Fin de guardia, una novela de Stephen King
“La hora más oscura es la que precede al alba”
(Fin de guardia, Stephen King. Traductor: Carlos Milla Soler, Plaza & Janés, 2017)
Stephen King concluye con Fin de guardia la trilogía que inició con Mr. Mercedes y continuó con Quien pierde paga y que protagoniza el policía jubilado Bill Hodge. Se tratan de historias independientes pero es recomendable que se lean con orden cronológico porque los personajes que repiten evolucionan, se hacen mayores y reales.
Con independencia de que Quien pierde paga me siga resultando el mejor libro de los tres, Fin de guardia cierra con nota un experimento narrativo en el que el escritor demuestra que se mueve con notable pericia en los territorios de la novela popular. Relatos hábilmente construidos y adictivos que no dejan descanso al lector. Ahonda, además, en muchas de las claves que sostiene el universo de King, quien no deja de contar la misma historia de siempre pero desde perspectivas bien diferentes.
Objetivamente, Fin de guardia es el libro más fantástico de la serie Hodges, recupera además al siniestro antagonista de la primera entrega, para el lector Brady Hartsfield, ahora hospitalizado y en esta ado vegetativo aunque ha potenciado las capacidades de su cerebro gracias a los fármacos que le suministra su médico.
Brady Hartsfield vive encerrado en un cuerpo que ya no fuinciona pero cuenta con un poder que lo hace capaz de controlar a otras personas e inducirlas al suicidio.
Fin de guardia es la novela que, seguramente, esperaba la mayoría de los aficionados de la trilogía. Se esperaba porque en ella Stephen King parece que vuelve a ser el de siempre aunque ya no lo sea. La mirada con la que observa a sus protagonistas es la que precede al alba.
A Bill Hodges se le ha diagnosticado un cáncer terminal, pero aún le quedan unos días para derrotar a su antagonista, investigación con las horas contadas que acelera una acción que, a partir de ese momento, funciona sola y sin frenos.
Como buen escritor de novelas fantásticas y terroríficas pero también como notable retratista de las clases medias, Stephen King es un moralista para el que no existen grises en el combate entre el bien y el mal.
El bien representa las cosas buenas de la vida, la familia, los amigos, mientras que el mal es su contrario, el inadaptado y resentido, tumores que en la novela Harstfield transmite a su alrededor y en especial a los héroes de la calle (un policía jubilado y enfermo y una joven con crisis de identidad) que intentan detener su perversa influencia.
El escritor propone así una inteligente revisión del vampiro, pero no del vampiro clásico que necesita de la sangre humana para sobrevivir sino del que utiliza la mente para hacerse con la voluntad de los demás.
Mr. Mercedes, Quien pierde paga y Fin de guardia no son lo mejor de Stephen King pero tampoco forma parte de lo peor, solo manifiesta el talento y el olfato para hablarnos de nuestros miedos, los reales e irreales que en Fin de guardia tienen un abrupto final con forma de aparente suicidio.
Estas y otras cuestiones se plantean y desarrollan en un libro que, aparentemente, es otro más de Stephen King, ese fabricante de best seller que tras el atropello que sufrió hace unos años y que casi le cuesta la vida se ha vuelto un escritor mucho más oscuro y pesimista.
Saludos, ¡¡¡NO AL CIERRE DEL TEATRO TIMANFAYA!!!, desde este lado del ordenador.