¿Las estrellas son mi destino?

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En memoria de quien sabe. Allá donde esté… porque estará ¿verdad?

Nunca me he fiado de ese sistema de catalogar las cosas con estrellitas. Me refiero a las que publican algunas revistas y páginas web donde un puñado de presuntas personas autorizadas califica una película, un libro o un disco con nota.

Si es de fulanito de tal ****

Si es de menganito de tal **

Soy de los que cree que el mejor crítico es el que se limita a decir –como cuando salíamos del cine siendo críos– “pues está película me gustó o no me gustó”. Nadie te preguntaba entonces ¿por qué? pero tú sabías que lo que habías visto, leído u oído era bueno o malo porque te había tooocado algo.

Es verdad que últimamente no me toooca nada lo que veo, leo u oigo (salvo el último disco de Johhny Cash que no me canso de escuchar. Ahora mismo suena como banda sonora mientras escribo estas líneas) lo que me hace revolver como un poseso en ese imperio de la basura que conforma mi cacao intelectual para buscar las voces amigas que nunca fallan y que me llevan a ese dorado exilio en el que puedo evadirme de la triste y sombría realidad que nos rodea.

Creo que si uno consigue cierta seguridad en sí mismo es porque termina aceptándose como persona. Aunque dejes casi siempre intacto un lado salvaje e ignoto con la esperanza de llevarte (¿des?)agradables sorpresas en lo que todavía te queda como payaso en la gran pista de circo que es la vida.

Es una manera de ir por la vida.

Pese a todo –y procurándome centrar en el asunto– de vez en cuando suelo mirar muy por encima esas catalogaciones estrelladas porque una vez fui –¡oh, lo confieso!– miembro de la cofradía de poner nota con estrellitas. Claro que lo que hice entonces fue dar precisamente la nota. Es decir, que le daba cinco estrellas a filmes como Starships Troopers no por un inconsciente acto de gamberrismo sino porque, sinceramente, Starships Troopers me sigue pareciendo una de las mejores películas de la década de los 90 del siglo pasado.

No me canso de verla.

Y verla. Reverla. Verla.

Es uno de mis títulos de cabecera.

Y lo es porque entre otras cosas cuando hablo con otros contaminados coincidimos en lo que más nos gustó del filme que dirigió ese holandés errante que es Paul Verhoeven según su particular interpretación de la novela del iluminado reaccionario que fue el más que estimable escritor Robert A. Heinlein.  Es decir, que no intentamos justificar lo interesante que nos parece la traducción fílmica ni sus claves sino que no nos escuchamos cuando soltamos todos aquellos momentos que nos tooocaron en esa obra maestra del género que es Starships Troopers.

Ni Guerra de las Galaxias ni 2001. Si te gustó el Planeta de los simios (¡quitas tus sucias zarpas sobre mi clásico Tim Burton!) es que usted pertenece al club de los Starships Troopers.

Es decir, que para mí son personas sensibles e inteligentes.

Muy sensibles e inteligentes.

¡Están contaminados!

Claro que, les digo, no iba por ahí lo que quiero contarles como si se tratara de una revelación. Será el Incal que ilumina mis tripas últimamente. Perdónenme ustedes, debe ser que estoy cansado de tanto tooonto del cuuulo que se llama poeta, cineasta, músico o ¡mamá yo lo que quiero es ser artistaaa!

Joder con los mosquitos.

Lo que quería decirles es que he descubierto por fin que sí que hay un sistema de estrellitas que funciona. Y que por funcionar: convence.

¿Será cosa del Incal?

En este sistema no puntúan críticos barbudos y sin pelo en la cabeza ni babosos pupilos que viven “con tanto dolor el laborioso parto de creación mientras se miran la mierda de sus ombligos”, sino todo Dios.

O rostros pálidos.

Negros.

Amarillos.

Rojos.

Heterosexuales, lesbianas, homosexuales, travestís y transexuales. Ricos, clases medias y pobres. Vamos, toda la gente elegante que visita la red y se deja atrapar por ella.

Gente que busca en determinadas páginas lo que busca la gente que explora en determinadas páginas: acción y no historias.

O pornografía.

Con todo lo malooo que piensen algunos.

Y con todo lo buenooo que piensen algunos.

Exploro en la red esas páginas (semper fidelis) legales para adultos y descubro que el sistema de valorar con estrellas el amplio catálogo de películas que ofrece resulta de verdad de lo más eficaz.

Y es que una vez más (Dios te bendiga Democracia) la opinión de la mayoría no suele equivocarse.

Viajas por una de esas páginas digamos que con la lengua fuera y antes de pinchar como el que no quiere una de sus ofertas miras cuántas estrellas le han dado los usuarios.

“¿Dos solamente?”

“Hummm.  No, no merece la pena”.

Vuelves a investigar con los ojos echando chispaaas.

“¿Qué ese título tiene cinco?”

Entonces querido amigo es que la has clavado (¿nunca mejor dicho?).

Y es que la mayoría no se equivoca.

Bendita Democracia bendita.

Saludos, a lo ¿las estrellas son mi destino?, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “¿Las estrellas son mi destino?”

  1. Un desplazado Says:

    Gracias, señor editor, por ser tan políticamente incorrecto, tan iconoclasta, tan sincero y tan necesario para la mayoría de la gente. Aun (aún) tan enervado como suponogo que está por una reciente puñalada trapera, sus palabras suponen un fresco aliento para muchos de nosotros.

  2. editorescobillon Says:

    ¿Políticamente incorrecto? sólo recojo lo que piensa esa mayoría que no habla…

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