Estoico y frugal, una novela de Pedro Juan Gutiérrez
“A veces me parece que Europa que Europa se repite a sí misma. A primera vista da la impresión de que todo está dicho. O quizá me equivoco y sí queda mucho por decir pero los escritores no llegan a los lugares profundos donde está escondido el material nuevo. No se atreven, o no pueden excavar más a fondo y solo explotan las vetas superficiales. En mi país, en cambio, vivimos en el otro extremo. Es todo tan imprevisible, cambiante y complicado que uno vive confundido. Es perturbador y vertiginoso. Como si hoy fuera el primer día de la creación y estuviéramos siempre empezando desde cero”.
(Estoico y frugal, Pedro Juan Gutiérrez, colección Narrativas hispánicas, Anagrama, 2019)
A finales de los años noventa el escritor y periodista Pedro Juan Gutiérrez se dio a conocer en el mundo de las letras con Trilogía sucia de La Habana, relatos en los que reflejaba la otra cara de uno de los barrios más emblemáticos de la capital cubana, Centro Habana, que describe con pulso narrativo realista al mostrar la decadencia no solo física sino espiritual de sus habitantes a través de una amplia galería de personajes acostumbrados a caminar al borde del abismo.
Los siguientes libros que publicó en España en la editorial Anagrama, muchos de ellos como novela, seguían de una u otra manera la pauta marcada por la trilogía, también la de un personaje protagonista, Pedro Juan, que podría entenderse como el álter ego del escritor, un álter ego que al igual que su autor, ha ido evolucionando, tomando solidez y una aplastante verdad que hace que la lectura de sus obras permitan conocer más a quien escribe como a quien vive estas aventuras porque de eso se trata, aventuras, de su protagonista.
Se hace mal, aunque se emplee como fórmula comercial, que se venda que Pedro Juan Gutiérrez es una especie de Charles Bukowski tropical, lo que no es cierto aunque la marginalidad, la pobreza, el alcohol y el sexo sean materiales recurrentes en sus historias.
Pedro Juan, el personaje literario, continúa esclavizado al alcohol en Estoico y frugal y prosigue con su afición al sexo, en especial con mujeres maduras e imperfectas y con vello que son las que prefiere, en su largo itinerario por España, Alemania e Italia, viaje que vuelve a Pedro Juan más maduro y coherente consigo mismo por lo que su mirada sobre lo que observa: el mundo editorial, las entrevistas de promoción, sus encuentros con cubanos en el exilio y alemanes, italianos y españoles con sus neuras, no resulta cataclísmico ya que el retrato que hace de la mayoría resulta bastante melancólico con independencia del país del que procedan.
En la novela, todos intentan huir de sus problemas. Europeos y exiliados tienen demasiadas complicaciones y viven una existencia rocambolesca que los aleja falsamente de la realidad.
Tiene Estoico y frugal más lecturas que las que narra de corrido las andanzas de Pedro Juan por una Europa decadente, poblada de personajes singulares, una fauna igual de rica y variada que la que el escritor presenta en sus libros habaneros aunque sin ese sentido de vivir al día que tienen los habitantes del Caribe, gente que no pierde el tiempo en tonterías y que se mezcla con los demás con arrebato, demoliendo cualquier clase de prejuicio, todo sea por pasar un buen rato en una existencia que conspira contra uno mismo.
Estoico y frugal cuenta también con algunos elementos habaneros pero son recuerdos más que vivencias las que recrea Pedro Juan. Esos recuerdos sirven para contrastarlos con sus experiencias europeas pero no se decanta ni por una ni por otra. Tampoco esgrime ningún apunte moral porque sus impresiones solo cuentan lo que ve. Sin aditivos, por lo que el libro se lee de una sentada y sin descanso –no llega a las doscientas páginas– que sin embargo marcan no solo a su protagonista, Pedro Juan, sino a sus lectores.
El aprendizaje vital que describe resulta tan interesante e intrépido –ya se dijo que se trata de una novela de aventuras poco común– que el libro probablemente confundirá a los lectores europeos de Pedro Juan Gutiérrez ya que en ocasiones es crítico cuando su mirada tierna y cruel reflexiona sobre todo lo que le rodea.
Las impresiones que recoge de su viaje, porque se trata también de una novela de viaje, resultan así llamativas y se sintetizan en una idea: Europa ya no es lo que era. Mientras, Cuba y La Habana se observan desde la distancia como espacios subdesarrollados “incapaces de acumular experiencias”, que diría Edmundo Desnoes en Memorias del subdesarrollo. En fin, que ambos mundos están condenados –o no– a entenderse.
Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador