Una noche en la ciudad que muere en soledad
Noche del 22 de diciembre de 2022, ¿lugar? Santa Cruz de Tenerife. Hora, digamos que las 21.
El motivo de la cita es cenar con unos amigos porque nos aproximamos a fechas navideñas, lo clásico. En cuanto a la cena, discreta, no me atrevería a tirar voladores, pero el caso exige que además de tragar y beber, un par de Águilas en una tierra donde comienza a costar encontrar la clásica Dorada, le damos mucho a la lengua. Chismorrear un poco y hablar si se precisa de lo divino y de los humano.
Terminamos la cháchara sobre las 22,30 y antes de retirarnos a nuestras respectivas tiendas de campaña decidimos por unanimidad tomar la última copa por la terrazas de la plaza de Weyler, que se encuentra en pleno centro de la capitá, y que tanto elogió José Luis Sanpedro en La senda del drago que no es, precisamente, uno de sus mejores libros.
Horror, y todavía no son las 23 horas, o los locales ya están cerrados o a punto de cerrar.
Al final el terceto se disuelve. Uno coge el tranvía y los otros dirigen sus pasos a sus respectivas tiendas de campaña. La noche vuelve a cernirse sobre esta capitá de provincias que muere en soledad. Faltan dos días para la Nochebuena y mañana Navidad. La plaza de Weyler, eso sí, con luces de colores que se encienden y se apagan porque estamos en fiestas. Muy kitch toda esta decoración luminosa que, francamente, no alegra una ciudad que se retira tan temprano a sus cuarteles de invierno.
Mientras subo por la rambla de Pulido pienso, a veces hago este ejercicio, que estoy en la ciudad que, por la sospechosa insistencia de su alcarde, albergará el proyectado museo Rodin.
Es lo que hay.
Por cierto, sobre las 12 entro en mi tienda de campaña. No me he tropezado con nadie mientras subía y subía… bueno, al paso me salieron algunas cucarachas pero en esta capitá forman parte ya de la decoración. De hecho, parece que gritan mientras corretean de un lado al otro ¡viva el museo Rodin, viva!
Como si de un mantra se tratara me taladra la cabeza mientras intento conciliar el sueño. O la pesadilla que a estas altura lo mismo me da.
Saludos, sucedió más o menos como se cuenta, desde este lado del ordenador