Soledad Muñoz: “Lo importante es no desistir ante las dificultades”

Para ser su primera novela, Cuando las aguas bajen (Acen, 2024), de Soledad Muñoz Muñoz, sorprende por lo que cuenta y sobre todo por cómo lo cuenta. Los trabajos de rehabilitación en un antiguo balneario localizado en algún lugar de La Mancha descubren los restos de un cadáver tras una pared. A partir de ese momento, se dispara una investigación que transcurre en la actualidad y hace cincuenta años, capítulos que irán dando respuestas y poniendo nombre y apellidos a un muerto ocultado y a una familia que no quiso enfrentarse a sus miedos.

Su autora es Soledad Muñoz Muñoz, nacida en Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real) pero residente en Canarias y en concreto en Tenerife desde hace más de 42 años. Toda una vida, la misma que la protagonista de Cuando las aguas bajen, Irene Peñarroya.

- ¿La idea de Cuando las aguas bajen viene de lejos? ¿Qué fue lo que te llevó a escribir esta historia?, ¿hubo otras ideas que desechaste al final por ésta?

 “La idea viene de hace más de quince años, concretamente de 2008. Lo tengo así de claro porque me surgió ese verano en casa de mis padres, viendo una revista municipal que publicaba el ayuntamiento de mi pueblo, Pozuelo de Calatrava. En ella se describía el proyecto de rehabilitar unos antiguos baños termales del municipio, que en el siglo pasado tuvieron relevancia, como motor económico y de empleo de la zona. Mi tierra, el Campo de Calatrava, es zona volcánica y está plagada de manantiales y fuentes termales que manan del subsuelo con fuertes borboteos. Allí los llaman “hervideros” y la gente de la zona acudía a ellos como remedio a sus diferentes enfermedades.
Desde pequeña me han fascinado. Igual que me fascinaban las bodegas subterráneas que aún existen en muchos pueblos de alrededor, con sus lumbreras a pie de calle. Me parecen lugares propicios para encerrar misterios. Así es que, cuando leí la revista empecé a pergeñar la historia y a escribir su guion allí mismo”.

 - ¿A la hora de escribirla contaba con un guion detallado de la misma o se dejó llevar por la improvisación?

 “Pasaron años desde aquel verano en el que se me ocurrió la idea para la novela hasta que me senté a escribirla. Pero, cuando lo hice, tenía perfectamente definidos los personajes, la trama y los capítulos en los que se iba a desarrollar. Mientras tanto, había ido acumulando cuadernos con notas, pasajes, descripciones de los escenarios y mucha documentación. La fase de búsqueda y lectura de documentación fue para mí apasionante, aprendí mucho sobre mi tierra y empecé a verla con una mirada mucho más cercana después de tantos años alejada de ella”.

- ¿Convertirse en escritora es una idea reciente o la lleva acariciando desde hace algún tiempo?

 “No creo que tuviera el propósito, como tal, de convertirme en escritora. Casi siempre he escrito por placer. Cuando estudiaba en la universidad me dio por escribir poesía y gané un concurso que convocaba Radio Granada en aquel entonces. El premio consistió en un radio casete de doble pletina, un lujo entonces, y en cerrar durante un mes un programa nocturno para universitarios con el poema ganador. No conservo ningún cuaderno de mis poemas, en alguna mudanza se perdieron. Me gusta mucho escribir relatos, considero un reto recoger toda una historia en pocos párrafos. Y, hace años, escribí un pequeño libro de carácter intimista en torno a las recetas de cocina de mis padres, del que hice una edición corta para regalar. Pero ésta es mi primera novela, y es la primera vez que me decido a publicar”.

- Me ha llamado mucho la atención, porque no es fácil y menos para una ópera prima, la estructura a través de la cual articula la novela.

 “Me gustan mucho las obras que alternan la narración del momento actual con la retrospectiva y, seguramente, he aprendido de ellas. Pero, como te decía antes, cuando me senté a escribir la novela tenía los capítulos perfectamente ordenados y esbozados: en qué años transcurrían, qué sucedía, el contexto social e histórico… así es que los fui escribiendo en el mismo orden en el que aparecen. Personalmente creo que me habría resultado más difícil escribirla en dos partes y luego ir enlazándolas. El secreto, creo, es terminar un capítulo con algo que te de pie al siguiente, que los enganche aunque discurran en épocas diferentes”.

 - El balneario es junto a los personajes el gran protagonista de Cuando las aguas bajen. ¿Su historia es real, existió realmente este balneario?

 “La novela se basa en Los Baños de la Fuensanta, un balneario de aguas curativas que existió muy cerca de mi pueblo y hoy está en ruinas. Su historia es real. Fue un gran balneario de prestigio a finales del siglo XIX y principios del XX por sus instalaciones y por las propiedades de sus aguas. En la guerra civil fue utilizado como acuartelamiento de tropas por las milicias republicanas y, después, quedó en el abandono. Cuando yo era pequeña me llamaba mucho la atención. Estaba en el camino de mi pueblo al santuario de la patrona y pasábamos por delante con una cierta frecuencia. Parecía un gran cortijo manchego en ruinas”.

 - ¿Por qué el título, Cuando las aguas bajen?

 “Barajé varios títulos. Durante bastante tiempo, mientras escribía la novela, se llamaba El Balneario. Hasta que recordé que ya existía una obra de Carmen Martín Gaite con ese mismo nombre. El título Cuando las aguas bajen surgió casi al final. En uno de los últimos capítulos aparece esa frase y, cuando la vi escrita, me pareció reveladora porque define una parte esencial de la trama. No puedo explicar más sin hacer spoiler…”

 -¿Qué capítulo le resultó más difícil a la hora de escribir? 
“Sin duda los que sitúan la acción en los años más conflictivos de nuestra historia en el siglo XX, porque mi pretensión era reflejar los sucesos que rodearon los años previos al golpe de estado, la guerra civil y la posguerra como un contexto necesario para narrar la historia de los personajes de la novela sin mostrar un posicionamiento personal sobre ellos. Creo que éstos fueron los capítulos que más veces corregí. También porque son los capítulos sobre los que más documentación recabé y consulté, buscando la más rigurosa”.

- ¿Cuánto hay de Soledad Muñoz en Irene Peñarroya? ¿Y de Irene Peñarroya en Soledad Muñoz?

 “Hay mucho de Soledad Muñoz en Irene Peñarroya aunque no sea para nada un personaje autobiográfico. Para empezar, los lugares de mi vida. Donde nací, donde estudié, donde vivo… Son lugares que amo y que conozco de sobra, por lo que me resulta mucho más fácil visualizar lo que voy a describir y situar en ellos la vida de los personajes. Pero hay mucho más. Mi afición a viajar, mi carácter inquieto y testarudo, mi apego a mi familia y a mis amigos, mi amor a mi único hijo y su forma de ser… Además de algunas anécdotas vividas, menores, que se intercalan en algún pasaje.

Por otro lado, Irene Peñarroya ha dejado mucho en Soledad Muñoz. Después de meses metiéndome a diario en su piel, me ha enseñado lo importante que es perseverar en lo que te propones, perseguir tus sueños, y no desistir ante las dificultades sino intentar superarlas con el apoyo de quienes te quieren”.

 - La familia es un elemento que está muy presente en la novela…

 “Sí, la novela da mucha importancia a la familia porque para mí es esencial. Yo tengo cuatro hermanas y dos hermanos, y no sería la misma persona sin ellos. Cuando vivían mis padres, la casa familiar del pueblo se llenaba con todos nosotros en vacaciones y son momentos que permanecen en mi memoria y añoro. Ahora, todos los años nos reunimos unos días en verano y en Navidad en diferentes lugares con nuestras respectivas familias, veintitrés personas de tres generaciones. Sueño a diario con esos encuentros, los necesito en mi vida. La complicidad que se percibe entre Irene Peñarroya y sus hermanos en la novela es real en mi caso”.

 - Menciona en el libro una novela, Mi Ántonia, de Willa Cather.

Mi Ántonia, de Willa Cather es una novela que me descubrió mi marido, como tantas otras, y se convirtió para mí en una de esas obras que relees cada cierto tiempo por su belleza. Me ocurre, por ejemplo, con La educación sentimental de Flaubert, que también aparece en la novela, o con Los aires difíciles de Almudena Grandes. Su autora, además, fue una mujer adelantada a su tiempo y valiente en su lucha contra la discriminación racial o de la mujer a principios del siglo XX en Estados Unidos. Pero no fue premeditado. Simplemente, cuando escribí la escena en la que Irene entra en la habitación de su madre y la ve leyendo, el libro que visualicé en sus manos fue éste”.

 - Almagro tiene un protagonismo muy especial en esta novela, ¿qué significa para usted esta localidad manchega?
 
“Almagro está a diez kilómetros de mi pueblo y es un lugar emblemático para mí. No sólo por su belleza y su famoso Festival Internacional de Teatro Clásico, al que algunos años hemos podido asistir, sino porque es una ciudad en la que mi familia ha celebrado reuniones y acontecimientos entrañables, como las bodas de oro de mis padres. Es, además, un lugar que da mucho juego para una novela con trasfondo histórico”.

- Creo que habló con la Guardia Civil para describir con corrección cuál es el procedimiento policial que se emprende durante una investigación.

 “Realmente acudí a la Comandancia de la Guardia Civil de Ciudad Real para hacerme una idea de sus instalaciones y consultar algunas dudas que tenía anotadas. El procedimiento para investigar un presunto crimen está muy bien descrito en multitud de novelas y series de género negro, a las que soy muy aficionada, además de en hechos reales. Pero me fue de gran ayuda el Manual de servicios que tiene publicado el SECRIM, el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, en el que se describen las diferentes técnicas y laboratorios de que disponen para investigaciones de este tipo. Pero sí, en la Comandancia me atendieron con mucha amabilidad y me resolvieron las dudas que tenía. Fue una visita muy agradable y esclarecedora”.

 - La novela está muy bien documentada, ¿a qué fuentes recurriste, cuéntanos cómo fue todo este proceso?

 “Sobre todo al fondo documental y hemerográfico digitalizado del Centro de Estudios Manchegos, de la Universidad de Castilla La Mancha. Es un tesoro. En publicaciones, por ejemplo, tienen las series de los periódicos y revistas de la región desde principios del siglo XX disponibles en línea, con un sistema de búsqueda muy sencillo. Según los años que abarcaba cada capítulo, me bajaba los documentos que me parecían más interesantes para reflejar la sociedad de ese periodo. Los anuncios de los periódicos, por ejemplo, son muy reveladores de las costumbres de entonces.

En una visita a Ciudad Real tuve el lujo de conocer al documentalista de esos fondos, que me enseñó el centro, me explicó el proceso y me envió imágenes preciosas de baños de mi tierra de principios de siglo.

También a publicaciones de la Guardia Civil, como mencioné antes. No sólo de criminalística, también de la historia de ese Cuerpo en el siglo XX”.

 - ¿Le preocupaba reflejar el carácter de su tierra de nacimiento? 

“Lo que me inquietaba era no ser capaz de reflejar ese carácter después de tantos años fuera, llevo 42 años viviendo en Tenerife. De hecho, las formas de los verbos las corregí muchas veces por mi tendencia, a estas alturas, de utilizar el pasado indefinido en lugar del perfecto, o el “ustedes” en lugar de “vosotros”. En mi tierra dirían “¿Vosotros ya habéis llegado?” y aquí “¿Ustedes ya llegaron?”. Pero conservo mucho de mi carácter manchego, que puede parecer más brusco o alejado, en parte por el propio acento, pero es hospitalario, noble y acogedor. Mi familia me ayudó y creo que he conseguido reflejarlo”.

FIRMA FOTO: Ramón de la Rocha

Saludos, y eso es todo por hoy, desde este lado del ordenador

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