Tributo a David Goodis

21165564881.jpgSalvo aisladas referencias en la prensa especializada francesa, argentina y norteamericana, este año ha pasado desapercibida la doble conmemoración del nacimiento (90 años) y muerte (40 años) del que quizá sea uno de los más grandes escritores estadounidenses de novela policíaca de todos los tiempos: David Goodis.
 Los iniciados en el turbulento universo del escritor han celebrado casi a escondidas, como si miembros de una sociedad secreta se tratara, su aportación a la novela negra, donde legó un puñado de novelas que trascienden las fronteras del género para transformarse en literatura a secas. Y en muy buena, excelente, literatura.
 Casi todas sus historias transcurrieron en su Filadelfia natal, pero en los barrios bajos, poblados por personajes que han hecho historia en el género como los perdedores. Vagabundos, alcohólicos, seres en definitiva a la deriva, David Goodis supo encontrar también poesía en sus protagonistas sin casta, héroes que, al margen de la ley, sacan a relucir lo mejor de ellos mismos en situaciones al límite. Sus personajes, además, viven infiernos personales reales, pero no por ello renuncian por solidaridad a aspirar a ser mejores personas. Lo que no significa en sus novelas traspasar el submundo en el que se encuentran, mejorar socialmente, sino aportando humanidad a un universo donde la traición campa a sus anchas.
 Personaje de vida turbulenta, siempre al borde del precipicio, descubrir la obra de este narrador es una invitación no ya al entretenimiento sino también al esclarecimiento de las bondades del alma, un viaje complejo en el que el escritor, recurriendo a todos los tópicos que han hecho grande al género, empleó para contemplar el auge y caída de cada uno de nosotros.
 Como pasa casi siempre, su obra pasó prácticamente desapercibida en los Estados Unidos hasta que llegó a Francia y fue reivindicado por gente como  Sartre, Camus o Gide, quienes calificaron su producción literaria de  existencialista, quizá porque su temática describe el absurdo, la desesperanza y la falta de horizontes de cada uno de nosotros. Protagonistas de un universo en el que solo somos corredores de fondo.
 La chica de Cassidy, Viernes 13, Disparen sobre el pianista, La senda tenebrosa, Fuego en la carne, Calle sin retorno o La luna en el arroyo, son algunos de los títulos de sus mejores novelas, historias sobradas de un lirismo que todavía hace mella en sus lectores, aficionados que, como este que les escribe, no se cansa de leerlas mientras se pregunta cómo a los buenos de verdad se les margina y a los malos se les encumbra. Qué ironía, parece la trama de una de sus novelas…

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