Viejuno que se hace uno

Es curioso pero ¿no se han dado cuenta que los progres te miran por encima del hombro cuando reconoces que tú también has leído El señor de los anillos? ¿Y que también disfrutaste con las tres millonarias películas de Peter Jackson?, ¿y qué conservas como oro en paño la primera versión en dibujos animados del que prometía iba a ser demoledor maestro de la animación Ralph Bakshi?

Comencé a sospechar que algo olía a podrido con esa odiosa comedia que tanto furor hizo en los 80 llamada Ópera prima, ópera prima del por aquel entonces desconocido Fernando Trueba. Se reía Trueba de El señor de los anillos aunque le perdono la tontería progre por el respetuoso homenaje que le hace a J. D. Salinger en la misma película. Muy qué chachi soy, eso es verdad, pero homenaje al fin y al cabo…

Yo me inicié en el universo de El señor de los anillos al ver deslumbrado en el cine Víctor la versión de dibujos animados. La vi con uno de mis mejores amigos y al salir de la sala sólo teníamos una idea: hacernos con el libro para ver cómo diablos terminaba aquella historia épica. Pero sobre todo en mi caso, para saber si moría realmente Gandalf… No podía creerlo. 
Fue unas Navidades cuando me regalaron el primer tomo, editado por Minotauro y que aún conservo a duras penas. Mi amigo y yo iniciamos entonces una competencia lectora para, cuando coincidíamos o quedábamos para un cine o comer una hamburguesa, revelaro con una crueldad intolerable lo que pasaba en el próximo capítulo. Recuerdo que llegué bastante turulato al tercer tomo, y que una vez que se tiraba el dichoso anillo cerré el libro y me dije basta.

Mi amigo continuó con las doscientas y pico páginas posteriores y antes del definitivo FIN, y me animó a que lo terminara pero dije NO. Dejé que reposara la obra y al cabo de varios años después me leí el resto. ¿Me impresionó? Un ligero encogimiento de hombros. Un ni fu ni fa. Es lo que hay.

Más tarde llegó a mis manos El hobbit, y disfruté con el libro. Pero di por imposible a su autor, Tolkien, con el Sillmalirion y otros volúmenes sobre su mundo imaginado porque me aburría. Esto me da derecho a decir que sí, que leí a Tolkien, y también que considero El señor de los anillos su mejor libro. Libro que me marcó, además, pero que tiene fecha de caducidad. Es decir, que hay novelas que son necesarias leer cuando te llaman o las llamas. Guardián entre el centeno, de Salinger, es un libro para lectores de 17 años. Y lo es porque te deja noqueado, es cómo si su protagonista Holden Caupfield fueras tú deambulando por la ciudad a esa edad… Luego está Lovecraft, que es uno de esos grandes escritores que si lo lees pasado los 20 ya no es lo mismo. No vas a sentir el miedo espectral ante lo ominoso de la misma manera.

 Con El señor de los anillos pasa una cosa parecida. Claro que para eso es exigible una mente abierta, y apetencias genéricas como lector.

Les cuento todo esto porque ayer, durante una cena con Jorge Herralde, miraba al editor en la distancia y pensaba de que manera podía agradecerle los buenos momentos que pasé devorando las novelas que en su día editó la colección Contraseñas de Anagrama. Allí me tropecé con Bukowski, del que es verdad que una vez te has leido una de sus historias es como si ya te hubieras leido todas;  Jack Keruack (aunque mi edición de La carretera es la de Bruguera), los artífices del Nuevo Periodismo, entre ellos el delirante Hunter S. Thompson, escritores que abonaron aquellos mis años con sus historias.

Para mi desgracia no pude decirle nada a Herralde, y mucho menos cuando finalizó la cena porque prácticamente se lo llevaron en volandas. Lo vi irse rodeado de los de siempre. En fin, que le vamos a hacer.  Claro que yo hablaba al principio de que a los progres no les gusta El señor de los anillos y ahora que me doy cuenta (viejuno que se hace uno) he llegado a la conclusión de que ahora ¿a mi tampoco?
Eso sí, que Dios me coja confesado.   

No Responses to “Viejuno que se hace uno”

  1. el amigo que leyó El Señor de los Anillos Says:

    Volvía a leerlo un par de años después y no me decepcionó. Cuando llegó muchos años después la trilogía de Peter Jackson (también guardo como un tesoro la versión de Ralph Bakshi, así como ciertos pasajes de Ópera Prima), intenté volver a leerlo y me compré una edición de bolsillo para no estropear la muy ajada primera trilogía que compré. Es cierto que no la acabé esta vez, pero la razón es muy distinta al aburrimiento: simplemente me detenía en las descripciones de los paisajes, en la naturaleza que amaba y describía. Descubrí que El Señor de los Anillos es también un libro para paisajes del alma y entonces seleccioné qué capítulos quería leer. Pero eso te lo cuento no ya con una hamburguesa, pero sí con una buena cena. Los tiempos también cambian para esto.

  2. editorescobillon Says:

    Le agradeceré siempre a esta novela los fantásticos buenos ratos que me hizo pasar. También aquellas inagotables charlas con la mente puesta en los fantásticos paisajes del libro. Pero la edad, amigo mío, ha logrado lo que parecía imposible, que no me apetezca volver a enfrentarme al libro. Libros. Si ya lo digo yo… viejueno que se hace uno.
    Mi despedida, no obstante, va en clave: la palabra que exclama Gandalf para abrir las pesadas puertas de Moria.

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