Luego rio para no llorar pero lloro porque me da la risa

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A MODO DE PRÓLOGO

Alguien me pregunta en torno socarrón que donde está señor Ojo y le respondo que enterrado en uno de los muchos armarios donde escondo mis cadáveres. Esa misma persona me contesta entonces que mi casa debe de apestar como cuando la Refinería tiene la gentileza de soltar sus malos humos sobre los aires de esta ciudad a la que tanto amo y a la que también tanto odio. Pero dejo de prestarle atención cuando siento que la noche de ayer se confunde en el tiempo con otra noche de hace 26 años atrás. Cuando todos éramos más jóvenes y no sé si felices.

El motivo de este viaje al pasado –con toda la carga de profundidad que conlleva– es que apenas tengo ahora algo que ver con aquel muchacho de hace casi tres décadas. En mi transitar, además, ya no se encuentran los seres queridos que tanto noto en falta y me pongo triste porque sé que me pongo triste cuando la gente a mi alrededor dice que está feliz y pletórica gracias a los brebajes que se derraman por dentro.

La palabra Carnaval me quema la cabeza por eso. Pero tolero (que no es lo mismo que aprecio) la venida de esa fiesta que casi todo el mundo asegura que espera.

EL EXTRAÑO VIAJERO EN EL TIEMPO

Les contaba que como si fuera el protagonista de la extraordinaria novela La máquina del tiempo del maestro H. G. Wells, la noche de ayer me supo a la noche de otro ayer pero de hace 26 años.

El pub se llamaba Delfos y por una generosa invitación del incombustible y para mi ya legendario y necesario Antonio Arozena, mi buen amigo Coriolano González Montañez ofrecía su primer recital de poesía. Cori tuvo entonces la idea (creo que sin escuchar los crípticos razonamientos del oráculo del que tomaba nombre el establecimiento) de invitarme a que lo presentara en aquel acto público. El primero de nuestras vidas. Una buena razón pues para que casi treinta años después repitiéramos la experiencia.

El acto tuvo lugar en La Gramola, bar de copas que ha tenido gracias a Antonio la excelente idea de programar en sus entrañas actos culturales. Poesía ahora todos los jueves; y pronto monólogos de humor, conciertos de música clásica y magia.

Y algo de magia teñida de añoranza hubo anoche. Pero también de vértigo y de extraña tristeza para quien les escribe. No sé, últimamente me cuesta reír y cuando lo hago no parece mi risa de antes. Pero eso es otra historia.

SOLO MUJERES

Lo primero que me sorprende es que el público que asiste al recital es mayoritariamente femenino. Mujeres acompañadas de otras mujeres. O mujeres solas que quieren pasar el rato escuchando poesía. Apenas hay garrulos lo que es una buena señal mientras en mi cabeza sintonizo con The Kinks, grupo que siempre contribuye con su música a que me sienta un poco más feliz.

CAOS. BENDITO CAOS. CAOS.

Presento con la voz entrecortada y la cara colorada. Después Cori lee. Y mientras lee no estoy ahí en ese momento sino 26 años atrás. Intentando descubrirme en aquel chaval con sus ideas locas en la cabeza. Lamento decir que transcurridos los años no comparto ninguna de las locuras de aquel veinteañero sumergido en las aguas negras de la literatura lovecraftiana. Mis locuras actuales son muy distintas y no sé si igual o peor de ominosas que las pesadillas que nos dejó escrito el creador de los fascinantes mitos de Cthulhu.

VÉRTIGO

Al finalizar el recital, abrazos y besos. Cori se escabulle y me quedó con otros dos grandes colegas en el pub conversando con Antonio. Navegan personajes comunes que hemos conocido. Rápido repaso a la nefasta actualidad chicharrera y agradable sorpresa cuando un formidable prestidigitador de nombre artístico Yako hace unos juegos que nos sorprenden a todos. Son juegos de naipes, trucos de magia que siempre me han gustado más que los grandilocuentes espectáculos que diseña David Copperfield, y por mucho que intentemos descubrir cómo demonios lo hace: no hay manera.

Me comentan que es cosa de habilidad pero yo prefiero creer que es cosa de magia. Que las cosas suceden por remotas y caprichosas casualidades y no porque alguien nos engañe. Claro que he dicho que prefiero creer porque sé que inevitablemente siempre hay alguien que nos engaña, que nos despista, que nos quiere fuera…

Resumiendo, que fue una noche extraña. Una de esas noches que para quien les escribe le resultaban tan cotidianas hace treinta años pero que ayer recupera alterando la extraña armadura que se ha construído desde entonces para ir por la vida.

A MODO DE EPÍLOGO

Ruego que me disculpen pero es que con la que nos está cayendo… Confieso que regresé a casa con una risa nerviosa, muy parecida a la del Joker.

Era tanta la risa que casi no puedo subir a mi piso. Me doblaba por las escaleras.

Igual se preguntan: ¿Por qué demonios se reía tanto?

Y la verdad, la verdad es que lo hacía para no ponerme a llorar.

Ahora mismo me estoy partiendo de la risa. Y es tanta la risa que se me empañan los ojos de lágrimas.

Lágrimas amargas.

Luego rio para no llorar.

Pero lloro porque me da la risa.

Saludos, invocando a los Primigenios, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “Luego rio para no llorar pero lloro porque me da la risa”

  1. Ike Janacek Says:

    “La verdad en un puño para esconderla del frío, de bocas con sonRISAS y manos mutiladas”
    Por algún misterio nunca he podido olvidar estas palabras de aquel poemario de Coriolano, en el Delfos. Parece que sea lo único que quede de aquellos años y es una sensación muy amarga.

    Saludos al señor Ojo, que seguramente estará por ahí siguiendo a Joanna Eris, pero sobre todo, saludos al GRAN Eduardo G. Rojas.

  2. editorescobillon Says:

    Con la humilde “mirada del observador” me sonroja usted. Una vez más.

  3. Cori Says:

    Sí hay algo de amargura, pero también la sensación de que todo cobrara sentido: un gran bucle que se acaba otra vez de iniciar. Siguen estando ahí los amigos.

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