La metáfora de la cucaracha

En estos tiempos extraños que vivo y en los que leo y releo con el intento de abstraerme de la dura realidad en la que nadamos, descanso la mente a ratos, mirando películas en mi ya gastado dvd y buceando por la red para leer prensa local o de fuera sabedor de que me voy a indignar porque los periódicos tienen esa capacidad: la de que te subas por las paredes casi con la misma velocidad de una cucaracha. Un insecto, por otra parte, por el que siento cierta respetuosa simpatía. Tan pequeño él, y tan capaz en su pequeñez de poner nervioso a casi todo el mundo. Aquí, en los países canarios, todos hemos sido protagonistas de alguna anécdota con estos bichos. No creo que haya nadie que se salve. Escribo ahora de las cucarachas porque últimamente y supongo yo que debido a la ola de calor que ha ido reblandeciendo nuestros sentidos, últimamente veo demasiadas por las calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife. Bien es verdad que no tantas como antaño, pero suficientes para que vaya sorteándolas a saltitos. El otro día, sin ir más lejos, y después de dejar a un amigo tras meternos en un cine para comprobar si eso de las Tres Dimensiones será el futuro de un arte que no vive sus mejores momentos, me encontré a un tipo que daba saltitos en la calle no para evitarlas, sino para aplastarlas con sus tenis de marca.

El desagrable sonido de los insectos que morían escachados (como decimos por esta tierra) me acompañó hasta mi casa. Donde confieso que saqué las llaves para abrir la puerta muy nervioso e indignado. El individuo continuaba con su deporte casi como si bailara sobre la acera, mientras los bichos corrían de un lado al otro presa del pánico. Antes de entrar me volví y le grité ¡asesino! Lo que dejó muy confuso al improvisado cazador, quien de repente se dio cuenta de lo que estaba haciendo porque dio media vuelta y desapareció en la esquina.

Cuando llegué a casa, y tumbado en la cama, abrí La autobiografía del general Franco de Manuel Vázquez Montalbán y me atravesó la cabeza una idea de esas luminosas que a veces te hacen pensar que tú eres quien escribe las líneas de tu paso por este mundo de Dios. O de los dioses. Una de esas metáforas que te alimentan y te invitan a seguir adelante: todos llevamos un ridículo dictadorcillo dentro.  Los incapaces lo manifiestan aplastando gente como si fueran cucarachas. Lástima que no haya una voz que le recuerde la mentecatada que están haciendo.

Pero hablaba de esta Autobiografía, modelo que años más tarde imitó el escritor Norberto Fuentes para escribir en primera persona la vida de Fidel Castro. Otro de esos dictadores por mucho que les duela a los que militan en la extrema izquierda.

El relato de Fuentes se divide en dos volúmenes que ocupan pienso que unas seis mil páginas que me leí en su día a velocidad de vértigo. En el primer volumen, Fuentes utiliza como material bibliográfico los excelentes estudios sobre la revolución cubana y la embajada de España del catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel de Paz. Recuerdo que fui yo mismo quien se lo dijo a de Paz en conversación telefónica.

Obvia que lo escriba, pero lo escribiré precisamente por obvio, que el retrato de Montalbán es literariamente superior al de Fuentes, aunque ambos personajes (Franco y Castro) pese a sus distancias ideológicas tengan tantos puntos de contacto. Entre otros, su origen gallego, pero sobre todo su capacidad para aplastar voluntades como la de ese tipo que descubrí el otro día. Sólo que en los casos de los nefastos Caudillo y Comandante en jefe, las cucarachas eran personas.

He ahí la metáfora con la que me fui a la cama. Un tanto inquietante, más en estos días raros, raros, raros que estoy viviendo.

Saludos perplejos desde este lado del ordenador.    

5 Responses to “La metáfora de la cucaracha”

  1. Clipper Says:

    Por fin publicas lo de las cucarachas…

  2. Arturo Says:

    Las cucarachas también habitan en los medios de comunicación, señor García Rojas. Hace unas semanas leí en un peródico canario un editorial sumamente racista y xenófobo con el siguiente título: “Sólo la independencia nos salvará de la pobreza”. Si Kafka y F. Fanon levantaran cabeza… Por lo demás, es una pena confirmar lo que decía Pascal: “Toda la desgracia de los hombres proviene de no saberse estar quietos en su casa”. Ah, las metáforas.

  3. Siemprecorriendo Says:

    Oh! qué decepción. Formo parte de la liga asesinacucarachas. Vale que ya me estoy quitando… Pero durante varios años practiqué el arte de escachar todas las que veía y mi pericia era ya conocida en todo el barrio.

    Es que me dan mucho asco. Creo que también tienen derecho a la vida, pero me da una cierta envidia saber que son las que más probabilidades tienen de sobrevivir a la explosión de una atómica y me fastidia su necesidad de caminar por las mismas calles que yo.
    ¿Acaso me meto yo por sus cloacas para molestarlas y contagiarlas a todas con mis cosas? No. Pues entonces, que se queden en su zona o, al menos, respeten el toque de queda.

    Recuerdo que uno de Apinsa comentó en el periódico que si cada ciudadano de S/C matara de vez en cuando 5 cucarachas, el ayuntamiento no tendría que contratarlos cada año.

    Pues eso. Yo ya cumplí con las mías (y me temo que también con las de Editor y toda su familia), así que me tomo un descanso.

    PS. Siento quedarme en lo anecdótico del post, pero es que me lo han puesto a … tiro. Y yo vivo en el Toscal. Los que conocen el barrio podrán entenderme.
    ¡Feliz Navidad!

  4. editorescobillon Says:

    Pobres cucarachas, últimamente pienso que deberían de quitarse los canes del famoso escudo de las patrias canarias y ponerlas a ellas como animales representativos de estas islas alejada de la mano de los dioses. Es una broma. O no.

  5. rinconete Says:

    Me sumo con entusiasmo a esos cambios en el escudo: siete cucarachas con los caras de quienes nos dirigen. Plaf, plaf, plaf…

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