‘Epito, quiero mi Batman…’
I.- A MODO DE INTRODUCCIÓN
La moda de las trilogías, tetralogías, secuelas, remakes se ha convertido en una especie de hongo venenoso en eso que antaño fue el mejor cine del mundo, el norteamericano, por supuesto.
Los expertos dicen que es una moda que viene de los años treinta, cuando no existía televisión y en su lugar se exhibían seriales donde se intentaba dejar al público clavado en la butaca al final de cada episodio.
Ese en el que personajes como Flash Gordon parecía iba a ser víctima de las hordas de Ming o el Capitán América, Jim de la Jungla o el mismo Batman prometían desaparecer de la faz de la tierra al estar rodeados de feroces enemigos armados hasta los dientes…
El estreno primero de La guerra de las galaxias y más tarde de Indiana Jones y tiempo después de El señor de los anillos recuperó a lo grande aquel roñoso espíritu dejando tieso en la butaca al desdichado espectador que tuvo la ocasión de verlas en pantalla grande, con sonido dolby a toda pastilla y algún fan disfrazado como los protagonistas que desfilaban en cualquiera de esas películas y sus entregas.
Esto me hace recordar que una de las peores experiencias de mi aprendizaje como espectador cinematográfico fue El imperio contraataca y quedarme con la miel en los labios con su abrupto final, con el bueno de Han Solo congelado y sorprendido de que Luke Skywalker se quedara sin mano y sin novia tras descubrir que la chica de sus sueños más húmedos era su hermana y el malvado de Vader su padre.
Tras salir de la sala, quiero pensar ahora que el Cine Greco, las reacciones fueron encontradas. En mi cabeza se mezclaba el cabreo por el continuará y la frustración de saber que tenía que esperar a que pasara un par de años antes de averiguar cómo iba a terminar la trilogía galáctica.
¿Y si no estoy en este mundo? Era una de las preguntas que se me pasaban por la cabeza con la machacona y repetitiva banda sonora de John Williams resonando en mi cabeza… Al final me quedé en este planeta y vi La venganza del Jedi.
¿Mereció la pena la espera? Mucho me temo que no.
De hecho, creo que a partir de ese día comencé a detestar cordialmente las segundas, terceras, cuartas y quintas partes porque casi nunca cumplían su promesa. Es decir, ir más allá y hasta el infinito…
En todo caso, es verdad que toleraba y tolero las que revientan a un personaje con excesivo sadomasoquismo.
Entiendan con ello mi aprecio por series como Rocky y Rambo, Terminator y alguna otra que no recuerdo porque, sencillamente, no se trataba de construir un complejo y a la postre aburrido universo sino repetir la película original solo que con más medios… También más salvaje en las que escribía y protagonizaba Sylvester Stallone, un tipo que aún continúa noqueándome porque no traiciona su manera de hacer dinero.
Y un tipo que pese a que su ideología se encuentre en las antípodas de la mía, le sigue resultando sincero porque no ha cambiado su discurso. Un discurso con el que naturalmente no comulgo pero que me fascina con inquietud venenosa: Soy la ley. La ley del más fuerte.
“Si no sabes rezar antes de que me haga real va siendo tiempo de que aprendas”.- Parece que quiere decirme con sus películas.
II.- FAST FOOD
Este preliminar es para comentarles la decepción, también el asombro no miedo, que he sentido al ver la última de Batman, The Dark Night Rises, de Christopher Nolan cuyo estreno se ha visto empañado por el desgraciado tiroteo en un cine de Denver, Colorado.
Tiroteo que inevitablemente me ha hecho recordar Targets (Peter Bogdanovich, 1968), lo que pone de manifiesto que a veces el arte, solo a veces, se caracteriza por un morboso sentido profético… Lástima que en la sesión de Denver no estuviera Boris Karloff para reducir al hijo de la gran puta que quiso conseguir sus cinco minutos de fama acribillando y asesinando a más de una decena de personas.
Entre ellos niños cuya mayor ilusión en la vida era ver como se cerraba la trilogía sobre Batman dirigida por Nolan.
Confieso, no obstante, que estando en la sala a oscura de uno de esos multicines que aún sobreviven en el villorrio en el que vivo pensaba en lo que tuvieron que sentir esos espectadores cuando se percataron que un asesino estaba disparando y de verdad sobre todos ellos. Es más, nada más comenzar The Dark Night Rises me pregunté cómo sonarían los disparos reales sobre los ficticios que pueblan como mosquitos esta película cuyo tono quiere ser crepuscular.
Escribo lo de crepuscular con una sonrisa triste en los labios.
Porque todo lo que disfraza a esta película, salvo su espectacular inicio aéreo, es de una estupidez de la que ya no debo quejarme como reincidente en ver tonterías de este calibre en la sala de un cine. Rodeado de un público entregado, convencido de que merece la pena apostar por los héroes que tanto contribuyeron a emocionar su adolescencia en la página de los colorines, tebeos, comics…
Nolan cierra la trilogía de su Caballero Oscuro con un guión penoso. Con una historia, además, que encierra un peligroso y perverso mensaje.
Y si peligroso, tenebroso y perverso era el mensaje del Dark Night con el que Frank Miller recuperó al Hombre Murciélago en su historieta donde reactualizaba con claves profundamente reaccionarias pero también libertarias al álter ego de Bruce Wayne, en el filme de Nolan se reescribe ese discurso para transformarlo ahora en una especie de paladín de ese mismo sistema que nos roba, entre otras cosas, los que nos queda de dignidad como personas.
III.- QUE LE DÉN…
El Caballero Oscuro que propone Nolan no es otra cosa que un multimillonario gilipollas que se arruina pero al que nunca le falta dinero y que regresa a su Gotham City –o la Ciudad Gótica en las siempre acertadas por delirantes traducciones de la editorial mejicana Novaro– para librarla de una especie de dictadura del proletariado en la que se ha visto metida por una especie de red skin que responde al nombre de Bane, cuyo mayor logro –y entusiasmo para quien escribe ahora estas líneas– es el robo que perpetra en la Bolsa de esa Ciudad Gótica que se supone es Nueva York aunque gran parte de los exteriores se rodaran en Pittsburg.
Bane al final es un instrumento, claro está.
La revolución que lidera es una mentira, resalta la película, cuando logra aislar Gotham del resto de un mundo que se desmorona y que solo permite primaveras árabes en países árabes…
En el filme la bandera de los buenísimos, que no la de la verdad, es la que enarbola no ya Batman sino esa ley que encarna en la película la policía, los hombres de azul, para poner fin a una anarquía cuya justicia (¿la Cuba de Fidel Castro?) solo sentencia a una muerte o un exilio que significa también la muerte.
El problema de la película, uno de los muchos problemas que suscita esta laaarguísima cinta, es que como espectador no estás ni con unos ni con otros.
Probablemente porque llega un momento en el que pasas de verla y te pones a pensar en tus problemas de verdad mientras en pantalla se parten la cara rudos policías con rudos maleantes aunque te alegre la vista observar a una chica que hace de Cat Woman disfrazada con un encajado traje de licra como si se tratara de una tarada dominatrix.
Pero eso no lo logra, sin embargo, que te entren ganas de vomitar las cotufas y el refresco con el que te has pertrechado nada más entrar en la sala.
IV.- A MODO DE EPÍLOGO
Y que eches de menos… pero muuucho de menos la serie que sobre Batman se rodó en los años sesenta.
Una serie de espíritu libre y pop. Pero menos tontorrona y perversa que este Dark Night cuyo crepúsculo no es otro que el renacer de los hijos de la gran puta.
Cuando era niño, no se cansan de recordármelo mis mayores, no dejaba de repetir algo así como epito, quiero Batman… Epito, quiero Batman…
Intentaba reclamar un muñeco del hombre murciélago que había visto en un carrito.
Iba vestido de gris, con una capa negra. No era articulado. Era un Batman pirata y que no llegaba a la altura del zapato a un Madelman.
Pero yo continuaba con mi cantinela.
- Epito, quiero Batman…Epito, quiero Batman…
Fue mi padre quien se dio cuenta que lo que exigía era ese muñeco pirata de Batman que había visto colgado en un carrito.
Al final me lo compró uno de mis tíos para que cerrara la boca.
Desde ese entonces, sin embargo, continuo repitiendo “Epito quiero Batman…”
Quiero Batman.
… Epito, quiero mi Batman…
Saludos, de un hombre intranquilo, desde este lado del ordenador.
Julio 22nd, 2012 at 22:28
Sobre la matanza de Denver, siempre que pasa algo así, escucho frases como “la sociedad norteamericana está enferma”.
Ciertamente, lo está. ¿mas que otras? Puede ser.
Pero me juego el huevo izquierdo a que si en nuestro país se permitiera la libre posesión de armas, veríamos mas de un Columbine por aquí…
Es el ser humano el que está enfermo.
Julio 23rd, 2012 at 11:30
Daniel, antes de empezar la sesión comenté lo mismo a un amigo con el que fui a ver esta nueva entrega del hombre murciélago.