Michael Crichton, una rápida reflexión sobre el autor de ‘La amenaza de Andrómeda’

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Nunca fui un seguidor de la literatura fabricada por Michael Crichton aunque le reconozco el mérito de que haya sumado a la causa de la fantasía y la especulación a numerosos lectores que no salen de los perímetros de los súper ventas. La primera obra que llegó a mis manos de este escritor la editó en su día Bruguera, y se llamaba La amenaza de Andrómeda, de la que por cierto Robert Wise hizo una excelente traducción cinematográfica en la película del mismo nombre. Más tarde, fui de los que también leyó su quizá novela más exitosa, Parque Jurásico, título que ni fu ni fa, aunque me dejé engañar por la magia de los efectos especiales que empleó Spielberg en otro de sus títulos rompetaquilla que jalonan su extraña carrera como cineasta en busca de una voz de autor. ¡Cómo si le hiciera falta!

En cierta ocasión le leí a un conocido crítico español comparar los universos de Crichton con los de Conan Doyle, lo que me enojó mucho, porque soy de los que pienso que Conan Doyle es uno de esos grandes escritores populares que no merecen comparaciones, y mucho menos con Crichton. Y no, no es que le tenga manía al escritor que perpetró novelas como Sol naciente o Acoso, pero el caso es que siempre sospeché de su novelística. Vamos, que me parece un escritor que inició su carrera con cierta intensidad, intensidad que se fue apagando a medida que pasaba el tiempo en favor de productos muy bien facturados pero vacíos, muy vacíos de fondo. Es mi opinón, y como todas las opiniones, discutible.

El caso es que esta reflexión me la ha procurado conocer ayer mismo la noticia del fallecimiento del escritor, y me he dicho que por lo menos se merecía unas líneas aunque no sea uno de mis autores de cabecera. Eso sí, como cualquier hijo de vecino me imagino que habré visto todas las películas que se han basado en ellas, y ninguna, que sepa, ha terminado por marcar mi devenir en esta vida con tan pocas sorpresas salvo la de que te den la patada en tu lugar de trabajo y te pongan en la calle. Pero esa es otra historia.

Algunos meapilas verán en este comentario prejuicios hacia la literatura que rompe en ventas pero nada más lejos de la realidad. De tanto en tanto compró novelones de Stephen King, que es un escritor que no suele decepcionarme porque me ofrece lo de siempre pero contado de otra manera, así como Ken Follet (sus aventuras bélicas no la de construir catedrales); Thomas Harris y tantos otros que ahora mismo no me vienen a la cabeza, por lo que me considero un lector sin demasiadas complicaciones cuando me enfrentó a cualquiera de estas historias que nacen con la sana vocación de que se vendan más que se lean, pero no meto en esa lista a Crichton porque, la verdad, siempre me parecía que escribía para hombres y menos mujeres de clases medias altas. Es decir, con un puntito estoy por encima de los parias de la tierra que, divagación tontorrona la mía, me molestaba. Y bastante.

En fin, que ha muerto Michael Crichton, a quien probablemente se le recordará por Parque Jurásico y no por La amenaza de Adrómeda, su mejor novela, digan lo que digan, y casi profética al revelar como una enfermedad de origen extraterrestre puede borrar de un plumazo a la humanidad sobre la faz de La Tierra.

Seguro que descansa en paz.

Y no, no al ¡¡¡CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!

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