Indivisa Manent, una novela de Javier Hernández Velázquez
Hace unas semanas nos hacíamos eco en estas mismas páginas de la novela De un país en llamas, de Javier Hernández Velázquez, escritor que vuelve otra vez a la sección de novedades de las librerías con Indivisa Manent (Editorial Adarve, 2021), una novela que no tiene apenas nada que ver con la anterior y que casi parece estar escrita por otro escritor.
Javier Hernández Velázquez cambia de registro con esta novela. Su universo poco o nada tiene que ver con el violento pero también festivo que recrea en las historias que dedica a Mat Fernández, su ya más que instalado detective privado en el género negro y criminal. No, en Indivisa Manent el escritor asume otra faceta y parece otro. Lo que narra en este libro parece que lo cuenta un Hernández Velázquez desdoblado o abducido por extraterrestres.
Como en otras novelas del autor, no en todas, el relato está contado en primera y tercera persona. En primera, por Cristian y en tercera cuando sigue a Luz García. La historia se desarrolla en una localidad, El Calvario, que es fruto de la imaginación del escritor, un conjunto de casas que se encuentran en un punto indeterminado del norte de Tenerife aunque el pueblo funciona más que como personaje como un entorno en el que situar una acción que sorprenderá por su extrema violencia a los que conocen la literatura de Javier Hernández Velázquez.
Dice el escritor que se trata de su novela más Tarantino, un Tarantino pasado por el filtro de los gustos e intereses del escritor, aunque entiendo la novela más como un western urbano. Un western que como muchos western cuenta una historia de venganza.
La venganza que emprende el protagonista de la novela y que provoca un río de muertos en nombre de su familia. El objetivo, don Julio García, un empresario de la madera que se ha convertido con los años en el dueño y señor de El Calvario, nombre para nada baladí porque el relato significará un calvario para todos los personajes que intervienen en la novela. Los principales, Cristian y Alma con nombre que sirven también de metáfora para entender el camino a través del infierno que emprende el protagonista, un calvario que pone los pelos de punta.
En los diálogos y en las referencias cinematográficas y musicales habituales en el estilo de Javier Hernández Velázquez se detecta al escritor que uno conoce de otras novelas aunque también más matizado y por lo tanto menos erudito en Indivisa Manent. Es como si la historia, lo que quisiera contar, se impusiera en este nuevo álter ego del escritor, antes más preocupado por la recreación de atmósferas que por el seguimiento del hilo argumental. Muy claro en Indivisa Manent, ya que apenas se complica con otras subtramas para enredar un relato que aquí, en este libro, no tiene razón de ser porque desde la primera hasta la última página tiene un único e inequívoco destino: el gran duelo final. Como si se tratara de unos de esos finales operísticos y con abusivos primeros planos de El bueno, el feo y el malo, una de las obras maestras del espagueti western que firmó Sergio Leone, un cineasta al que Hernández Velázquez le debe mucho y al que rinde homenaje en una de sus novelas.
Por Indivisa Manent el escritor recibió el I Premio Internacional de Novela Adarve Negra por fallo unánime de un jurado que estuvo formado por el editor y también escritor Luis Folgado de Torres y los escritores Carlos Salem y Juan Guinot, que destacaron de la obra ganadora “el conocimiento y la utilización, por parte del autor, de los mecanismos del género negro, perfectamente adaptados a la actualidad”.
Si se presta atención a la última línea, allí donde dice “perfectamente adaptados a la actualidad”, el jurado coincide con nosotros al considerar Indivisa Manent como una novela de aliento clásico que se desarrolla en nuestros agitados y extraños tiempos. Una cualidad que merece tenerse en cuenta para seguir un relato en el que pesa el diálogo, y se trata de un diálogo ingenioso mejor que mejor, que la descripción de escenas.
Los personajes se definen así a través de lo que hablan pero también por las acciones que los empujan a continuar adelante. Como fondo, un poso de tristeza que sobrevuela como un pájaro de mal agüero las páginas de una novela que consta de tres actos, cada uno de ellos con un título (Érase una vez en El Calvario, Tiempo de espera, Tres días de octubre) y un Epílogo que encierra una sorpresa final.
Indivisa Manent nos descubre a un escritor con capacidad de registro, que lo mismo escribe novelas compulsivas y desenfrenadas, retratos vitriólicos sobre la capital tinerfeña que, como ahora, perfila otro universo literario que no tiene nada que ver con el anterior. Es como si Hernández Velázquez fuera otro, un escritor con nuevas ambiciones e ideas monopolizando su cabeza. En cuanto a Indivisa Manent –una anotación que se puede encontrar en el escudo de La Salle– significa Permaneced unidos. Un apunte irónico, cabe pensar, con el que el escritor tinerfeño bautiza una de sus historias más desconcertantes. También apabullantes. Casi parece como si el espíritu de Jim Thompson le hubiera metido el demonio en el cuerpo cuando comenzó a escribir una novela que no dejará indiferente a nadie, y que como tal no tolera medias tintas: o gusta o disgusta. Y a nosotros nos ha gustado.
Saludos, balacera, desde este lado del ordenador