La cara y la cruz

EN MEMORIA DE CARLOS GAVIÑO DE FRANCHY

En estos últimos días se han ido padres y madres de amigos y conocidos a los que ahora se suma la desaparición de un amigo, Carlos Gaviño de Franchy, a quien tuve la suerte de conocer hace solo unos pocos años por mediación de una de esas personas que se cruzan en tu vida y luego se disuelven de ella como un terrón de azúcar en un café con leche…

Tuve la inmensa suerte, y escribo inmensa porque lo fue, de visitarlo en una o dos ocasiones a su casa donde quedé deslumbrado no solo por el aire a museo que se respiraba en cada una de las habitaciones del edificio que en su día diseñó José Enrique Marrero Regalado, el del cine Víctor de la capital tinerfeña, sino por una nutrida biblioteca de clásicos canarios que despertó mi instinto no bibliófilo, porque no lo tengo, sino bibliófago. Vamos, que devoro (aunque le cueste creerlo al cretino que sabe quien es) los libros más que amarlos locamente.

En los estantes desfilaban ante mis ojos títulos que ignoraba que existieran y una colección de folletines escritos en estas tierras que me encendieron el apetito porque solo con observar aquellas portadas podía imaginarme lo que contarían dentro. Literatura para todos los públicos, que conste en acta para los intelectuales que solo leen, no devoran, libros de caza mayor. En fin.

Aquella mañana además de mirar con ojos de enfermo aquella espectacular biblioteca nos sentamos hablar mientras su simpática perrita, ya mayor y ciega, no dejaba de acercarse a mi asiento para olisquear a Kala, que es mi leal compañera perruna. Kala es bastante arisca, así que entre los gruñidos de una y los ladridos de otra, charlamos de lo divino y de lo humano que suelen ser libros y esas cosas. También, cómo no, de chismorreo sobre gente a la que conocíamos pero sin hacer sangre porque a estas alturas de la vida no caben “más penas ni olvidos”.

En otra ocasión, Carlos nos invitó a almorzar en un restaurante por Guamasa y entre platos y vinos se nos fueron las horas mientras caía la tarde sobre una isla que le debe a este señor, probablemente, algunas de las mejores ediciones de libros que jamás hayan circulado por estas tierras. Ya en aquellos días, y retirado del oficio de vestir a los libros, había dejado que esta labor descansara en una de sus hijas.

A Carlos Gaviño le debemos algunas de las mejores ediciones impresas que se han publicado en Canarias así que nadie le puede reprochar que no supiera lo que estaba haciendo porque sí que lo sabía. Conocía su oficio como conocía la Historia de Canarias como la palma de su mano. Abrumaba, de hecho, con tanto saber de tantas cosas aunque su mundo, su debilidad, eran los libros. Esas ediciones a las que vestía con un sentido del gusto que supo legar a su hija.

Formó parte con Juan Hidalgo y Carlos Díaz Bertrana del grupo Boabab, del que me consta se está escribiendo un trabajo y fue íntimo amigo de Maud Westerdhal, de quien por cierto se cumplió este año que se nos va el centenario de su nacimiento.

Detrás deja una bibliografía como autor amplia y sesuda, valores que supo transmitir a todos los que tuvo a su alrededor, y permanecía al pie del cañón pese a que disfrutara de su jubilación a través de una bitácora virtual de referencia y con puntuales aportaciones en ese patio de vecinos en que se ha convertido Facebook.

Como relativamente vivíamos cerca, no era raro que me lo tropezara algún día mientras paseaba a su perrita ciega y yo a la mía. Nos deteníamos un momento, hablábamos de cualquier cosa menos del tiempo y quedábamos para otro almuerzo un día de estos…

Un día de estos… Voy a notarlo en falta. De hecho, escribo estas líneas y ya lo noto en falta.

En fin, estoy seguro que ya nos encontraremos un día de estos.

Un día de estos.

Buen viaje, Carlos, fue un privilegio conocerte.

MUSEO RODIN ¿Y AHORA QUÉ?

En la penosa gestión que sobre la crisis del Museo Rodin ha desarrollado el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife intervino en el último pleno del año el presidente del Ateneo de La Laguna, esa entidad que tras el incendio de su sede vive como en el aire, Claudio A. Marrero.

Pueden ver su modélica intervención, un tirón de orejas estricto, como de maestro de escuela, al alcarde y concejales que se han empeñado en que una iniciativa que nació bichada continúe adelante por sus cojones. Y disculpen lo de cojones pero no encuentro otro pseudónimo para explicar una decisión que no augura nada nuevo para la capitá santacrucera, esa que cierras su bares y cafeterías a las 11 de la noche porque a esa hora no hay ningún alma rondando por sus calles.

Claudio A. Marrero es un gigante, gigante de estatura y corazón, y salvo alguna bromita que se permite deslizar en su intervención no deja de ser lo que ya se dijo, una advertencia rigurosa al Ayuntamiento chicharrero del tremendo disparate que han decido llevar adelante. Claudio, que tiene un aire al padre Vergara de la serie 30 monedas o de pastor luterano, repartió leña como hay que repartirla, con educación. Los cogotazos por lo tanto iban de un lado al otro aunque conociendo a quien tenía delante… No sé, no sé yo.

Lo que me parece digno de estudio sociológico es que por un lado el Ayuntamiento anuncie en ese mismo pleno una solución dineraria a una batalla que en las últimas semanas hemos venido librando en este su blog El Escobillón, y es que se invierta dinero (23 millones de euros) para reformar el olvidado Museo de Bellas Artes. Por otro lado me sorprende que la concejala de Cultura, Gladys de León, diga algo así como que “una réplica de Rodin vale cinco minutos de Paulina Rubio”.

La cuestión es… ¿qué va a suceder a partir de ahora?

¿Se sentirán satisfechos los intelectuales, artistas y ciudadanía en general tras la escandalera levantada y se retirarán a sus cuarteles de invierno o continuarán la lucha, las protestas y las movilizaciones para forzar la paralización de una iniciativa en la que no confía nadie? Y cuando se escribe nadie es nadie (lo que incluye al alcarde y su equipo).

Ya ahondaremos en éstas y otras cuestiones porque no sé si los que hoy protestan mañana dejarán de hacerlo pero quien les escribe pretende seguir dando guerra.

Es decir, que tras aplaudir la intervención de Marrero, toca seguir recordando al Ayuntamiento que nadie, ni los que gobiernan el Consistorio, cree en ese Museo Rodin de la puñeta. Otra cosa, claro está, es el dinero que mueve…

Y colorín, colorado… Esto es todo por hoy.

Saludos, que les sea buena la nochebuena, desde este lado del ordenador.

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