El viejo león que vino del mar
Manuel Mora Lourido es miembro de la International Churchill Society y autor de un libro, Churchill, entre Cuba y Canarias (2007), de necesaria lectura para todos aquellos que quieran conocer las tres visitas del ex primer ministro británico a las islas. La más importante la primera, que realizó en febrero de 1959.
Mora Lourido impartió el mes pasado en el Casino de Tenerife una conferencia en la que habló sobre Churchill, Rusia y la guerra, lo que inevitablemente nos lleva a pensar cómo hubiera reaccionado el político ante la actual situación que vive Ucrania.
Sir Winston Leonard Spencer Churchill (Woodstock, Oxfordshire, Inglaterra; 30 de noviembre de 1874-Londres, 24 de enero de 1965) fue uno de los hombres que contribuyó a que el mundo siguiera siendo mundo cuando asumió el liderazgo de su país durante la II Guerra Mundial. Finalizado el conflicto, y tras disolverse el gabinete que lideró, volvió a presentarse a las elecciones de 1945 que perdió por aplastante mayoría aunque recuperó el poder en las que se celebrarían en 1951, mandato que no pudo finalizar por unos problemas de salud que le obligaron a abandonar tan alta responsabilidad pero no su acta de diputado, a la que renunció en 1964, un año antes de su muerte.
La primera visita a Canarias de Winston Churchill tuvo lugar a finales de febrero de 1959. El político británico tenía entonces la respetable edad de 84 años y vino a las islas como un pasajero más del yate Christina O del multimillonario griego Aristóteles Onassis, a quien había conocido en la Costa Azul.
El Christina O zarpó del puerto de Safi (Marruecos) rumbo a Canarias, siendo la primera isla en avistar la de Lanzarote el 20 de febrero. Al día siguiente, la embarcación hizo su primera escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife.
Churchill viajaba en compañía de su mujer, Clementine, y de su hija, Diana. Hubo otros pasajeros más en el yate y la excursión más recordada y fotografiada de su estancia fue la que realizó con el armador griego al Puerto de la Cruz, donde hicieron una parada en el Hotel Taoro.
Este recorrido se hizo en un Fiat 500 que Onassis tenía en el barco. El mismo multimillonario fue el que condujo todo el trayecto al que seguían en otros automóviles las autoridades tinerfeñas de aquel entonces. “Del Hotel Taoro se trasladaron al valle de La Orotava, vista que le impresionó”, dice Mora Lourido, quien añade que la comitiva visitó más tarde la piscina de San Telmo y fueron recibidos por Isidoro Luz Carpenter, médico y alcalde de la primera ciudad turística de Canarias.
Oleadas de personas esperaban en las calles y plazas avistar a aquellos famosos que venían del mar, entre la multitud turistas británicos que no quisieron perderse la oportunidad de ver de cerca al hombre que derrotó a Hitler.
De nuevo en Santa Cruz de Tenerife y tras visitar el Ayuntamiento y el Cabildo Insular, Onassis ofreció una cena a las autoridades abordo del Christina O, cena que contó con una representación de baile español y actuaciones de grupos folclóricos como el que ofreció el cuarteto Los Guaracheros.
El yate navegó rumbo a Gran Canaria a primeras horas de la mañana del 22 de febrero para fondear en el Puerto de la Luz, frente a la playa de las Alcaravaneras. Desde allí se trasladaron a la Caldera de Bandama donde quiso la casualidad que se encontrara con un amigo de la infancia que hacía turismo en la isla y a quien Churchill reconoció. El 23 de febrero, y tras agasajos varios, entre otros tabaco, los excursionistas se trasladaron a Arucas donde el ex mandatario se interesó por conocer en qué dirección se podía ver el Teide. Satisfecha su curiosidad, el viaje continuó hacia Teror para regresar finalmente a la capital grancanaria donde el grupo de ilustres se topó con un ejercicio militar en el que intervinieron fuerzas paracaidistas del ejército español que se lanzaron desde aviones Junker Ju 52, de fabricación alemana, y fuerzas de infantería de marina que simulaban un desembarco. En este escenario, Churchill contactó con un hombre de origen escocés que formó parte del contingente aliado que se preparó durante la II Guerra Mundial para la invasión de Canarias (Operación Pilgrim) que, finalmente, no se llevó a cabo.
La madrugada del 24 de febrero, el Christina O puso rumbo a La Palma, isla a la que llegaron por la tarde, dándoles aún tiempo para pasear por Fuencaliente, donde visitaron una bodega aunque Churchill se interesó más por conocer la técnica del cultivo del tabaco. De las tres islas que conoció, “La Palma fue la que más le llamó atención”, dice Manuel Mora. “Churchill, como pintor que fue, dijo de hecho que le gustaría regresar a La Palma para pintar”.
En esta visita se produjo una anécdota curiosa y es que conoció a un tal Nelson que le solicitó un autógrafo, petición a la que accedió con sentido del humor el político británico ya que firmó “De Churchill a Nelson”. Horacio Nelson fue uno de los personajes que más quiso y admiró el político británico a lo largo de su carrera, tanto que una de sus películas favoritas, Lady Hamilton (Alexander Korda, 1943) narra la escandalosa relación para la época que mantuvo el marino con una mujer casada. En una escena de este largometraje se recuerda que el almirante perdió el ojo en Córcega y el brazo en Santa Cruz de Tenerife.
La noche del 24 el Christina O puso rumbo a Agadir. Este fue el único viaje en el que Churchill bajó a tierra de los tres que realizó a las islas. Regresaría en dos ocasiones más aunque en todas ellas permaneció en el barco. La primera se produjo el 12 de marzo de 1960 en Puerto de la Luz, en un crucero que lo llevaba a América y de nuevo en el mismo puerto pero al año siguiente, 1961. En este último viaje su secretario personal, Montague Browne, le comentó a Churchill que sus padres estaban de vacaciones en la isla y éste los invitó, también a un mariscal de la RAF, a cenar en el yate de Aristóteles Onassis.
Sir Winston Churchill no dejó constancia escrita de estos viajes que realizó a Canarias. Estaba muy avejentado pero solía comentar que aquellos itinerarios en el yate del multimillonario griego “lo rejuvenecían”.
La relación del político británico con España comenzó en 1895 cuando fue invitado por el ejército español como observador en la guerra de Cuba, experiencia en la que recibió su bautismo de fuego a la edad de 21 años.
Churchill, a quien acompañaba un colega, fue extremadamente respetuoso con lo que vio en tierras cubanas e inició sus pinitos periodísticos enviando crónicas a un periódico británico que se las pagaba generosamente.
La conferencia que Manuel Mora Lourido impartió en el Casino de Tenerife propuso un recorrido por la vida de sir Winston Churchill, centrándolas en las relaciones que mantuvo con España a lo largo de su vida (guerra de Cuba, su relación con Alfonso XIII, cómo entendió la Guerra Civil y Canarias como objetivo militar durante la II Guerra Mundial). En su intervención hizo énfasis en las relaciones que mantuvo toda su vida con Rusia, desde los zares hasta la Revolución de 1917 y que tuvo su punto culminante durante el feroz combate que los aliados mantuvieron contra la Alemania nazi.
El paso del tiempo agranda la dimensión del político británico. La mayoría de los historiadores coinciden cuando afirman que el destino de la guerra hubiera sido otro si no llega a estar al frente de Gran Bretaña. Churchill le puso nombre a la resistencia al fascismo, y a la victoria moral también del pueblo británico mientras éste sufría los bombardeos de castigo de la Luftwaffe. Su enorme popularidad no resuelve, sin embargo, el enigma de que no saliera reelegido en las elecciones de 1945.
“Los que nos acercamos a la biografía de Churchill y a la historia del Reino Unido no lo entendemos a primera vista. Él fue el líder que llevó a su país a la victoria, él fue quien mantuvo unido al gobierno de coalición durante la guerra. Al terminar el conflicto en Europa, no en Asia, Churchill renunció como primer ministro y el rey le encargó que formara gobierno, un gobierno de signo conservador que convocó elecciones cuyo resultado fue catastrófico para él y para su partido. Este asunto ha sido objeto de muchos debates. Unos piensan que los británicos lo vieron siempre como un líder para la guerra pero no para la paz. Otros se mostraron temerosos de que pudiera seguir con acciones bélicas y que las relaciones con la U.R.S.S. se hicieran más tensas. No hay, en general, unanimidad que explique las razones de que perdiera las elecciones aunque, personalmente, creo que se debió a un cúmulo de circunstancias que podrían resumirse en que el pueblo británico le agradeció los servicios prestados pero no que se mantuviera al frente del país en tiempos de paz”.
“Circula una anécdota –comenta Manuel Mora– en la que su esposa Clementine para consolarlo después de la derrota electoral le dijo que no se preocupara ya que bien entendido se trataba de una bendición disfrazada, a lo que Churchill respondió que demasiado bien disfrazada”.
Este fracaso no le animó a retirarse de la política ya que siguió como líder de la oposición y volvió a ganar años más tarde unas elecciones que lo llevaron de nuevo a ser primer ministro.
Que fue un personaje clave en su día lo demuestra que expresiones suyas como Cortina de Hierro o Telón de Acero se usasen para definir la separación en dos bloques de las antiguas potencias aliadas durante la II Guerra Mundial y que se acrecentara, si se podía acrecentar más, su feroz anticomunismo. Anticomunismo que se diluyó durante el conflicto bélico contra los nazis porque había un objetivo común: derrotar a Hitler.
Sir Winston Churchill fue anticomunista desde muy joven. De hecho, el historiador Paul Johnson piensa que fue el primer político que se percató del alcance de la revolución de 1917. “Fue contrario a ella y mantuvo esa posición toda su vida aunque también fue contrario a la Rusia zarista”, destaca Mora Lourido.
En otro orden, Churchill estaba preparado para recibir el Premio Nobel de la Paz pero al final se llevó sin que se lo esperara el de Literatura en 1953. Sus biógrafos coinciden en que mantuvo desde joven una relación muy especial con la literatura. Escribió crónicas prácticamente de todos los países en los que estuvo y que seguían numerosos lectores, e impartió conferencias, una de las cuales lo llevó de gira por Norteamérica.
Sus memorias sobre la II Guerra Mundial fueron un éxito de ventas y hoy es un material de primera mano para acercarse a ese conflicto desde los ojos y la mentalidad de un hombre que se exigió a sí mismo y a todo el pueblo británico aquellas noches oscuras: sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas.
Sir Winston Churchill solo escribió una novela Savrola, que se desarrolla en un país ficticio de Europa, Laurania, en el que estalla una revolución.
Su biógrafo en Canarias, Manuel Mora Lourido, procede de una familia de marinos y terminó siendo miembro de la International Churchill Society al escribir un artículo sobre el Queen Mary 2, barco en el que viajó Churchill a Norteamérica para conferenciar con Roosevelt.
“Recordé entonces que Churchill estuvo en Canarias y me interesé sobre su estancia en las islas y me hice socio de la Asociación. Lo que nació como un artículo se convirtió en conferencia y más tarde en libro: Churchill, entre Cuba y Canarias”.
Pasan los años y el político británico sigue siendo respetado entre gentes de distintas tendencias ideológicas. ¿Qué lo hace tan especial? Para Mora Lourido, que lo conoce bien, “supo mezclar la épica que se le exige a un líder con una fortísima humanidad”. Todo eso reconociendo que también “tuvo muchos defectos”.
Saludos, esto es todo, desde este lado del ordenador