‘Muchas veces me pediste que te contara esos años’

Personalmente creo que el escritor y periodista tinerfeño Juan Cruz es el autor de uno de los mejores títulos literarios de los últimos tiempos, Crónica de la nada hecha pedazos, título que para mi resume a la perfección esta Canarias nuestra en la que vivimos, islas de plácida ignorancia que son paisajes que voluntaria o involuntariamente se han transformado en geografías recurrentes en sus últimas ficciones. Independientemente de mis gustos como lector, un fabuloso potaje o puchero donde se mezclan novelas y cuentos que (soy consciente) inflama y hace subir por las paredes a la crítica académica, debo de reconocer que la última ¿fabulación? de Juan Cruz, Muchas veces me pediste que te contara esos años, me ha atrapado como lector al sumergirme en estas ¿memorias? donde he podido conocer de cerca y a través de la voz de otro una amplia galería de personajes que forman parte de mi imaginario (y supongo que del imaginario de otros muchos también) de un Tenerife del que tengo vago recuerdo, aunque esté presente en mi memoria en blanco y negro.

Muchas veces me pediste que te contara esos años dibuja con estremecedor pero también inquietante realismo las penurias de un joven periodista en un periódico de provincias y su relación con el director de ese diario, un hombre excepcional incluso en sus errores que “vivía en alcohol y noticias”.

Su retrato de don Ernesto, el director del periódico, no puede resultar, en este sentido, más auténtico, vivo y sincero en una palabra. “Le respeté porque me enseñó a mirar la vida como un periodista, con cinismo y también con indiferencia”. No puedo olvidar tampoco los perfiles apasionados y apasionantes de leyendas como Domingo Pérez Minik y de glorias de la prensa insular como Víctor Zurita, Luis Álvarez Cruz o Alfonso García-Ramos, entre otros. Perfiles que dignifican un oficio tan vapuleado como es el de la prensa escrita tinerfeña.  

En algunos momentos, confieso, me ha erizado la piel la lectura de esta ¿novela? pero también ha alimentado mi nostalgia por un tiempo pasado que no recuerdo mejor pero sí rodeado de personas a las que amé y ya no están a mi lado. Además, el escritor ha sabido tocar mi vena sensible, y cogido de su mano he vuelto a escenarios que ya no existen pero que también forman parte de mi mítica isleña.

Lo peor que puede pasar con la lectura de este libro (y eso me ha pasado a mí mientras lo leía) es sentir el vacío del tiempo, “ya tu patria es el tiempo”, mientras Juan Cruz desnuda para los demás situaciones vividas, películas que le atraparon y libros que forman parte ya de su experiencia. Uno se queda tras concluir las páginas de Muchas veces me pediste que te contara esos años algo mareado de tristeza. Pero lo peor es que no sabes exactamente el por qué. Quizá, reflexiono ahora, porque Cruz cuenta cosas que tú no has vivido pero que has sentido igual.

Debo confesar que cogí esta novela sin demasiadas esperanzas, pero también debo confesar que no me esperaba el golpe que me ha brindado. Puede ser, pienso ahora, porque estas ¿memorias? están escritas con  melancolía, como advierte la contraportada del libro editado por Alfaguara. Lo único que sé es que sus páginas no han dejado de conmoverme  y abrir heridas que creía ya cicatrizadas. Me ha obligado, en definitiva, a echar un vistazo a mi existencia y a que me dé cuenta de que hay muchas cosas almacenadas en esta cápsula que soy yo y de las que no me siento muy satisfecho.

La lectura de Muchas veces me pediste que te contara esos años ha  supuesto así casi una provocación. Y tiene valor, pienso ahora, que ese señor de provincias que se fue a Madrid con lo puesto para abrirse camino me lo suelte a la cara y que sea yo, lector, quien me ruborice por explorar sus entrañas.

No, no me siento nada cómodo como mirón. No me quito esa sensación de haber transgredido territorio sagrado y sobre todo fascinado por la brutal sinceridad de sus páginas. Páginas que aún me golpean la cabeza, hieren y me han hecho caer en esta extraña tristeza.

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