El caviar no es para dárselo a los cerdos

Me inicié en la lectura de la mano de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, y más tarde, mientras construía mi biblioteca particular, de una rica variedad de escritores entre los que sobresalía Ray Bradbury y sus visionarias novelas de ¿ciencia ficción? Así, que mientras iba modelando mis gustos y apetencias lectoras y comenzaba a observar con orgullo casi paterno como crecía el número de volúmenes en la estantería que había habilitado en mi dormitorio, no es de extrañar que ocupara merecido lugar títulos de ese –desconocido por muchos– escritor norteamericano llamado Theodore Sturgeon. Novelista y cuentista al que también encasillaron en el género de la anticipación.

Como ya se ha escrito en este mismo blog, hay libros que noto que están vivos. Y uno de estos libros con alma fue de Theodore Sturgeon cuando apenas era un crío. Lo había comprado, y como muchos libros que compras lo había colocado en la estantería con el vago deseo de leerlo mientras esperaba inconscientemente a que me llamara. Su título: Más que humano.

Me sucedió una tarde de sábado. Esas tardes de sábado en las que no tienes absolutamente nada que hacer. Estaba mirando mi librería, repasando los títulos allí apilados y tocándolos con los dedos (esto de los libros tiene también su lado morbosamente fetichista) cuando Más que humano me susurró su canción. Saqué el volumen y observé su portada (edición de Minotauro y firmada por Chichoni), y me puse a leer la primera página. La luz a punto de ser vencida de la tarde entraba aún por la ventana.

Cuando levanté los ojos ya había caído y la noche y prácticamente ¡y de pie! me había zampado media novela.

De hecho, recuerdo que Más que humano es uno de esos libros que he leído a velocidad de vértigo. Apenas tardé un día y medio. El domingo siguiente, cuando cerré las tapas, ya estaba enfermo de sturgonitis. O lo que es lo mismo: necesitaba más de ese escritor presuntamente de ciencia ficción pero tan hippie y extraño en sus planteamientos narrativos. Caviar literario para quienes gustan de las deliciosas huevas de esturión.

Como pasa casi siempre, me fue relativamente difícil hacerme con más obras de aquel escritor que trascendía el género en el que pretendían encasillarlo. Aunque con constancia y paciencia rusa, me fueron llegando más títulos. Recopilaciones de cuentos como Caviar y Regreso, o novelas igual de fascinantes que Más que humano como es la inquietante fantasía titulada Los cristales soñadores.

strugueon.jpg

El extraño universo de este escritor norteamericano con pinta de hippie es que visto desde nuestra perspectiva actual continúa siendo igual de transgresor. En sus historias largas y cortas, Sturgeon describe sociedades hermafroditas o explora asuntos tan delicados como el incesto en su ya clásico realto Si todos los hombres fueran hermanos ¿Permitirías que alguno se casara con tu hermana? (1967). Además, su obra está impregnada por limpiarnos ese sentimiento de culpa que nos hace más infeliz la existencia, al tiempo que revela una filosofía  no sé si perturbadora pero sí que gozosamente libertaria y por lo tanto radicalmente contraria a las doctrinas judeo cristianas. Paquete moral contra el que combate este apreciado y apreciable narrador en casi toda su producción literaria. Vehículos que como bien dejó escrito sólo pretendían suscitar debates.

Como era de esperar, y lo razono ante la complejidad de sus historias, Sturgeon apenas ha tenido traducción cinematográfica como otros compañeros de ¿género? (mis apreciados también Robert A. Heinlein y Alfred Bester), aunque claro está, no creo que el cine y la televisión fueran un marco suficiente para rendirle la justicia que se merece ante todos aquellos que son incapaces de leer un libro. Y es que Sturgueon es caviar, amigos míos, y de todos es bien sabido que el caviar no es para dárselos a (con todos mis respetos a tan sacrificadas criaturas) los cerdos.

Saludos, hoy más que nunca sturguenianos, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “El caviar no es para dárselo a los cerdos”

  1. Canario exiliado Says:

    Gracias por desempolvar su biblioteca y compartir autores y títulos. Es algo que realmente se agradece en una sociedad cada vez más idiotizada,
    que “va a menos”, por decirlo con mi admirado Juan Goytisolo. Gracias por el recuerdo de Danilo Kis. En cuanto a lo de ayer, me disgusta un poco saber que La Laguna (ciudad en su momento amada) ya no es lo que era. Le sugiero, para salir de esa especie de desencanto, volver a los maravillosos cuentos de Clarice Lispector, a Juan José Arreola… Mi gratitud por todo nos ofrece en este estupendo blog y hasta pronto.

  2. Mario Domínguez Parra Says:

    Eduardo, gracias por el texto de hoy, no conocía a este escritor.

Escribe una respuesta