Ingrid Pitt (la única ‘Carmilla’ posible) ya vive eternamente entre nosotros

Probablemente el nombre de Ingrid Pitt le diga poco o nada a muchos de ustedes pero para quien les escribe sí que forma parte de su memoria cinéfila. Probablemente porque despertó con gozo y alegría sus más bajos instintos como espectador mientras atravesaba ese periodo de la existencia que se llama enternecedora y estremecedoramente adolescencia.

Por eso, en mi recuerdo Ingrid Pitt más que actriz fue mujer cañón. Símbolo de una turbadora sexualidad que la edad de oro de la Hammer Film supo explotar a través de películas como The vampire lovers (1970), basada en la extraordinaria novela Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu e inquietante relato de no muertos con instintos lésbicos y La condesa Drácula (Peter Sasdy, 1971), en la que interpretaba a un personaje vagamente inspirado en la tristemente célebre Elisabeth Báthory, mujer que existió en la vida real y que acostumbraba a bañarse en la sangre de sus jóvenes víctimas. A Ingrid Pitt también se la puede ver en la extraña y aún fascinante The Wicker Man (Robin Hardy, 1973), cinta que cuenta con un remake que si bien no es igual de bueno por lo menos mantiene cierta atmósfera pese a que recurriera a los servicios de Nicholas Cage como protagonista.

Pitt trabajó en más películas, claro está, pero el papel de su vida fue el de la condesa Millarca en The vampire lovers, de Roy Ward Baker, un director que sin ser de lo mejor de la escudería Hammer sí que al menos dotó a sus filmes de refinadas toneladas de sexo encubierto. O morbo para malvados espectadores que, viendo aquellos espectáculos a todo color siempre se ponían del lado de los malos. Por algo sería.

La biografía de la actriz es de esas que supera a la ficción y también una admirable lección de supervivencia que nos enseña que por muchas piedras que te encuentres en el camino si cuentas con una voluntad férrea al final podrás superarlas. 

De origen polaco y descendencia judía, a tierna edad fue internada por los nazis en un campo de concentración del que fue liberada al finalizar la II Guerra Mundial aunque tuvo la desgracia de quedarse en el lado equivocado, el dominado por los soviéticos.

Leyendo su vida me entero que escapó del infierno totalitario buceando el Río Spree –ahí es nada– y que recaló en la feliz Londres de los años sesenta donde comenzó en el cine rodando pequeños papeles (entre otros en filmes como Doctor Zhivago) hasta que la Hammer reparó en su turbadora y voluptuosa belleza para que encarnase el lado femenino y, a mi juicio mucho más atractivo, del conde Drácula en la ya citada The vampire lovers. Una cinta que vista hoy es de una sexualidad enojosamente puritana pero que Pitt supo encender con su poderosa, hipnótica y seductora mirada.

Tuve la enorme suerte de ver la película antes de leer el asombroso relato de Le Fanu, así que cuando tuve el libro en mis manos (ediciones Alfaguara-Nostromo) sólo podía imaginarme a Carmilla como Ingrid Pitt. De hecho, para mi Carmilla siempre será Ingrid Pitt. És más, no habrá otra Carmilla como ella.

Ingrid Pitt falleció el 23 de noviembre a la edad de 73 años.

Apuntad esa fecha porque Ingrid Pitt como Carmilla (la única Carmilla posible) ya vive eternamente entre nosotros.

Saludos, de un rendido admirador, desde este lado del ordenador.

One Response to “Ingrid Pitt (la única ‘Carmilla’ posible) ya vive eternamente entre nosotros”

  1. Espectador Says:

    Completamente de acuerdo con usted, nunca habrá otra Carmilla como la que interpretó la señora Pitt.

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