Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife: El horror, el horror

Es terrible pensarlo pero lo pienso cuando paseo por la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife, que ya no es feria ni , y no porque coincida en el mismo espacio, el parque de García Sanabria, con otras ferias como las de flores y plantas, cada vez más arrinconada por la de dulces, mieles, pasteles y chocolates de la tierra, y la de artesanía, lo que hace intransitable pasear por las alamedas es la avalancha de personas que suben y bajan. Que bajan y suben. Fue así el miércoles 1 de mayo y fue así, aunque con menos ciudadanos, la tarde del jueves 2 y se repitió el viernes 3, Día de la Cruz y con la que la ciudad recuerda el primer campamento castellano que se estableció en Tenerife hace ya mucho, muchísimo tiempo…

Así que es inevitable pensar, mientras camino con Kala tirando de la correa por el paseo de Domingo Pérez Minik que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hay más dinero, me cuentan. Y apoyo de instituciones que, como el Cabildo Insular, respaldan esta edición del 2024 tras años y años de mirar a otra parte, de pasar olímpicamente de la Feria del Libro de Tenerife que se celebraba en la capital tinerfeña y no esta de ahora, Feria del Libro de Santa Cruz pero no de la isla. En cuanto al amerizaje del Cabildo, una pequeña carpa y unas cuantas sillas.

La Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife ha terminado por convertirse en un estrecho caminito flanqueado por casetas de librerías (pocas para las que hay en toda la isla).

Recuerdo que hace unos años la Feria del Libro cubría tres de los cuatro paseos del parque claro que entonces era la Feria del Libro de Tenerife y no de Santa Cruz, que es la de ahora, tan changa y birriosa.

Existe un programa de actividades paralelas. Hay actos para los niños que lo sufren todo sin rechistar y para los adultos que se lo comen todo sin protestar también porque vivimos en una capital de plácida ignorancia.

Kala tira de la correa, va a mi lado y mueve el rabo. Driblo a hombres y mujeres y a niños y niñas que suben y bajan y bajan y suben. El aburrimiento comienza a espesarse en mi cabeza pero la caseta de la asociación Brahma Kumaris me permite, como el año pasado, a que pruebe suerte con la ruleta de las virtudes.

Giro la rueda pero la muy cabrona se encasquilla. “Hazlo sin menos energía y sí más corazón”, me susurra al oído el otro yo… En fin, lo que hay que aguantar en esta feria del libro que dejó de ser feria y sí un espacio donde se compran libros con un 10 por ciento de descuento.

Volví a girar la dichosa ruleta y de nuevo la flecha se quedó en tierra de nadie lo que me hizo reflexionar si de verdad tengo virtudes. El pensamiento se disolvió, más cuando me di cuenta que se había formado una pequeña cola de gente que esperaba pacientemente su turno para girar la ruleta. Me perdí entre la masa de personas que subían y bajaban preguntándome ¿por qué?

La respuesta la tuve aunque la confirmé cuando se celebró la rueda de prensa para presentar la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife. Si observan la imagen, además de todos machos, todos son de momento autoridades (vamos a denominarlas así) que desplazaron con la técnica del quítate tú para ponerme yo a los libreros que, se reitera, no hay ninguno entre entre tanto enchaquetado representante de nuestras cosas públicas. Raro, ¿verdad?

En las Ferias, ya saben que cualquier tiempo pasado fue mejor, en las Ferias que recuerdo solía encontrarme con todo dios. Amigos y conocidos, y entre libro y libro y entre charla y charla, caían una o dos cañas. En la Feria compartí, cuando la de Santa Cruz era la Feria del Libro de Tenerife, momentos estupendos y llenos de cultura y de risas con Alexis Ravelo, Yolanda Delgado, Izasku Negrín (Librería de Mujeres, una de las ausentes en la edición de este año), Santiago Gil, Javier Hernández Velázquez, Pablo Martín Carbajal, Pedro Flores, Pepe Corre, Nicolás Melini y el gran Antonio Lozano, entre otros muchos.

Le mostré Santa Cruz la nuit a Pedro Herrasti, y me llevé una extraordinaria impresión de escritores como Fernando Aramburu y Jordi Amat, entre otros…

En ediciones pasadas, recuerdo también a Javier Reverte leer una especie de pregón el día de la inauguración de una de las Ferias y tras finalizar, contarme que estaba a punto de salir un nuevo libro de viajes, en esta ocasión por la isla esmeralda: Irlanda.

De todo aquello ahora solo quedan recuerdos que me llevaré a la tumba pero con esos puntos y apartes que a veces te sorprenden en tu tierra de plácida ignorancia y que te hace más ciudadano del mundo y menos de una patria que dejó de ser almendro hace mucho tiempo.

Paseo por la Feria del Libro y veo algo que no es feria ni . No están los grandes Román Morales y Carlos Centurión, nuestros épicos trotamundos, vendiendo como manteros y entre caseta y caseta sus libros de viajes. Me dicen que los seguritas les invitaban a abandonar el parque porque ahí no podían estar. Todo esto bajo los ojos de la tetuda, que es la estatua de esa fuente vertical que es el centro de este pequeño y hermoso pulmón verde de la ciudad que es el García Sanabria.

Seguiré subiendo y bajando como un zombi por el paseo Domingo Pérez Minik hasta el próximo domingo pero más como un zombi que como un lector pendenciero. Ya no veo a los de antes, unos porque se me fueron demasiado pronto y los otros porque no se les ha perdido nada en esta Feria que no es Feria sino un estrecho paseo en el que firman sus ejemplares algunos amigos/as escritores/as.

Tendré que esperar a octubre para la Feria del Libro de Tenerife, título que se llevó hace años La Laguna mientras el Ayuntamiento de la capital tinerfeña se encogía de hombros dejando que le arrebataran un encuentro que, desde que tengo memoria, se celebraba con otro estilo y sobre todo ambiciones en la capital chicharrera.

Disfruté la Feria de Libro de Tenerife en la plaza de La Candelaria, en la plaza del Príncipe y en el parque García Sanabria que era y es su espacio natural. No vean la que monté cuándo me enteré que se la querían llevar a la Recova Vieja, encerrada en cuatro paredes y bajo techo cuando el libro debe y tiene que estar en la calle, y si es rodeado de árboles, plantas y flores, mejor.

Recuerdo la primera que se hizo recién salidos del confinamiento, allá en el exilio, en los aparcamientos del Palmétum. Y sí, todo era extraño entonces.

Llevábamos todavía mascarillas y nos imaginábamos al virus de la Covid-19 flotar a nuestro alrededor con intenciones perversas pero la Feria, diablos, se instaló. Es verdad que en donde los dioses perdieron los calzones. No participaron en aquella demasiadas librerías. Creo de hecho que se podían haber contado con los dedos de una sola mano, pero se hizo y dio la cara por una ciudad, ay mi Santa Cruz, que dejó escapar la oportunidad de ser también la capital cultural de la isla y de Canarias si se tomara las cosas en serio.

Pero no se las toma. El peso de la Feria del Libro de Santa Cruz descansa en políticos (que están ahí para la foto) y funcionarios (que saben mucho de papeles pero poco de cultura y menos de la calle) y el resultado final es el que vivimos desde hace ya unos años una feria que ya no es na. Na de na.

Bajaré hoy sábado, 4 de mayo, y también este domingo, 5, con la misma pregunta sobrevolando mi cabeza: ¿cuándo dejarán los políticos y funcionarios de controlar la Feria de mi ciudad que fue la Feria de la isla en la que nací? Algo me dice que si esto sigue así, jamás de los jamases. Que los libros, con independencia del color político que gobierne esta capital de provincias, esta isla y el archipiélago, se las traen al pario. Deben de pensar ¿quién, a estas alturas, pierde el tiempo leyendo? Y así salen las cosas como salen…

Miro al cielo, con ese azul tan hermoso y limpio que tiene el de mi ciudad, y tras tropezarme con Pérez Minik en la terraza del Numancia devorando un plato de queso amarillo me pierdo por la rambla camino de la plaza de La Paz pensando una y otra vez aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor… Ya saben, cuando la Feria del Libro no era de Santa Cruz sino de Tenerife, la Feria del Libro de Tenerife.

(*) En la imagen del medio, la de la rueda de prensa, se encuentran de izquierda a derecha el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Santiago Díaz Mejías; David Mille, director general de Comercio y Consumo del Gobierno de Canarias; el alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, el consejero de Cultura del Cabildo Insular, José Carlos Acha y Javier Caraballero, concejal de Fiestas .

Saludos, no nos consta que la nostalgia es un error, desde este lado del ordenador

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