Un fascista menos…

Hay pequeñas grandes novelas que me han marcado. Una de ellas fue El fuego fatuo del escritor francés Pierre Drieu de La Rochelle. Un maldito, uno de esos nombres que han intentado hacernos olvidar no por la calidad de su producción literaria sino por su compromiso ideológico con el fascismo. Su estrecho colaboracionismo con las tropas de ocupación nazi en la Francia cortada por la mitad de la II Guerra Mundial.

Con independencia de su borrachera política, un disfraz con el pretendió esconder su miedo profundo al mundo, es de imbéciles criticar su legado como escritor justificando su posicionamiento con la derecha más rabiosa y canalla porque así se ignora el impresionante legado que dejó desparramado en sus novelas y ensayos. En especial en esa obra maestra de no hay vuelta atrás que es El fuego fatuo.

Escribo estas líneas con el ejemplar al lado del ordenador, editado por Alianza Tres en segunda edición en 1987. Lo leo. Me detengo en un párrafo y recuerdo lo que significó descubrir esta novelita de apenas 130 páginas hace ya tanto tiempo que, me parece increíble, esa secuencia que creía olvidada en el disco duro de mi memoria haya logrado activarse.

Llevaba detrás de ese libro mucho tiempo.

Fue motivo de conversaciones apasionadas con amigos que sentían más o menos la misma fascinación por un escritor al que los progres de aquellos años hacían asco no por haberlo leído (que no) sino porque fue un fascista. Pero esas mismas voces tachaban de lo mismo al cineasta John Ford y al actor John Wayne, luego no tenían muy claro que era eso del fascismo.

El primer libro que cayó en mis manos de Drieu fue Exordio, un compendio de reflexiones furiosas del escritor que conoció a Borges pero el título que suscitaba pasiones entre quienes habían tenido oportunidad de leerlo era El fuego fatuo, título de culto que tuvieron a bien prestarme pero que una vez devuelto exigía pertenecerme porque aquellas páginas teñidas de una desarmante resignación conectó con aquel adolescente al que obligaban a hacerse mayor.

No sé, debió de envenenarme ese aire trágico ¿y fascista? que acompaña al protagonista encerrado en su “círculo de soledad armado de púas internas”.

Como les contaba, un día descubrí un ejemplar de El fuego fatuo en una de mis habituales cacerías por las librerías de esta ciudad muerta a principio de los noventa. Y fue como si presintiera que el libro estaba allí. Esperando que lo encontrara. Hacía ya un tiempo que resultaba prácticamente imposible hacerse con El fuego fatuo.

Me lo llevé a casa y lo devoré. Y lo subrayé. Y anoté tontas reflexiones en los márgenes.

Y es que lo de menos en esta imprescindible novela es la historia (las últimas horas de un hombre condenado al suicidio) sino el viaje que inicia buscando alguna razón para seguir existiendo.

“La vida no iba bastante deprisa dentro de mí; la acelero. La curva descendía; la enderezo. Soy un hombre. Soy dueño de mi piel; voy a probarlo”.

Bien instalado, con la nuca sobre un montón de almohadas, con los pies contra los palos de la cama, bien apoyados. El pecho hacia adelante, desnudo, bien expuesto. Se sabe dónde está el corazón.

Un revólver es algo sólido, es de acero. Es un objeto. Tropezar al fin con el objeto.

No sé lo que pensarán ustedes pero a mí me la trae realmente floja que este fragmento lo haya escrito un fascista. No quiero pensar, en todo caso, lo que habría reflejado algún escritor adscrito al gélido realismo socialista sobre este mismo asunto.

El fuego fatuo cuenta con una adaptación cinematográfica dirigida por Louis Malle, un cineasta sin pedigrí fascista. Malle es director también de Lacombe Lucien y de Adiós, muchachos, dos películas donde sí bucea en las entrañas del totalitarimo pero con una mirada que para público lelos y anclados en un izquierdismo barriobajero puede resultar altamente sospechoso por tóxico.

Drieu de la Rochelle es autor además de Relato secreto, Guilles y Memorias de Dick Raspe.

Se suicidó tras la liberación de París por las tropas aliadas el 15 de marzo de 1945.

Un fascista menos.

Saludos, gracias una vez más Mario por refrescarme la memoria, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Un fascista menos…”

  1. Cautivo y Desarmado Says:

    En un mundo donde Willy Toledo tacha de “derechista peligroso” a Vargas Llosa, (supongo que por no halagar a Fidel Castro y a Chavez, esos grandes luchadores sociales que han sumido sus países en la miseria), su admiración por el genial Drieu solo puede ser un acto de locura o un ejemplo de valiente coherencia intelectual. En ambos casos, bravo, Sr. Editor.

  2. Mario Domínguez Parra Says:

    Yo tengo esa novela, creo que la compré en la maravillosa Librería Tenifer de La Laguna, en edición de Alianza, Biblioteca de nuestro tiempo. Incluye un relato, creo que independiente de la novela: “Adiós a Gonzague”.

    En la misma colección, además, tengo el libro del médico Céline, Louis-Ferdinand Destouches, “Semmelweis” (traducido por Juan García Hortelano, que lo llama en la introducción “Gran Caballero de la Legión del Deshonor”), biografía-tesis doctoral (1924) del médico que luchó contra la fiebre puerperal, “precursor clínico de la antisepsia”, en palabras del propio Céline.

    Creo que es poco enriquecedor, muy aburrido y limitado leer solo a escritores-as con los que está uno de acuerdo ideológicamente.

  3. Paco Says:

    querido, ¿te acuerdas de Ignacio del Valle?: Premio de la Crítica Asturiana 2010. Saludos

  4. admin Says:

    ¿Qué tiene que ver Ignacio del Valle en este debate?

  5. Paco Says:

    Nada, por supuesto. Sólo te informaba. Salud.

  6. admin Says:

    Agradecido que le estoy. Me ha dado pie para otro post.

  7. Paco Says:

    y qué bien ha entendido usted mi sugerencia, si llego a ser más explícito no me sale. Efectivamente, Asturias tiene Premio de la Crítica, y Canarias, no.

  8. elintenso Says:

    ¿Pero es que acaso hay crítica en Canarias?

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