El culebrón continúa…

El culebrón de la II Bienal de Artes, Arquitectura y Paisaje continúa. Bien es verdad que tras la polémica desatada por la incendiaria carta de Octavio Zaya parece que ahora las aguas vuelven a tranquilizarse, aunque la sombra de la tormenta amenaza en el horizonte, así como deja constancia del vacío casi existencial que planea sobre esta interesante propuesta. El último disparo del que tenemos noticia lo publicaba ayer la periodista Mayte Méndez en la sección de Cultura de La Opinión de Tenerife, donde advierte por boca del actual cautivo y desarmado viceconsejero, Alberto Delgado, que el Gobierno de Canarias ha pasado el informe Zaya a los servicios jurídicos para que éste justifique el dinero recibido por el Ejecutivo regional por su trabajo realizado. A todo esto, Delgado sigue empeñado en dar continuidad a la Bienal, para lo que ha nombrado a un nuevo director, Juan Manuel Palerm, que intentará dar un final feliz al culebrón en noviembre, que es la fecha prevista para la inauguración de esta iniciativa. Lo que me produce escalofríos y ya estoy viendo declaraciones y titulares cuando nos encontramos nadando en tan otoñal mes, es la advertencia que nos deja caer el viceconsejero: “es absolutamente cierto que no hay nada preparado”. ¿Nada preparado a estas alturas del año? pregunto yo.

No quiero ni imaginar cómo será esta Bienal. Todavía mantengo fresca en mi memoria la oportunidad que me brindó el Gobierno canario durante la primera en Fuerteventura. Claro que Fuerteventura, además de ser una de las islas más hermosas del archipiélago, todavía conserva una fuerza telúrica que estremece, y una sensación de que estás al borde del mundo que te devuelve a tu ser más primigenio… No sé si esa era la intención, pero esas sensaciones de alguna manera me hicieron cambiar mi visión de Canarias y de mi entorno, y ser consciente también de lo inútil que resulta esa obsesión de mirarnos el ombligo que tenemos los habitantes de las ínsulas.

Lo importante de esta entrevista, y del culebrón Zaya-Delgado, no sólo Zaya, callos curturales aparte, es que debe obligar al viceconsejero a replantearse su gestión, evitando vicios heredados, lo que significa que tiene que desmontar estructuras pasadas roñosas o poco receptivas a sus órdenes.

También debe cuidar anuncios como “no hay nada preparado” con el fin, sospecho, de pasarle el marrón a Zaya, y si bien es correcto que exija a Zaya su trabajo cobrado, el contribuyente debe exigirle también al viceconsejero que haga su trabajo, que es el de gestionar la cultura y controlar a toda la tribu de culturetas amancebados que le rodea, por lo que me temo que el culebrón continúa… 

Así que lo dicho: continuará… 

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