Freaks

En el hipotético caso que me propusieran escoger diez películas que salvara de la hecatombe nuclear tengo muy claro que dos de esos títulos serían King Kong (1933) y Freaks (1932) porque a mi juicio se tratan todavía de dos largometrajes que mantienen la misma capacidad de sorpresa que la primera vez que los vi.

Es probable que a alguno le sorprende en mi elección de filmes favoritos Freaks pero es que se trata de una cinta que no deja de remover sentimientos muy encontrados dentro de mi cabeza. Probablemente sea porque es una película que siempre me lleva a un sitio. También porque a medida que la veo descubro otras lecturas, lo que hace que cualquiera de sus revisiones me sepa siempre a nueva. 

Este largo puente he pensado mucho sobre este gran clásico del cine gracias al feliz hallazgo de una serie de televisión norteamericana que, al modo de Freaks, se desarrolla en una feria de monstruos en plenos años de la Depresión. Su título es Carnivale y cuenta con una sorprendente primera temporada que, la verdad sea dicha, va a menos en su segunda y última entrega.

No obstante, viendo Carnivale he vuelto a reafirmarme en la idea de que grande que es el cine y la televisión estadounidense por su capacidad para fusionar espectáculo y entretenimiento. Entretenimiento con sus trampas, vale, pero al que suele darle consistencia con una galería de personajes que despiertan tu amor y tu odio a partes iguales. 

Lo mejor de Carnivale es así –muy por encima de una historia que vuelve a incidir en la eterna lucha entre el bien y el mal con acento pseudo religioso desarmante– su envoltorio, su paisaje, el territorio donde se ubica un relato de corte fantástico que en ocasiones puede resultar muy inquietante. No es Freaks, naturalmente, ni siquiera aquel fascinante cómic de Bernie Wrightson que se desarrollaba en una feria de monstruos, pero sí que tiene algo de ambas Carnivale. Un algo que se te mete dentro y que independientemente de su trama confusa, repleta de vericuetos que abren caminos que al final no se resolverán, atrapa. Y atrapa porque como toda gran serie norteamericana de los últimos tiempos cuenta ese algo al que me refiero con un grado de seriedad que agradezco como espectador empantanado y sordo por las broncas canallas en directo que estallan en Sálvame, Enemigos íntimos o La noria (que son programas a su vez de freaks nacionales pavorosamente reales) o esa serie de romanos made in Spain que es Hispania. Producto que no deja de ser una simpática reactualización del peplum pero sin las ambiciones políticas y antropológicas de clásicos como Yo, Claudio o la deslumbrante Roma.

Carnivale, como las mejores series de ficción que hoy por hoy se están cociendo en la televisión norteamericana, es un producto de la HBO, cadena que se ha convertido en una especie de manantial que mana agua fresca en este desierto de naderías y chillidos en el que últimamente ha caído la televisión. Solo espero que algún productor inteligente español (porque haberlo los hay, supongo) recoja ese testigo y sea capaz pese a sus limitaciones presupuestarias de dar a conocer en nuestras televisiones productos tan brillantes e inteligentes como Carnivale sin renunciar a su propio acento. O a nuestra peculiar forma de ver las cosas.

Este post está escrito con el ánimo entusiasta de un espectador y aficionado que ha quedado cegado por la extraña magia que emana Carnivale. Por esa capacidad que tiene de ser un producto extraño, al margen, casi un freak en estos tiempos de vacío insultante en cuanto a entretenimiento televisivo se refiere.

Una serie, lo intuyo, que va camino de convertirse en apreciado objeto de culto entre los aficionados que nos hemos formado a base de miles de derrotas en la pequeña pantalla. 

Saludos, echándome el Tarot, desde este lado del ordenador.

One Response to “Freaks”

  1. El Elegido Says:

    Sí señor, Carnivale es una gran serie. No se la pierdan.

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