Una reflexión sobre jazz y Francis Scott Fitzgerald, mientras suena The Pasadena Roof Orchestra

Hubo un tiempo en el que cuatro amigos decidimos ir contra el tiempo. Finales de los 70, principio de los 80. La banda sonora la puso The Pasadera Roof Orchestra, una formación de origen británico que se especializó en interpretar viejos éxitos de los 20 y los 30. Tengo casi todos los discos de esta gente, aunque luego, y gracias a mi padre, me fui iniciando en música más seria. Me refiero al JAZZ con mayúsculas y no al que tocaban los blancos, exclamaba mi padre con un punto de desprecio. Hacia el jazz blanco, que se entienda.

De todas formas, las canciones de la Pasadera forman parte de esa idiotez que afirma que son parte de la banda sonora de mi vida… Me he comprado otros discos del conjunto, pero cuando ahora los oigo no es lo mismo. The Pasadera Roof Orchestra será para mí siempre la Pasadena donde cantaba John Pazz Parry, y no la de los sucesivos cantantes que tomaron el relevo cuando el originario decidió cerrar su carrera como intérprete melódico.

De entre todos los discos de esta gente cuento con algunos esenciales, como son Isn’t it romantic y The show must go on. Lo de el show debe continuar se ha convertido casi en lema de mi existencia, que hoy más que nunca está al borde del abismo, que es ese pozo sin fondo donde esperas ver al monstruo que no es otra cosa que tú mismo.

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Los cuatro amigos escuchábamos a The Pasadera, tomábamos dos botellas de champaña barato (Dubois, para más señas) y leíamos a los escritores de la generación perdida norteamericana, en especial al gigantesco Francis Scott Key Fitzgerald (fotografía). Más tarde descubrí a otro grande, Ernest Hemingway, y a otro igual de colosal, John Steinbeck, y también a Dos Passos… y a Faulkner si también desean meterlo en el mismo saco. Pero por aquel entonces el escritor que nos marcaba el errático mundo a seguir era Fitzgerald. Me leí todas sus novelas, también bastantes de sus cuentos. A este lado del paraíso me inició en el tonto mundo adolescente de un chico romántico; Hermosos y malditos me dejó claro que todo lo bueno (sin dinero) se acaba; El Gran Gatsby que los chicos ricos por mucho que te acojan en sociedad no te van a tolerar si te crees que eres uno de ellos ya que no formas parte de la tribu; Suave es la noche que la vida es triste porque no se puede vivir con la nostalgia de una felicidad que ya ha terminado y El último magnate, que fue su última e inconclusa novela, que no se puede ser un solitario enamorado rodeado de tiburones…

Me temo así que dos grandes influencias en mi vida fueron las novelas y cuentos de este escritor (recomiendo la lectura de Las aventuras de Pat Hobby y también los ensayos compilados en el Crack Up, entre otras curiosidades fitzgeraldianas) y la música de The Pasadena Roof Orchestra. En este caso sí que puedo afirmar que resultaba una buena banda sonora, banda sonora que todavía me hace silbar cuando me despisto canciones como I’ll see you again o Dream a little dream of me…, entre otras melodías populares de lo que ahora se conocen como los años locos (los 20).

Afortunadamente la educación musical a la que fui sometido por mi padre me mostró tiempo después que el jazz no es cosa de blancos. Y una vez descubierto el gran secreto, descubrí lo que eran capaces de hacer maestros como Duke Ellington y Lois Armstrong con el piano y la trompeta. De su mano fui conociendo a otros grandes genios de una de las músicas más geniales de todos los tiempos, lo que hizo que hoy cuente con una discografía cuanto menos interesante y variada sobre esa música cuya base se sustenta en la improvisación. 

De los cuatro amigos que nos sumamos a la moda retro sin saberlo, hoy sólo quedamos tres vivos. Uno de los más queridos se me fue por voluntad propia hace dos años (cómo diablos pasa el tiempo), mientras que los otros dos han seguido más o menos nadando en esta marea que es la vida. De vez en cuando los veo pero rara vez rememoramos nuestros años de adolescencia que para mi fueron tan felices. Es probable, en todo caso, que el idiota y nostálgico sea quien les escribe.

Ya no leo a Fitzgerald, apenas escucho a The Pasadera Roof Orchestra y por supuesto ya no me empapo de la cultura de los 20 para escapar de la realidad que tanto nos aprisiona.
Ahora todo es distinto. Pero también menos feliz.
 

No Responses to “Una reflexión sobre jazz y Francis Scott Fitzgerald, mientras suena The Pasadena Roof Orchestra”

  1. adrian Says:

    wow… me hubiera encantado estar ahi para saber mas al respecto, por lo mientras busco informacion de esa epoca y simplemente es dificilisimo encontrarla. Creo que simplemente no sabré mucho al respecto a menos que consiga a otros amigos que les interese y retroalimenten mi informacion.
    muy buena reflexion
    suerte!

  2. Javier Says:

    Totalmente de acuerdo: John “Pazz” Parry mucho mejor que Duncan Galloway. ¡Qué canciones aquellas!:
    It seemed like a good idea at the time
    Back in your own backyard
    Dream a little dream of me
    As time goes by
    If I had a talking picture of you
    The broken record
    Pennies from heaven, etc.

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