Carol Zardetto: “Volver es, de muchas maneras, un acto de reparación”

Carol Zardetto, abogada, escritora y diplomática guatemalteca, es autora de una producción literaria entre la que se encuentran títulos como El discurso del loco, cuentos del Tarot y Cuando los Rolling Stones llegaron a La Habana. También es guionista y autora del libreto de Tatuana, una ópera que reflexiona sobre “¿qué significa ser mujer?”.

La escritora, viceministra de Educación durante la presidencia de Álvaro Arzú y cónsul en Vancouver, Canadá, estuvo la semana pasada en Los Llanos de Aridane, La Palma, donde formó parte del V Festival Hispanoamericano de Escritores, un encuentro al que asistió porque “la construcción de una comunidad de escritores es importante y estar en Canarias, tan cerca de las costas africanas es un sueño hecho realidad”.

- Su primera novela publicada es Con pasión absoluta. ¿Qué aborda en esta novela?

“Lo que me llevó a escribir Con pasión absoluta fue la experiencia del retorno que es un arquetipo en literatura. Ulises, por ejemplo, con su viaje de retorno a Itaca. Las dificultades que implica volver y también, las consecuencias. La vivencia del exilio (forzoso o buscado) implica expatriarse y esto es un desgarro. Volver es, de muchas maneras, un acto de reparación que toma particular relevancia cuando se parte de un país atravesado por una historia tan trágica como la de Guatemala. Hay traumas históricos que exigen escapar, pero también precisan de ese acto de volver, de recuperar la memoria no solamente para comprender qué pasó, sino para repensar la propia identidad y reconciliarse. Con pasión absoluta es una novela de recuperación de la memoria familiar, pero también de la memoria colectiva y, para mí como escritora, una manera de posicionarme frente a lo acontecido durante la guerra civil de mi país. Creo que a lo largo de mi carrera he tratado el tema del cruce entre la biografía y la historia, sobre todo afincándome en el hecho de recordar”.

- Publica libros de relatos y novelas, ¿qué características destacaría entre uno y otro género literario?

“La novela es un género magnífico que lo permite todo. Hubo en cierta época, la fijación por un formato rígido pero el tiempo ha demostrado lo que Cervantes siempre supo, la novela es un producto cultural complejo y admite la reflexión, lo escénico, lo ensayístico y, sobre todo, una multiplicidad de relatos entre los que el autor tiende vasos comunicantes. El artificio de una estructura que une elementos dispares para crear una unidad de sentido. Un relato es una obra de síntesis muy parecida a la poesía. Debe evocar un universo en una sola acción, comprender a un personaje con un gesto. Ambos géneros tienen su propia dificultad. Cuando se concibe una historia, ella misma pide qué forma necesita para expresarse. A veces extenderla la arruina; o, por el contrario, exige extensión, desarrollo”.

- También ha escrito un libreto para una ópera guatemalteca, Tatuana, ¿cómo fue esta experiencia?

“La experiencia de lo escénico me fascina porque sucede en un eterno presente. Tatuana fue un enorme desafío pues se trataba de escribir algo que pudiera ser transformado en música. Y luego, la experiencia de escuchar mis palabras realzadas por el poder emotivo que tiene la ópera. Fue una experiencia inolvidable. Además, esa obra me permitió ahondar en una interrogante vital: ¿Qué significa ser mujer? Especialmente bajo la premisa de que, serlo, ha implicado a lo largo de la historia diversos tipos de represión desde la cultura, el poder político y social”.

- En una entrevista leo que tiene el proyecto de escribir la vida de la mujer en la Guatemala colonial con el mismo nombre que la ópera, Tatuana. ¿Cómo lleva este proyecto?, ¿y qué o quién es Tatuana?

Tatuana es una leyenda mesoamericana. Las versiones varían, pero básicamente trata de una mujer que viola las normas sociales y es condenada por la inquisición. Antes de ser ejecutada, Tatuana dibuja un barco en la pared y escapa. Recuerdo que, en la ciudad de Antigua, había un lugar en ruinas, donde pintaron un barco en la pared con carbón. Cuando yo era niña, me gustaba visitar este lugar para verlo… la huella de una mujer que deseaba escapar me conmovía. Después de escribir el libreto, me surgió el deseo de ahondar en los temas que esa mínima historia sugiere. Y en eso estoy: buscando el lenguaje y la forma para contar lo que siento dentro al regresar a esa imagen: un barco que libera a una mujer. Es quizá el tema de la fuga, un recurso para quienes la libertad no está dada”.

- Es autora también de la novela Cuando los Rolling Stones llegaron a La Habana, que se publica en 2019. ¿Cambió algo en Cuba tras la visita de los Stones?, ¿que nos cuenta en esta novela?

“Esta es una novela que utiliza la experiencia cubana (a través de una pareja de viejos revolucionarios) para poner sobre la mesa un tema eterno: la utopía. Es decir, el ideal humano de sociedades más justas y solidarias pero que, con frecuencia, termina carcomido por la corrupción, el abuso de poder y el desencanto. La ortodoxia de las ideologías que se vuelven una camisa de fuerza. Y nos deja con la sensación de que la utopía es más un camino que un lugar de llegada y que, no obstante los fracasos, la tarea de alcanzarla estará siempre vigente. La visita de los Rolling Stones a la Habana juega en esta novela un papel metafórico. El tema del deseo insaciable que nos arroja a la insatisfacción ilimitada en las sociedades de consumo y que es como una llama atractiva, pero que nos quema. El concierto es un contrapunto, nos lleva a ese lugar tan bien retratado por los Stones: I can´t get no satisfaction”.

- Fue viceministra de Educación en Guatemala y cónsul general de Guatemala en Vancouver… ¿Refleja la vida política en su literatura?, ¿cómo recuerda su paso por la política, pudo serle útil como material literario?

“Creo con firmeza que la vida y la gente con la que nos encontramos tienen dimensiones no aparentes que logran conectar con aspectos ocultos de nuestra propia humanidad. Este punto de contacto es el origen de lo que escribo. Trato de interpretar lo que me intriga de la experiencia vital y dilucidar lo que me está diciendo, aunque no siempre es fácil desentrañarlo. Al ver mi vida en retrospectiva, entiendo que siempre me interesó la historia, la política. Son afinidades personales. Pero me gusta la forma que toman estos temas en la literatura o en otras expresiones artísticas. El arte es un espacio que permite la reflexión, el cuestionamiento y, sobre todo, el juego. La re-presentación de estos temas me interesa más que dedicarme a la política. Dicho lo anterior, he disfrutado mucho de mi participación en puestos públicos y me ha dejado muchas historias que contar”.

- En un mundo en el que la inteligencia artificial amenaza con desplazar al hombre ante todo tipo de tareas, ¿hasta qué punto sirve la literatura?

“Quizá el temor a la inteligencia artificial debería hacernos repensar qué es la inteligencia. Y luego, cuestionar qué es el conocimiento. Los seres humanos somos mucho más que almacenamiento de datos o maquinas que pueden conectar información. Hay elementos complejos como la cultura, la imaginación, o la propia subjetividad. ¿Podemos hablar de subjetividad en un producto de inteligencia artificial? En cuanto a la literatura, es un fenómeno, meramente humano, de intima conexión con el otro. No se trata de una forma o de un formato. Se trata de una experiencia. Por tanto, no creo que un poema escrito por la inteligencia artificial pueda interesarme tanto como lo que escribió Alejandra Pizarnik desde su cuerpo, su vida y su tragedia personal”.

- ¿Le pesa como escritora guatemalteca la sombra siempre de un escritor como Miguel Ángel Asturias?

“Yo creo que sustituiría las palabras “sombra” y “pesa” de su pregunta. Más bien diría que Asturias ilumina y libera porque se trata de una mente genial que tuvo la capacidad de ver Guatemala, de dilucidarla. Esa claridad de Asturias nos sigue alimentando a los escritores guatemaltecos, como una gran madre nutricia. Además, contar con autores como Asturias nos entrega un legado muy preciado. Me parece que la literatura se construye a partir de estos legados generacionales que alimentan a quienes vienen detrás. No solamente lo admiro, sino que siento su literatura como parte de mi experiencia de ser guatemalteca”.

- ¿Qué elementos considera prioritarios en su literatura?

“Mi literatura es muy experimental. Me gusta jugar con muchos elementos: la vivencia de los personajes, pero también su entorno geográfico, físico, las conexiones culturales que me permite hacer y que forman parte de la atmósfera de la obra. Siempre trabajo de una manera intuitiva y nunca sé a dónde me va a llevar una historia. Me encantan las palabras. Con frecuencia busco su etimología para comprenderlas, habitarlas. El lenguaje es lúdico y lo disfruto. Tengo temas recurrentes: los relatos de la memoria, el cruce entre la biografía y la historia, el tema del deseo como un poder complejo y poco comprendido, que nos asusta y nos fascina. Me gusta la literatura que nos sumerge en una atmósfera bien construida. Trato de hacer eso con lo que escribo”.

- ¿Reconoce influencias de otros/as escritores/as en su obra?

“Yo aprendí a escribir leyendo y soy el resultado de esas lecturas. Sin embargo, no puedo definir qué autores me han influenciado de forma específica. Pero para responderle: he leído mucho en inglés y, por tanto, la narrativa norteamericana del siglo XX seguramente me ha influenciado. De igual manera, el boom latinoamericano me marcó en términos de cómo ver y sentir Latinoamérica, cuáles son nuestros lenguajes y los vasos comunicantes de nuestra cultura.
En los últimos años, he leído a muchas escritoras. Ahora me interesa mucho la percepción femenina del mundo y creo que hay obras extraordinarias que estoy disfrutando mucho. Me gusta también la no ficción. Reportajes y libros de grandes aventuras, biografías”.

- Son malos tiempos para el periodismo, ¿cómo vive esta crisis, a la que se suman secuestros de ediciones, persecuciones a profesionales en los países que forman Centroamérica?

“Es un tiempo fundamental para repensar el periodismo. Por una parte, vivimos el desafío de los enormes cambios en la manera en que nos comunicamos. El periodismo debe hallar su lugar en estos nuevos lenguajes. Sin embargo, nunca como hoy se difunden las noticias, la democratización en la información es un espacio de oportunidad para tener mayor incidencia. También para participar en un esfuerzo colectivo por combatir los males que se han multiplicado: propagación de desinformación, discursos de odio, etc. También hay desafíos de sostenibilidad. Los tiempos de cambio presentan enormes posibilidades creativas. Emociona y preocupa.
En cuanto a la represión política, el periodismo tiene un papel importante que jugar frente al abuso del poder público, pero debe ser estratégico. No jugar el juego que le propone el creciente poder autoritario y populista. Ayudar a la gente a salir de los hechizos de la propaganda. Un periodismo que alimente el pensamiento crítico, pero que también logre poner sobre la mesa la agenda de discusión que le dicta su propio ethos. No siempre es fácil, especialmente cuando tenemos ejércitos mercenarios de net centers manipulando la percepción.
Finalmente, hay que hallar espacio para el periodismo de profundidad. Los grandes reportajes que hay que sentarse a leer y que nos invitan a reflexionar. No todo lo que vale la pena contar cabe en un tik tok, o en un hilo de X”.

FIRMA FOTO: Lucía Barrios

Saludos, dentro y fuera de la casa, desde este lado del ordenador

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