Mi niño…

Entre los muchos tópicos que caracterizan a los habitantes de estas ínsulas infernales hay un puñado que no falla en cualquier conversación que se precie. Entre otras la hartamente socorrida: “No puedo vivir en un sitio que no tenga mar”. En cuanto a nuestra peculiar forma de hablar, que ignora porque no les suena ni las c ni las z, he tenido que sufrir a lo largo de mi existencia una broma que ya se ha convertido en un pequeño clásico con amigos y conocidos peninsulares a quienes además de hacerle gracia como pronuncio las c y las z, se parten de la risa cuando de mi boca suena cualquier palabra con ch.

Una de las mentiras que nos hemos fabricado los habitantes de estas islas es que nuestra forma de hablar resulta cariñosa y dulce. Pienso que ello se debe a que hay mucho y mucha imbécil que salpica sus frases con la coletilla de “mi niño” independientemente de la edad de su interlocutor o interlocutora. A mi, sinceramente, siempre me ha parecido una falta de respeto al prójimo. En especial cuando quien la dice tiene la mitad de edad de quien la recibe.

El otro día, por ejemplo, una dependienta de apenas unos pocos veintitantos años se la soltó a quien podría ser su abuelo sin serlo. El buen hombre, un canario viejo, le respondió con rancia elegancia algo así como un “m’hija, tengo 72 años de edad. Un respetito”. Y es que entre los que no podemos vivir en un sitio donde no haya mar y los carnavales son la mejor fiesta del mundo mundial, esto del diminutivo es otra constante con la cual nos enfrentamos a los demás. Es decir, que aquí no se dice habitualmente “tengo dinero” sino “tengo un dinerito”. O mi abuelito, mi nietecito, mi cochito, mi casita, mi gatito… cosas de esas.

El jueves pasado me llamó al móvil una conocida presentadora de un programa de radio tinerfeño para pedirme el número de teléfono de un amigo. La chica en cuestión hablaba y hablaba hasta por los codos, que es lo que hace toda esa gente que no tiene nada que decir para dárselas de importante. Como me cogió muy de mañana y cabreado porque empieza un nuevo día en el que probablemente volveré a ver crecer las musarañas, entre disparate y disparate la mujer añadía lo de “mi niño por aquí” o “mi niño por allá” hasta hartarme. Y escribo lo de hartarme porque esa forma cariñosa que empleaba no estaba dicha de forma cariñosa sino molesta y por lo tanto irritante.

Claro que ¿qué puede uno hacer en estas circunstancias sino la de encogerse de hombros y esperar a que cierre su puta boca? Educado que debe ser uno.

Cuento todo esto porque últimamente tengo la sensación de que esta forma tan poco amable de comunicar se ha instalado cómodamente en quienes llevan la gestión de nuestra cosa pública. Es probable que unos y unas piensan que expresándose de esta manera reducen la frustración del oyente cuando le informan: “mi niño, no nos interesa tu proyecto. Ahí tiene la calle.  No moleste más…”

Así que concluyo que esta confianza tiene su fondo tragicómico. Me imagino a  un pelotón de fusilamiento donde el oficial le anuncia al sentenciado: “Mi niño, ¿quiere usted que le pongamos una venda en los ojos?”

Claro que viviendo en una tierra donde cuesta un riñón dar los buenos días y las gracias pero no tildar de mi niño a cualquiera, la cosa podría ser peor por si no lo es ya.

En fin.

He dicho.

Saludos, respirando, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Mi niño…”

  1. elintenso Says:

    Más razón que un santo.

  2. Nando Parrado Says:

    Con apuntes como éste se me quitan las ganas de leer su blog, don Eduardo. Su progresivo pesimismo y su exasperada mala leche me resultan desproporcionados y, lo que es peor, me preocupan, pues le tengo en muy alta estima, como usted sabe. Lo prefiero cuando escribe con humor. Un afectuoso saludo.

  3. admin Says:

    Otro afectuoso saludo desde este lado del ordenador a ambos dos.

  4. Eze Says:

    Lo de “mi niño” está bien cuando te lo dice (decía) tu madre, pero cuando el interlocutor es una amiga de 30 ó 40 años, te entran (al menos a mí) ganas de comerle el cuello a besos hasta oírla gemir por las cositas que sabe hacer ese niño. En cuanto al mar, parafraseo el título de una novela de mi amigo (hace tiempo en otro mundo) Antonio Bermejo, a saber: “El mar ya no dice nada” . Por lo demás, señores editor y Parrado, la experiencia me ha demostrado que “pesimismo más mala leche” suelen conducir a una sana provocación y a un territorio desopilante, con ces y zetas o setas, como gusten ustedes.

  5. Nando Parrado Says:

    Señor Eze: sinceramente, es una lástima que el mar ya no le diga nada. En cuanto al pesimismo y la mala leche, a mí lo que me ha enseñado la experiencia es que las poses de cara a la galería sirven para muy poco, mientras que el buen humor es la mejor de las medicinas. Un saludo.

  6. Toña Says:

    Nada, a partir de ahora le llamaremos Miniño Piolín.

  7. arturo Says:

    Pero mi niño, no te pongas así.

    Para compensar espero un desarrollo sobre los peninsulares y su:
    “No sé de qué os quejáis con el buen clima que tenéis.”

  8. admin Says:

    ¡¡¡Caracoles!!!

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