‘Lo guanche’ victorioso
El pasado aborigen en las islas es un capítulo de la Historia de este archipiélago que todavía desata extrañas pasiones. Al margen de los trabajos entusiastas realizados por algunos arqueólogos aficionados y los estudios defendidos por la Universidad de La Laguna, lo guanche (por generalizar a los primeros pobladores de Canarias) continúa empleándose con demasiada facilidad para justificar una serie de posiciones que, a juicio de quien les escribe, le parecen bastante neolíticas.
No obstante, admito que lo guanche es un asunto que me interesa aunque no me quite el sueño la información dispersa que tiene en su cabeza en torno a quienes fueron aquellos hombres y mujeres aplastados por la fuerza demoledora de un imperio que, en aquel entonces, apenas estaba en ciernes.
La última novela del escritor Juan-Manuel García Ramos, El guanche en Venecia, plantea una curiosa reinterpretación de lo guanche al imaginar un episodio del que apenas teníamos noticia los no iniciados: el legendario mencey de Taoro, Bencomo, fue regalado por los Reyes Católicos al dux de Venecia como una “exótica criatura capturada en tierras tan lejanas como confusas.”
Partiendo de tan atractiva premisa, García Ramos reconstruye en la segunda parte del libro la historia de Bencomo en la ciudad de la laguna con gran pericia narrativa. Destacando el asombro del indígena ante la poderosa Venecia del siglo XV.
Pese a todo, creo que se hace mal intentar vender El guanche en Venecia como novela histórica al uso ya que en todo caso es un relato que toma a la Historia como marco. En este sentido, mi apreciación como lector nota muy en falta objetividad en la narración de los hechos reales y ficticios que se cuentan. Y ello pese a la distancia literaria que el narrador intenta mantener a lo lago de toda la obra, escrita en tercera persona.
El guanche en Venecia resulta así una novela de buenos y malos. O mejor, de un bueno, Bencomo, y un malo, Alonso Fernández de Lugo. Su Némesis.
Juan-Manuel García Ramos ha explicado que empleó este recurso porque quiso contar una historia desde el lado de los vencidos, los guanches. Y si bien no cae en la idealización ingenua de los narradores canarios que a finales del XIX forjaron el mito guanche que todavía hoy acompaña a buena parte de la sociedad canaria (esa entendedera de que lo guanche fue, en esencia, el roussoniano mito del buen salvaje), su ficción pedía cierta imparcialidad ante unos hechos que, guste o disguste, han terminado por configurar las grandezas y miserias de esta desvertebrada comunidad autónoma.
Al leer El guanche en Venecia he tenido la sensación de que Bencomo y Fernández de Lugo eran las dos caras de una misma moneda.
A fin de cuentas, ambos personajes no dejan de ser víctimas de sus sueños. Uno al añorar su isla desde su forzado exilio, y el otro al comprender que nunca podrá tener los éxitos y riquezas que reclama en ese territorio que conquista y quiere depredar, pero que carece de oro y solo tiene hombres y mujeres con los que poder pagar en forma de esclavos a quienes han financiado su aventura.
En este aspecto, creo que para tener una perspectiva independiente de aquellos instantes tan trascendentales para la historia del archipiélago es necesario contar ya con una biografía de Alonso Fernández de Lugo. Un personaje que no deja ser un producto de su tiempo. Un hombre de armas ambicioso y algo letrado. Es decir, que Fernández de Lugo podría ser el prototipo de aquellos tantos aventureros que marcharon años después a las Américas para hacerse un nombre. Y un nombre, en aquellos tiempos violentos, solo era posible escribirlo con sangre.
La primera parte de El guanche en Venecia comienza como un entretenido relato de aventuras bélicas donde García Ramos describe algunas de las batallas que se libraron entre guanches e invasores en la isla de Tenerife.
Este capítulo está narrado con mucho nervio y empuje: “La primavera se había apoderado de la isla. Era mayo de 1494. Bencomo ignoraba ese calendario. Se regía por los ciclos del pastoreo de trashumancia, las sequías, las lluvias y las nieblas, los tiempos estables.
El primer combate se consumó en medio de cortes abruptos de terreno, de bosques difíciles de transitar por los caballos soberbios y sus jinetes ventajosos., los generales indígenas eran Bencomo y Tinguaro, Bencomo de frente, Tinguaro ordenando las fuerzas apostadas en los riscos. Eran tres mil hombres y sabían lo que se jugaban en ese enfrentamiento.”
La primera batalla, como es sabido, es una victoria para los guanches. No pasará así con la segunda, en la que escribe García Ramos: “Se dice que Bencomo también ha fallecido, pero en el reencuentro de los en fuga en las inmediaciones de los bosques de Acentejo, Bencomo camina ayudado por Bentor, está mal herido, pero Bencomo vive y reorganizará a los suyos, tan sólo sea para firmar una paz menos humillante con Fernández de Lugo y sus lacayos, entre ellos Fernando Guanarteme, comisionado por Lugo para intermediar con el mencey de Taoro.”
Hecho preso finalmente Bencomo, comienza el periplo del mencey de Taoro por tierras de Europa.
El guanche en Venecia tiene un poco de todo, aunque apenas tantea ese poco de todo. A ratos tiene aliento épico, en otros de intriga palaciega. También deja rastro de novela de aventuras aunque el pilar en el que descansan estas ramificaciones –que su autor imagino que conscientemente apenas tantea– es la venganza. Una venganza que no tiene ecos dumasianos sino más bien la de reivindicar la victoria final de Bencomo (lo guanche)porque, reitero, El guanche en Venecia es ante todo una novela donde el que fue humillado y ofendido (lo guanche) es al final el vencedor amargo bien es verdad de la historia. Su historia.
Al margen de los dos protagonistas casi absolutos del relato se mueven una serie de secundarios entre los que destacaría a Beatriz de Bobadilla, que es otro de esos personajes que pide a gritos una biografía. García Ramos la retrata como una mujer endurecida y adelantada a su tiempo.
A modo de conclusión solo puedo decir que, pese a sus limitaciones, El guanche en Venecia es un relato, más que novela, que gusta al ser leída. Y si bien hay situaciones y protagonistas que, a juicio de quien les escribe, exigían mayor densidad, no decepcionará a los que busquen una fabulación ora brillante, ora desigual, de un mundo perdido que permite toda clase de licencias, entre ellas la existencia de buenos y malos.
Saludos, solo sé que soy ciudadano del mundo, desde este lado del ordenador.
Julio 12th, 2011 at 23:42
Hay mi antepasado…
A ver si le hago una peli…. Je je
Julio 12th, 2011 at 23:57
Yo lo siento, pero eso de que haya hasta una “enciclopedia guanche” en la red, en plan wikipedia, pero guanche, en la que se recoge lo de hoy… guenche lo de hoy… es que no podemos ser más cursis… A quién coño en este mundo le interesará que los datos que figuran en una enciclopedia digital sean ¿guanches?
Julio 13th, 2011 at 8:06
Estimado editor, creo que está siendo demasiado benevolente con el libro (o con su autor). La narración está plagada de un lenguaje épico, pasado de modo y que sólo recuerda a los editoriales de El Día. Memorable el momento en el que el autor habla del “gran miembro del guanche de Nivaria” que tanto agradaba a las prostitutas de Venecia. Libro muy flojo del que sólo se salvo el trabajo de edición. Lamentable la total ausencia de análisis crítico de los medios de comunicación, pero ese es otro debate.
Julio 15th, 2011 at 23:21
Estimado Mateo no entiendo el ¿por qué?
Septiembre 15th, 2011 at 16:13
Acabo de caer en la novela, no entiendo eso. Es perfectamente sabido que Bencomo murió en la batalla de La Laguna. El resto de la historia de la conquista de Tenerife también es bastante bien conocido, por si acaso leer a Juan Bethencourt Alfonso, Historia del Pueblo Guanche, tomo III, para hacerse una idea cabal de lo que pasó realmente. Echar una somera ojeada a la literatura histórica a mano, Alejandro Cioranescu p.e., … ¿Qué gracia tiene entonces esta novela que le quiere colocar al lector hechos que no tuvieron lugar? ¿O es que con tal de poner el subtítulo “novela” todo está admitido? Como lector con algún conocimiento de la historia canaria le entra a uno la desagradable sospecha de una tomadura de pelo y nada más. El resto del tema, el choque de una mentalidad neolítica isleña con una mentalidad renacentista ibérica no se nota por ninguna parte. Lástima.
Febrero 5th, 2012 at 10:30
No he leído el libro pero lo pienso leer, pues todo lo referente a los guanches me emociona.
Felicito de antemano al escritor por su imaginación sabiendo combinar
la realidad con la ficción.
Febrero 5th, 2012 at 21:50
Pues aprovecha y lee la novela.