Ante el espejo de la historia

Si Canarias fuera una comunidad autónoma que se tomara en serio haría lo mismo que hacen en otras comunidades donde no sé si se toman en serio pero por lo menos lo fingen.

Debe ser que en estas islas invertebradas no hemos dado todavía el salto evolutivo que merecemos porque desde siempre la cultura se ha tomado como cosa de niños. O de nenés. Y lo mejor para dormir al bebé canario es cantarle el arroró de que grandes eres mi niño siempre y cuando no salgas de tu acotado territorio: la isla. Las islas. El archipìélago.

Bastante harto de la condición insular del insular me pregunto porque no imitamos (ya que no somos tan originales) iniciativas que se hacen en otros lugares de esa España chirigota a la que pertenecemos. Pongo un ejemplo a sugerencia de un amigo del blog: los premios de la Crítica de Asturias. Galardones que en su edición de 2009 han recaído en Ignacio del Valle por Los demonios de Berlín (narrativa) y en el festivo, imaginativo e inteligente ensayista Juan Cueto (letras). Dos escritores a los que separa un abismo generacional pero no su amor por contarnos coherentemente cosas. Con independencia de ser asturianos.

A Juan Cueto lo descubrí a través de sus magníficos artículos en el diario El País y en la hoy desaparecida revista de cine Casablanca, donde hablaba de cine y televisión desde la perspectiva de un siempre asombrado espectador.

Los más veteranos seguidores de El escobillón detectarán que Ignacio del Valle ya fue objeto de una reseña en el blog a raíz de la publicación de la novela El tiempo de los emperadores extraños, segunda entrega de las aventuras de su personaje Arturo Andrade en lo que por el momento es una trilogía que se completa con los títulos El arte de matar dragones y Los demonios de Berlín.

La irrupción de Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) quizá sea uno de los acontecimientos más interesantes en cuanto a novela histórica y de misterio se refiere en la España zozobrante de nuestro tiempo. Y por varias razones. La primera de ellas es su originalísimo ciclo en torno a Arturo Andrade, sujeto literario que le ha servido para construir un tríptico en el que desarrollar una serie de historias que van de la oscura España de postguerra (El arte de matar dragones), al frente de Leningrado donde combatió la División Azul durante la II Guerra Mundial (El tiempo de los emperadores extraños) y, por último, la capital alemana cercada por las tropas soviéticas en Los demonios de Berlín.

La audacia y también la originalidad de Ignacio del Valle ha sido la de dar voz a una España que hasta ese momento solo le daba voz el resentimiento de los vencedores como el de los vencidos. Que un escritor apostara por escribir un relato sobre aquellos tiempos procurando esquivar las heridas abiertas que aún se empeñan unos y otros en abrir sobre la Guerra Civil y su dolorosa postguerra resultaba así sorprendente por no decir asombroso. Y que sus historias despertaran la atención de los lectores la constatación de que una nueva (y también vieja, caramba) generación de lectores pedía otras lecturas sobre la quiebra moral e ideológica que supuso el conflicto fraticida con toda su tramposa herencia.

Su personaje Arturo Andrade busca en El arte de matar dragones por las calles de un Madrid espectral una tabla flamenca robada del Museo del Prado que le sirve a su autor para retratar con perspicacia y algún tópico innecesario una ciudad que intenta volver a la normalidad después de la tragedia.

En El tiempo de los emperadores extraños, Arturo Andrade investiga una cadena de crímenes rituales en las filas de la División Azul acantonada en los arrabales de Leningrado en 1943. Para quien les escribe se trata del mejor volumen de esta trilogía no ya por las descripciones bélicas y la solidez inquietante de su trama, sino también por lo atractivo que me sigue pareciendo reflejar en un libro a un grupo de españoles combatiendo voluntariamente en una guerra en  la que no se les había perdido nada.

El peor título del tríptico es, a mi juicio, por el que se le ha concedido el premio de la Crítica de Asturias, Los demonios de Berlín. Una novela demasiado hinchada y deslabazada en la que casi parece que la capital que le da título los devora sin contemplación alguna. Llama la atención la notable documentación que emplea el escritor aunque se note que entre otros libros pese en demasía Berlín, a vida o muerte de Miguel Ezquerra, relato no sé si fabulado o real de quien afirmaba haber combatido hasta el último momento en Berlín junto a otros españoles al lado de los alemanes. 

Este títulito, con independencia de su veracidad, es sumamente recomendable para los seguidores de la novela bélica siempre y cuando se haga un costoso ejercicio de quitar la trasnochada ideología con la que su autor impregna sus páginas.

En una improvisada conversación que mantuve con Ignacio del Valle en Gijón me indicó, sin embargo, que como fuente le había servido mucho más que el volumen de Ezquerra los libros que narran las peripecias de la División Carlomagno, integrada por voluntarias franceses y que absorbió en el epílogo de la II Guerra Mundial al resto de unidades extranjeras (entre ellos algunos españoles) que optaron por defender al régimen nazi hasta el último momento.

Con todo, creo que esta trilogía que firma del Valle es de lo mejor que se ha publicado en español en cuanto a literatura de evasión se refiere. Sobre todo en estos tiempos tan tontos que vivimos.

Son novelas que a su manera han abierto territorios que hasta ese momento no habían sido tocados por ningún narrador de este país por los prejuicios que –no hace falta ser muy listo para no verlo– soplan cuando se quiere novelizar un periodo histórico que provoca sarpullidos e histrionismo entre unas derechas y unas izquierdas que son aún incapaces de reconocer sus errores antes el espejo de la historia.

Saludos, con mis más sinceras enhorabuenas a Cueto y del Valle, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Ante el espejo de la historia”

  1. Paco Says:

    Lo del premio de la crítica de Canarias, tan necesario, tiene muy fácil arreglo. Imagino un jurado compuesto por Eduardo García Rojas, Ernesto Suárez, Alfonso González Jerez, Antonio Bordón, Juan José Delgado, Miguel Martinón, Jorge Rodríguez Padrón y Jonatahn Allen. Póngase de acuerdo.

  2. admin Says:

    Hmmmmm, bueno yo… hmmmm… Sí que tengo claro que libro escrito por autor canario (y no necesariamente editado en las islas) le daría ese reconocimiento.

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