¡El horror, el horror!

(Para quitarnos el susto del apagón. Y es que sin electricidad no somos nada…)

Esto que les cuento sucedió hace muchos años. La ciudad donde transcurrió la fantasmada: Madrid.

Noche de copas, de risas, y de acentos. Acentos de aquí, ajenos a las sonoras Ces y Zetas, y acentos de allá, que pronuncian casi a redoble de tambor las Zetas y distinguen tan bien las Ces.

Nos metemos en un antro que responde al inquietante nombre de Yedra. Un local estrecho, con una parte baja a la que se podía acceder bajando unas escaleras de cemento. El momento mágico. O más bien de siniestra pesadilla se produce justo cuando bajo con los colegas a esa parte baja. El olor rancio, el humo de los cigarrillos, el entrechocar de los vasos y de fondo, como tétrica banda sonora, panderetas y guitarras.

Todavía recuerdo lo que pensé: “Estoy muerto y bajo al mismísimo infierno”. No me equivocaba salvo en lo que estaba muerto. Aquello si no era el mismísimo infierno sí que era la antesala del mismísimo iniferno. ¿Por qué? En un cuadrado diminuto, cerrado, ¡sólo había tunos! ¡millones de apretados tunos!

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Subí corriendo la escalera y a trompicones me hice espacio para salir como poseido de aquel antro. El Yedra.

Confieso, no obstante, que cada vez que pasaba ante ese local de pesadilla una voz venenosa me sugería que volviera a experimentar aquella experiencia de terror. Y que como un personaje de Lovecraft, pusilánime ante los horrores primigenios, casi me convenzo. Afortunadamente, triunfó por una vez en mi vida la sensatez, pero como un eco terrible todavía se despierta la alarma en mi cabeza cuando alguien me dice lo de yedra y tuno. Tunante. Tuno.

Qué Dios me perdone, pero me daaaaan escalofríos. No ya tanto la yedra sino los tunos. Y descubrir ahora que la ciudad de La Laguna va estar invadida por una jauría de estudiantes dándole a la dichosa panderetas y las guitarras cantando lo de Clavelito de mi corazón… pues, pues me inquieta. Es más, la piel no se me pone de gallina. Es que me salen hasta ronchas.

Los chicos de negro y con cintas de colores darán la murga este fin de semana. Concretamente mañana, viernes, y el sábado con motivo (qué viruje, y no es por el frío) del Certamen Internacional de Tunas. La organización espera celebrar pasacalle (calle Herradores y La Carrera) pero con la que está cayendo hoy, tengo suerte y se suspende… Aunque igual mañana sale el Sol, y es que estos tunos seguro que han firmado un pacto si no con Satanás sí con Cthulhu. Después todos se pondrán a cantar en el patio (venga al aire libre) del Casino lagunero.

El sábado está previsto que den la nota en la plaza del Adelantado. Pero si cae la que está cayendo hoy, insisto, marcharán al Orfeón La Paz a cantar lo de Margarita tiene un amor por si todavía se canta esta cosa. Que supongo que sí, porque por algo son tunos tunantes.

Me pongo a pensar en la que me espera, ahora que soy medio lagunero, y sólo puedo mascullar como el Kurtz de El corazón de las tinieblas: ¡El horror, el horror!

P.D.: La foto que ilustra estas líneas corresponde a la película El hombre que ríe. El filme está basado en la extraordinaria y densísima novela de Víctor Hugo.

Saludos desesperados y febrilmente aterrados a este lado del ordenador. 

No Responses to “¡El horror, el horror!”

  1. Ike Janacek Says:

    Jajajajajajajjajajajajaja….. ayyyyy…

    Es risa nerviosa, no crea usted… le aseguro que este numinoso fin de semana no pienso poner un pie en la calle.

  2. El Arregui Says:

    Como pasa el tiempo, soy uno de los colegas que bajaron contigo al infierno (más de una vez).

    Desde la lejania del tiempo, todivía dan escalofrios.

  3. editorescobillon Says:

    Mi madre…. un abrazo a ambos dos.

  4. gonzalo Says:

    Ese afamado local, del que no recuerdas bien su nombre seguramente debido a las copas que llevabas encima por lo que dices, era el Yedras (No Yedra). Fue durante un tiempo memorable la incubadora de, probos intérpretes musicales, virtuosos guitarristas, componentes de orfeones y otras destrezas. Todos ellos Universitarios hoy triunfan en selectos escenarios como artistas o pertenecen a importantes empresas como altos cargos, o son empresarios, o simplemente, decidieron dedicar su vida a disfrutarla. Esos señores de negro a los que te refieres con vilipendio decidieron adornar las noches madrileñas con sus voces e instrumentos en lugar de abrir sus maleteros, poner el CD en el coche y beber calimocho mirándose las caras unos a otros. Esos tunos de los que hablas con descrédito, se iban desde el Yedras a un hospital a cantar a niños enfermos, o a una residencia de ancianos, o al hospital de parapléjicos de Toledo. También a cantar en bodas, en restaurantes, en garitos, por qué no.
    En fin, supongo que esa animadversión tuya es porque aquella noche en el Yedras, las chicas con las que ibas decidieron quedarse allí disfrutanto de la magia del local en lugar de terminar la noche contigo.

  5. editorescobillon Says:

    Cuanta razón la que tiene usted.

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