Tarumba equinoccial

Lo bueno, está escrito, se acaba. Regreso a la isla. Regreso a la rutina y al tradicional y surrealista paisaje tinerfeño. Será mañana, martes, 20 de julio. Hago repaso de mi experiencia gijonesa y regreso a casa con la agenda repleta de direcciones y contactos. Agradecido también por haber descubierto a un escritor colombiano de mi quinta, Mario Mendoza, un tipo cuya literatura se te atraganta, te sacude, te golpea a base de bien… es decir, necesaria para estos tiempos de imbéciles que vivimos.

En Gijón leo en tiempo record su Buda Blues y Scorpio City y consigo en Madrid, Satanás y Los hombres invisibles. Ya les contaré. Por lo pronto, me confieso enganchado a su realismo desgarrado que no mágico. Será la tarumba equinoccial.

Callejeando por este Madrid de calor agobiante y seco, que me quiebra los labios, descubro un cartel anunciando para ese mismo martes en el que regreso a la isla infernal un concierto en el que, entre otros, toca Hugo Westerdhal. Inserto el cartel para que lo vean. Y lo comenten. Y sean felices o un poco más tristes, que ya no lo sé.

Aprovecho mi estadia en la capital del reino para ver a amigos a los que hace tiempo perdí el rastro. Y observo que todo sigue igual aunque los protagonistas de la película estemos más gordos y calvos. También más desesperados. Debe ser eso del fin de la infancia, de la adolescencia, de la juventud divino tesoro.  

Entre la tonga de libros que me llevo a casa como si de botellas de agua se tratara para soportar el desierto, se encuentran tres libros ya descatalogados de un escritor francés que responde al nombre de Jean François Vilar. Me comentan que ya no escribe, que vive encerrado en su chabola, lo que a mi juicio lo engrandece en mi peculiar santuario de autores raros a los que tanta afición tengo.

Dicen sus seguidores, y Paco Ignacio Taibo II es uno de ellos, que Vilar era una especie de Julio Cortázar dedicado al polar, o a la novela policiaca gala. Esa misma escuela de la que salió mi admiradísimo Jean Patrick Manchette, un escritor que no deja de ser reeditado en este país de imposibles que es España.

En fin, eso era todo. Más o menos.

Saludos, derrochando tiempo del que no dispongo, desde este lado del ordenador.

One Response to “Tarumba equinoccial”

  1. Vernon Says:

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