras película. Y esa complicidad técnica y artística se transmite en sus películas. Todo con cuatro duros, sin subvenciones, sin pedir dinero a nadie.

En este aspecto, destaco a las actrices (siempre mujeres, son los personajes fuertes en las películas de Vilageliú) que llevan protagonizando los últimos trabajos tanto de Josep como de León Lacave, y que son Cathy Pulido, en Mujer gato, casi la protagonista absoluta, y Cristina Piñero, que es la que recoge el testigo de esa fémina felina que al descuido puede dar un zarpazo.

Las veo en la película y pienso que sí, debe de haber un guión con diálogos y en los que se detallen escenas pero que también hay espacio, y mucho quiero pensar, a la improvisación. Los diálogos salen con inspirada naturalidad pero me da a mi que lo que dicen le pertenecen más a los actores que a lo que pudo ingeniar Vilageliú, aspecto éste que le da realismo y credibilidad a lo que vemos en pantalla. Hay una escena en Mujer gato donde el director de cine que interpreta Miguel Ángel Rábade le dice a Cristina Piñero, la actriz aspirante, una frase que me indica que no voy errado: “Yo no necesito guiones”. También la respuesta más que irónica, cómica, de ella: “Ah… está bien”.

Rodada a caballo entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife (exteriores), apenas hay primeros planos lo que hace que casi parezca teatro lo que discurre en pantalla. Una película en la que destaca por encima de otras el misterio y la búsqueda de respuestas ante lo femenino y el cine.

Saludos, hemos visto, desde este lado del ordenador

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