Los multicines Renoir acogerán las proyecciones de la Filmoteca Canaria

Al final parece ser que los ciclos de la Filmoteca Canaria se exhibirán en una de las salas de los Multicines Renoir en Santa Cruz de Tenerife. Tras el cierre anunciado del Cine Víctor el próximo año, los aficionados pueden estar tranquilos porque no se quedan sin películas aunque sí sin cine. Así son las cosas.

El primer ciclo programado en Los Renoir es sobre Cine Francés Contemporáneo. La primera película se proyectará el 5 de enero a las 20.30 horas y la última el 26 de febrero.

No Responses to “Los multicines Renoir acogerán las proyecciones de la Filmoteca Canaria”

  1. Esperanza Says:

    COPIO Y PEGO, de alguien a quien siempre he admirado. Lo de los propietarios también lo he gritado. Al final, ya ni sé dónde estoy. Besos

    Opinión

    DEL DIRECTOR
    ¿Final feliz en el Víctor?
    JUAN MANUEL BETHENCOURT

    La controversia sobre el porvenir del Cine Víctor, sin duda una sala única en Santa Cruz de Tenerife y Canarias, cuenta con algunos elementos refrescantes, que la hacen particularmente atrayente. En primer lugar, se basa en la queja de un colectivo ciudadano contra un responsable público que, al parecer, muestra un celo más allá de lo razonable en pos de la optimización de los recursos públicos, al trasladar los ciclos de cine independiente financiados por el Cabildo Insular desde una instalación bella y emblemática, pero privada, el Víctor, a otra recién estrenada y pública, el salón de actos de Tenerife Espacio de las Artes (TEA). La verdad es que en tiempos en los que la principal crítica sobre los políticos versa sobre su presunta claudicación ante los intereses privados en detrimento del bien público -denuncias de tal tenor pueden ser ciertas o falsas, pero en todo caso suelen tener gancho-, uno se siente hasta tentado de felicitar al coordinador de Cultura del Cabildo, Cristóbal de la Rosa, tras situarse en el disparadero por todo lo contrario, por entender que un espacio público disponible es siempre mejor opción que otro privado, cuyo propietario se refugia en el actual estado de cosas y externaliza -se ve que este es un concepto de la gestión empresarial que sin duda encuentra caminos insospechados- su protesta a través del colectivo ciudadano. Por otro lado, se supone que los numerosos seguidores del cine independiente en la capital tinerfeña, de la magnífica programación que viene desfilando durante los últimos años por el Víctor, centran su protesta exclusivamente en el lugar de exhibición, ya que la continuidad de los ciclos está garantizada. Y entonces se entiende menos el tenor de algunos mensajes críticos, y sorprende aún más si se compara con el silencio anterior a mayo de 2003, cuando el Víctor estuvo en efecto cerrado, a la espera de un rescate que vino de la mano de la propia corporación insular tinerfeña. O sea, que los mismos que abrieron el Víctor se llevan ahora los improperios como responsables de su cierre, así sin medias tintas, en lo que se puede definir como un pésimo ejemplo de pedagogía ciudadana y política. Así las cosas, la consigna será: mejor no hacer nada, dejemos a los moribundos en paz, antes que tomar iniciativas para las que al final no hay una sola palabra de reconocimiento. Cabe insistir en la ausencia de toda reflexión cronológica en este asunto, porque resulta ciertamente sorprendente, y cabe preguntarse si también inocente.

    Ahora bien, ya metidos en los indiscutibles activos de una sala cargada no sólo de historias sentimentales, sino también de valor patrimonial, llega la cuestión de si es preciso ayudar, desde las instancias públicas, a la supervivencia de una instalación semejante. La respuesta es sí, claro que sí, lo que recomienda sentarse a dialogar sobre los cauces para hacer viable tan noble objetivo. Pero, claro, hablamos de un proceso a varias bandas que exige un poco de imaginación y menos posiciones preconcebidas. Aunque alguien pueda pensar que a estas alturas la exhibición de una performance es un prodigio de creatividad -mal van quienes así piensen-, el auténtico servicio al interés colectivo, y también al propio de los ciudadanos comprometidos con esta vertiente de la cultura, vendría por las acciones, no por las exhibiciones. Hay que pergeñar ideas, hay que sentarse -parece increíble recordar que hablamos de una instalación privada- con los propietarios de la instalación, hay que implicar a las administraciones públicas y ponerles un poco más difícil su negativa a la colaboración, porque es de ahí de donde pueden salir las alternativas del futuro, unas posibilidades estables que nunca serán fáciles, pero que deberían ser mucho más ambiciosas que la simple exigencia a la corporación insular para que se pase por allí para pagar la factura.

    Por todo ello, uno lamenta que la reflexión contemplada hasta la fecha tenga, parafraseando a Juan Fernando López Aguilar, las patitas tan cortas, porque son notables los activos que hacen del Cine Víctor una instalación digna de preservación mediante su uso, por su condición peculiar y única desde el punto de vista arquitectónico. Sobre esto se podría hablar largo y tendido, y se tenía que haber hablado ya durante la etapa anterior a 2003, cuando se hizo con el control esa modorra que es tan nuestra como el siroco que poco después nos puede llevar al éxtasis, aunque se trate de situaciones comparables o idénticas. Ahora le toca al Cine Víctor, en aras de diversos argumentos, alguno de ellos de indudable consistencia, como el citado del valor arquitectónico o el recelo a la desertización cultural en Santa Cruz en aras de una concentración de instalaciones y actividades en ese formidable contenedor que es el TEA. Este es un riesgo que el Cabildo y el Ayuntamiento deben conjurar, aunque llegado el caso el desequilibrio tendría más que ver con la ausencia de actividad en los barrios que con el traslado del cine independiente dos paradas de tranvía más abajo. Queda, finalmente, la cascada de elucubraciones sobre el futuro, alguna de las cuales apunta incluso a un interés empresarial de nuevo cuño por la instalación, aún no concretada y sin duda incierta desde una perspectiva puramente cinematográfica. Y más teniendo en cuenta que las iniciativas privadas en ámbitos fronterizos, como el del ocio, reciben en esta ciudad su particular ristra de acusaciones. Pero, de concretarse, sería una especie de cuadratura del círculo, que no debilitaría la oferta cultural en la capital tinerfeña, sino que la reforzaría y con un coste menor para las arcas públicas. Llegado ese caso hasta habría que felicitar, y en este caso al alimón, a la plataforma para salvar el Cine Víctor y de nuevo a Cristóbal de la Rosa. Seguiremos a la espera de un final feliz para este largometraje atractivo, aunque de trama un tanto previsible.

  2. editorescobillon Says:

    Querida Esperanza, yo si tengo cada día más claro donde estoy y donde están otros.
    Besos.

  3. Esperanza Says:

    Pues me encantaría que perdieras unos minutos para contarme lo que el “vulgo”, o sea, yo, nunca llega a conocer. Yo sé que no quiero que cierren la sala, que no podemos argumentar nada sobre el traslado de la programación (bueno, yo digo que se centralice en el Víctor todo el cine no comercial), y que a los propietarios no se les ha oído ni ajustado tornillos. Y que estoy en la lucha, de mi manera. De resto, res de rien. Así que ya sabes, un día me das audiencia y me explicas. Salud y besos.

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