Los secretos que guardamos, una novela de Lara Prescott
“Me preguntaba si dormían juntos. No lo creía, pero aun así la sola idea de que lo hicieran se convirtió en una mancha de tinta sobre un mantel blanco”.
(Los secretos que guardamos, Lara Prescott. Traductor: Aurora Echevarría, Seix Barral, 2020)
En los años más calientes de la Guerra Fría los soviéticos estaban muy por delante de los Estados Unidos de Norteamérica en el tablero de juego mundial. Un mundo al borde de la III Guerra Mundial.
Los soviéticos tras la muerte de Stalin habían puesto en marcha un proceso de tímido deshielo interior que dio un poco de aire a una sociedad hasta ese momento sujeta al miedo. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ocupaba el puesto de cabeza en la carrera espacial y propagaba su doctrina con éxito en los países del Tercer Mundo sin que Occidente apenas reaccionase, sobre todo después del frustrado levantamiento popular en Hungría.
Todo parecía indicar que la Guerra Fría la estaban ganando los soviéticos prácticamente en todos los frentes, incluido el cultural, lo que generó frustración en Norteamérica y otros países aliados que no terminaban de entender cómo el gran oso soviético ganaba espacio mientras el águila norteamericana se replegaba noqueado a sus cuarteles de invierno.
Los secretos que guardamos de Lara Prescott se desarrolla en estos agitados tiempos y narra el que fue, probablemente, el primer gran éxito que los servicios secretos estadounidenses contra el gigante soviético: la publicación en Italia de Doctor Zhivago, una novela escrita por un poeta hasta ese momento prácticamente desconocido fuera de su país, Boris Pasternak.
No debe de leerse Los secretos que guardamos como una novela de espías al uso, que también, sino el retrato de tres mujeres que a lo largo de un relato sutilmente construido y entrelazado fueron testigos directos, e indirectos en otros casos, de esta proeza propagandística que logró hacer temblar a la URSS, nación que puso en marcha un gigantesco aparato propagandísticos para obligar a Pasternak a que renunciase al Nobel cuando la Academia sueca decidió otorgárselo por este libro singular, redondo, obra maestra que dio origen a una desigual película y que popularizó los nombre de Zhivago y Lara como nuevos Romeo y Julieta del siglo XX. El libro de Pasternak significó también un puñetazo al estómago de un régimen que, tímidamente y en aquellos años, comenzaba una pequeña apertura.
La publicación de Doctor Zhivago primero en Italia por la editorial Feltrinelli y más tarde en el resto de países occidentales terminó por revelar el cinismo soviético, régimen que no dejaba de vindicar libertad y socialismo mientras le negaba el pan y a la sal a un escritor que el sistema soviético había convertido en enemigo del Estado.
Según las autoridades, la novela no contaba la verdad ni política ni social tras la revolución bolchevique de 1917. Tacharon las páginas de Doctor Zhivago de falsas porque no mostraban los logros alcanzados en la que se conocía como república de los trabajadores.
Para narrar cómo llegó el manuscrito a las manos del editor socialista italiano Feltrinelli, Lara Prescott presenta a tres mujeres que le sirven para guiarnos por los laberintos y vericuetos en los que se libraron las batallas silenciosas de la Guerra Fría. Esta es pues la historia de una hazaña que conmovió al mundo.
Uno de los personajes de la novela es real, Olga, la amante de Pasternak y el personaje que le inspiró su Lara literaria. A través de Olga conoceremos cómo fue la relación entre el escritor y su amante los meses previos en los que se desarrolló la operación Zhivago, también lo que sucedió cuando la novela fue publicada en Occidente y el ostracismo al que fue sometido el escritor por las autoridades soviéticas al ser acusado de alta traición.
Las otras dos protagonistas son mecanógrafas de la CIA y en torno a ellas se teje una historia de amor solo que prohibido para los años en los que se desarrolla la acción, los cincuenta.
En torno a estos tres personajes se estructura una novela que no hace aguas y que se deja leer porque combina muy bien lo que es información sobre aquellos tiempos con ficción.
Doctor Zhivago fue una novela capaz de cambiar el mundo. O al menos de agujerear el telón de acero que dividía ambos bloques porque fue un libro que, pese a estar prohibido en los países del Este, sí que se leyó a escondidas, convirtiendo a Pasternak a un lado y al otro de esa cortina ahora rasgada en un héroe.
Para escribir esta novela y resultar creíble, apabulla la cantidad de documentación con la que trabajó Lara Prescott para hacer realidad Los secretos que guardamos, una novela muy necesaria en los tiempos que corren ya que pone de manifiesto hasta donde puede llegar el poder cuando se ve amenazado por algo tan inocente como un libro. Casi parece como si Prescott quisiera decir que en ocasiones la pluma vale más que la espada aunque la creación de Zhivago y su amor por Lara le costara a su autor, Pasternak, la libertad y el silencio durante muchos años.
Lara Prescott narra esta historias recurriendo a distintas voces. Se puede escuchar la de Olga, que expresa su amor y devoción por el escritor, un amor que éste supo reflejar en las páginas de su novela; también la de dos secretarias, una de ellas de familia rusa, que trabajan en una oficina de la CIA, un microcosmos cerrado y masculino en el que la mujer es explotada como trabajadora y, en ocasiones, como mujer.
Este mundo no acepta una relación entre mujeres, como es la que mantienen las protagonistas. Los secretos que guardamos es una novela donde el amor es lo más importante, más importante incluso que la lealtad a tu país.
El libro de Prescott habla de muchas cosas más pero sobre todo habla de amor entre las personas y con independencia de cual sea su orientación sexual. El espionaje, el traslado secreto del original de Doctor Zhivago a Occidente, pasa a un segundo plano porque lo que le interesa a Lara Prescott (la escritora se llama como el personaje de la novela de Pasternak) es contar la relación y el sacrificio que asumió Olga para estar junto al escritor y el amor escondido, también secreto que une a la dos mecanógrafas en un universo cínico y perverso como es el de la CIA.
Un mundo masculino violento que solo entiende la publicación de Doctor Zhivago como arma con la que atacar al enemigo sin tener en cuenta la calidad ni el mensaje de la novela: el amor entre iguales, el amor que queda cuando todo a tu alrededor se desmorona.
Saludos, deshielo, desde este lado del ordenador