El viento del diablo, una novela de Mariano Gambín
“Lugo intentó decir algo que insulflara ánimos en el grupo de desesperanzados combatientes, pero el áspero nudo de angustia que atenazaba su garganta no se lo permitió. Era la misma sensación que había tenido seis años antes, tras el desastre de Acentejo, durante la conquista de la isla de Tenerife.”
(El viento del diablo, Mariano Gambín, Roca Editorial)
Mariano Gambín alcanzó con tan solo tres novelas –Ira Dei. La ira de Dios, El círculo platónico y La casa Lercaro– algo insólito en las letras que se escriben a este lado del Atlántico: llamar la atención de una editorial nacional tras el éxito obtenido en las islas con los dos primeros títulos de una trilogía en la que la ciudad de La Laguna era un personaje más. Una ciudad que se mezclaba con sus protagonistas en frenéticos thrillers.
No era nuevo el experimento de Mariano Gambín, ya lo habían hecho amtes pero con otras claves Alberto Vázquez Figueroa y Jorge Rojas Hernández, entre otros, aunque la combinación del autor de Ira Dei. La ira de Dios resultó distinta al unir la Historia –en este caso la de la ciudad de La Laguna– con la actualidad en trepidantes y calcualdos relatos. Unos lo llaman folletín y otros literatura de evasión.
Y eso es lo que ofrece Mariano Gambín, calculados y trepidantes relatos.
Las historias están bien alambicadas y su estructura facilita su digestiva lectura en capítulos cortos que animan a continuar con ella: propone misterio y acción. Invita a conocer qué sucederá después.
Y ese qué sucederá después se mantiene en El viento del diablo, un relato en el que Gambín cambia de escenario al no desarrollarlo ahora en La Laguna sino en el sur de Marruecos, concretamente en la laguna de Naila, una zona donde aún quedan restos de la Torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, construcción que fue erigida en 1496 por los castellanos para comerciar con las tribus de los alrededores así como para refugiarse cuando esas mismas tribus no venían en son de paz.
La nueva novela de Mariano Gambín se inicia con una descripción colorista de una batalla en la costa de Berbería en noviembre de 1.500. Un grupo de castellanos que capitanea Alonso Fernández de Lugo combate contra un enjambre de hombres
¿qué pasará?
La novela se sitúa ahora veinte años después en Las Palmas de Gran Canaria…
¿Por qué?
Porque ambos justifican el desencadenante de la acción que vendrá a continuación. Una acción que se traslada a nuestra siniestra actualidad y en una excavación arqueológica en la Torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Allí se encuentra Marta, una de las protagonistas de las tres primera novelas de Gambín.
Pero hay más personajes.
La mayoría de ellos tras un objeto de la vajilla que Beatriz de Bobadilla hizo entrega a su esposo, Alonso Fernández de Lugo, y pieza por la que se interesa un frío terrorista islámico, marroquíes y una tribu de beduinos, algunos de cuyos miembros tienen extraños poderes.
La trama se complica con la aparición de un agente de la CIA y un comando del SEAL y con tropas del ejército y un detective de la policía marroquí, Hamidou Benkiran, que pide a gritos que el autor recupere en próximas entregas de su ciclo narrativo. Resulte éste lagunero o no.
No obstante, y por encima de los personajes que presenta Mariano Gambín en su novela, si algo destaca en El viento del diablo es su capacidad para crear atmósferas y la descripción de un paisaje, la laguna de Naila, que se nota que conoce.
Por otro lado, y como novela de acción y misterio, El viento del diablo funciona regularmente bien. Engancha desde el principio e incluso habrá algún lector agradecido por el cambio de escenario.
Llama la atención cómo Mariano Gambín combina realidad y fantasía –sobre todo en los acelerados capítulos finales de la novela–y su sentido del humor. Un humor que ya resulta seña de identidad en sus historias.
Se aprecia también que la combinación de estos elementos –los mismos que aparecían en sus títulos anteriores– están más trabajados. Como sin Mariano Gambín hubiera dado un paso hacia adelante en su ecuación literaria:
misterio más acción es igual a entretenimiento.
El orden de los factores no altera el producto.
Saludos, en el ojo del huracán, desde este lado del ordenador.
Marzo 21st, 2014 at 13:27
Mariano Gambín es malo con ganas. Un creador de obras de ventas pero nada más. No hace literatura.
Marzo 21st, 2014 at 13:32
A mi me entretiene… ¿será eso literatura?
Marzo 21st, 2014 at 18:35
Desde el respeto por las opiniones contradictorias (para gustos colores y para colores el verde de mis ojos), difiero de un comentario tan categórico como el vertido. Gambin (un buen tipo, pero al que hay que valorarlo solo por lo que escribe) hace literatura. Sus novelas me divierten y supongo que también a los miles de lectores que lo compran. Esta novela es un riesgo del autor al salirse de su escenario. natural de Aguere y me parece una valentía del autor el explorar otros medios. No me la he leído, por eso no puedo opinar, pèro la reseña del Sr. García Rojas es altamente positiva y no hablamos de un neófito. Lo que sí le puedo asegurar es que llegar a donde ha llegado Gambin no es nada fácil. Nada, nada, nada fácil.
Marzo 22nd, 2014 at 9:04
que entenderá el tal Says por literatura. Que pruebe el interfecto a leer diez paginas seguidas de Proust, Balzac, Montaigne o incluso Cervantes. La estupidez no tiene limites. La literatura debe ser enseñanza y entretenimiento.
Si no entretiene es un peñazo. Si no enseña algo es una perdida de tiempo.
Marzo 22nd, 2014 at 11:36
Pues bastante que he perdido el tiempo… Gracias Doyle, gracias Sender, gracias Greene, gracias Fleming, gracias Balzac, gracias King, gracias abuelo, gracias… muchas gracias por perder eso que dice ése que es tiempo…
Marzo 22nd, 2014 at 17:20
ex nihilo nihil fit
Marzo 22nd, 2014 at 17:33
Nihil obstat