Las mejores películas del cine negro, un libro de Carles Balagué

En los libros que se publican sobre cine están aquellos que además de informar sobre películas proponen una lista de, por ejemplo, los mejores filmes que el especialista o el cineasta (Fernando Trueba se prestó a este juego cinéfilo con interesantes resultados) consideran que merecen la pena haber visto antes de pasar al inevitable fundido en negro de nuestra existencia.

El atractivo de esta clase de obras, muy discutibles siempre porque para gustos están los colores, es que el lector iniciado puede estar de acuerdo o no con el autor de la selección, apreciando que faltan títulos mientras se rompe la cabeza intentando explicar por qué aparece una película y no la otra.

En el mundo del arte y sobre todo del cine que es un arte que entiende casi todo el mundo y si no se entiende del que habla todo el mundo, hay demasiadas cosas escritas y entre esa avalancha de títulos trabajos que son serios y rigurosos y otros que no lo son tanto. No confundir, eso sí, rigor con estilo pomposo y una serie de largometrajes que no ha visto demasiada gente. Normalmente, estos últimos, procedentes de cinematografías cuanto menos exóticas. Tampoco las llamadas cintas de culto ya que una vez que se consiguen ver uno no termina por comprender por qué generó tanto entusiasmo entre los aficionados que no se cansan de reivindicarlas antes en fanzines y en la actualidad en blogs y en las redes sociales.

Las mejores películas de cine negro (Ediciones JC), que firma Carles Balagué, reúne medio centenar de películas, casi todas de nacionalidad estadounidense, adscritas a este género. Clasificadas por orden cronológico, el volumen se abre con Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932) y termina con L. A. Confidential (Curtis Hanson, 1997), es decir, que llama la atención de una serie de trabajos que se rodaron en el pasado siglo XX y que marcaron la pauta de una forma de entender el cine que todavía insiste en los mismos tipos, ambientes y escenarios.

Uno se pregunta, y quizá circule por ahí un volumen dedicado a las películas de cine negro que se han realizado en lo que llevamos de siglo XXI, la razón de por qué el autor no prestó más atención a estos tiempos extraños que vivimos pero aceptamos los límites que Balagué se impuso para seleccionar los largometrajes que, según su opinión, no deberían de perderse ningún aficionado al género y por supuesto todo aquel que quiera iniciarse en un género que para el escritor y ensayista Eugenio Fuentes implica enigma y violencia en sus códigos narrativos. Y violencia hay en todos los títulos que desfilan ante la mirada atenta del lector, y mucho más si ese lector es un cinéfilo confeso como es nuestro caso. Otra cosa, se reitera, es que estemos de acuerdo en algunas de las películas que escoge el autor del libro y no otra que, según nuestra consideración, debería de formar parte de este glosario que con todos sus peros a nosotros nos ha resultado muy interesante porque ayuda a refrescar la memoria y, lo que es mejor, a refrescar la película de la que se hace mención y se elogia.

Es verdad que entre toda esta avalancha de películas apenas hay alguna que no sea de la cinematografía norteamericana pero teniendo en cuenta que el género es tan norteamericano como el western, se le puede perdonar este desliz o esta querencia por el cine que nos vino de un país que, prácticamente, vive del negocio de hacer películas y de las armas. Lo que no resulta tan paradójico si se tiene un poco de información sobre el nacimiento de esa nación.

El libro cuenta con un prólogo no demasiado extenso en el que el autor hace una declaración de intenciones y al mismo tiempo resume la historia del cine negro, que apareció con la Depresión del 29 y que se desarrolló como género entre los años 30 y 40. Aborda también algunos de sus protagonistas canónicos como es el detective privado y la mujer fatal y recuerda su evolución a lo largo de los años, pasando del cínico y duro private eye encarnado, entre otros, por actores como Humphrey Bogart al policía de gatillo fácil y claro aroma fascista que representa Clint Eastwood en Harry el sucio y su ya referencial “alégrame el día” mientras apunta con un revólver a la cara de un delincuente de raza negra.

En la introducción, Balagué evoca la evolución del cine negro y cómo en los años 60 se puso de moda lo retro y cómo cineastas como Arthur Penn terminaron por promocionarlo a través de la exaltación del forajido en películas como Bonnie and Clyde (1967) o para denunciar la corrupción en cintas como Chinatown (1974) o L.A. Confidential, entre otras.

Es más que probable, y ese fue nuestro caso, que se noten a faltar películas y que del medio centenar de títulos que nombra uno las haya visto todas y se quede con las ganas de no haber encontrado rarezas pero con todo se trata Las mejores películas del cine negro de un libro atractivo para los aficionados a este tipo de cine cuyo denominador común sigue siendo la figura del perdedor, de quien no tiene nada y pese a todo, quiere que se haga justicia esté o no al lado de la ley.

LO MEJOR: El repaso que hace de algunos de los títulos que aparecen en este glosario. También que ofrezca un agradecido resumen de la historia de las películas y una breve reseña biográfica de quienes intervinieron en la producción y rodaje.

LO PEOR: Que como todo libro de listas, las mismas listas son susceptibles siempre de no responder a las expectativas del lector, y más si es aficionado al género ya que echará en falta largometrajes y se preguntará la razón de por qué aparecen otros que considera menores.

FOTO: En la imagen el actor Robert Mitchum y la actriz Jane Greer en Regreso al pasado (Jacques Tourneur, 1947)

Saludos, sol, poco frío, desde este lado del ordenador

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