La isla de los muchachos hermosos, una novela de Pedro Flores

Reconocido poeta, poeta que sabe observar lo que hay dentro de las turbias aguas estancadas para convertirlas en poesía, hasta ahora se conocía y se elogiaba la trayectoria como poeta de Pedro Flores, uno de esos tipos que al menos en mi caso ha logrado que me aproxime al arte de los versos cuando no soy lo que se dice un frecuentador de este género literario.

Algunos de sus libros sin embargo los he leído no como poemas sino como historias pese a que no tuvieran que ver nada o casi nada con la prosa poética, y prosa poética era lo que imaginaba que iba a revelarnos con La isla de los muchachos hermosos (Maclein y Parker, 2023), que es su primera novela. Un libro muy interesante en el que se aprecia la arquitectura de un texto que pone en pie para reflexionar, entre otros temas, sobre la fama, la creación y la poesía.

Escrita a través de varias voces, la novela sigue la trayectoria de Jesús Arévalo, que “tiene casi treinta años, es casi filólogo y no conduce”, tras las huellas de Bebo Ríos, un poeta de la isla que falleció a los dieciocho años dejando tras de sí un poemario, un relato y un diario novelado. Durante sus pesquisas, Arévalo irá descubriendo algo más de este personaje (¿inspirado en Félix Francisco Casanova?) a través de una serie de entrevistas con quienes le conocieron aunque, como sucede en Ciudadano Kane, al final el retrato que se da de Ríos resulta contradictorio. Un borrador de quien pudo ser un genio. Un genio que nace en un entorno poco dado al arte de la poesía como es la barriada de una gran ciudad.

Esta ciudad puede resultar Las Palmas de Gran Canaria aunque Pedro Flores la identifica con otro nombre, como otro nombre tiene esa isla en la que se desarrolla la persecución que emprende Arévalo tras Bebo Ríos, el cantor que pudo ser un genio si la muerte no lo borra del calendario de la vida.

La novela, que puede desconcertar a unos por la construcción narrativa que la define, resulta tremendamente adictiva no ya solo por la manera en cómo nos la cuenta el autor, poeta ahora reconvertido en escritor, sino por las líneas de investigación que abre y que cierra hasta llegar a un final que sin ser lo redondo que uno esperaba cierra una investigación en torno al secreto de la poesía, del arte de dibujar con palabras lo que no son sino sensaciones. Se nos cuenta el pasado literario de un poeta joven que nació y vivió sus apenas 18 años como un macarra. Su muerte se produce dentro de un automóvil, un automóvil robado.

La novela comienza con el diario de Bebo Ríos, que no es otro que La isla de los muchachos hermosos y continúa con algunos de los poemas de Cuartos de hotel, el único poemario que escribió y sigue con el relato en primera persona también de Eusebio Arévalo, el estudiante de Filología que tras descubrirlo, investiga. El libro añade además una serie de entrevistas en las que quienes conocieron a Bebo Ríos hablan de él. Esta parte es la más evocadora de Ciudadano Kane, donde era a través de la opinión de otros donde se daba un retrato muy abstracto de quién fue realmente ese fabuloso magnate de la prensa amarilla según el genio y el talento de Orson Welles.

Pero hasta ahí las comparaciones que en este caso no creo que resulten ociosas ni odiosas porque el caso es que si algo pone de relieve La isla de los muchachos hermosos es la calidad literaria que respira cada una de sus páginas aunque Flores no termine de redondear el acabado con un final que lleve, y conduzca también a los lectores, a un callejón no sin salida sino todo lo contrario, demasiadas salidas.

Otra de las características que encuentro en La isla de los muchachos hermosos, un título que encierra una gran verdad pero también una gran ironía, es la capacidad que tiene el poeta para narrar y que me haga pensar si la literatura que se escribe por estas orillas no habrá perdido con Flores a un prosista mayor, a un narrador que en su debut se plantea desafíos.

La novela reproduce algunos de los poemas que configuran esos Cuartos de hotel que a mi me recuerdan con este título a uno cualquiera de los cuadros de Hooper, y no es, al mismo tiempo, la primera vez en la que un poeta que salta a la prosa mira hacia atrás, hacia su pasado –acudir a los recuerdos dispersos de su existencia– para debutar con su primera novela. Así que son libres para decidir si Bebo Ríos no es otro que Pedro Flores pero ¿qué más da? El caso es que la novela se ocupa del fin de la adolescencia y del tránsito a la juventud aunque en el caso de Ríos no sepamos nunca hasta dónde pudo llegar con su talento porque falleció en un estúpido y grotesco accidente de automóvil.

La isla de los muchachos hermosos
es una novela agradecida de leer en estos tiempos de cambios y fantasmagóricos abismos. Y no, no es un libro despreciable sino más bien todo lo contrario.

LO MEJOR: La compleja arquitectura de la novela y el control de las numerosas voces que intervienen en ella

LO PEOR: El final de un libro que, tal y como anuncia el título, narra la vida en una isla de muchachos que una vez fueron hermosos

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

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