Momias enamoradas y momias mudas, tontas y no necesariamente desdentadas

I.- GENTUZA

En el cuarteto de grandes rarezas de los estudios Universal siempre sentí especial predilección por La momia.

La momia, en contra de la elegancia de Drácula, la trágica fealdad de la criatura nacida en el laboratorio del doctor Frankenstein y la ferocidad exacerbadamente masculina del Hombre Lobo, era un ser que pertenecía a otro tiempo. Una extravagancia que solo quería recuperar a la amada para vivir el resto de su eterna existencia en paz.

¿Qué mal hacía? 

El mal, en todo caso, venía de los arqueólogos.

Era gente consciente que pese a estar molestando el dulce sueño de los muertos continuaba adelante porque solo pensaba en exhibirlos como trofeos en sus museos.

Imaginen así a esa pareja de amantes que sabe va a ser observada por una  legión de imbéciles que nunca estará satisfecha de devorar a muertos que dicen estar vivos en televisión mientras mienten al gritar: ¡Sálvame! o ¿Dónde estás, corazón?

II.- Y A CUENTA DE…

Me acordé de la momia de la Universal esta misma semana al leer la noticia de que han regresado a Tenerife tres momias guanches que hasta el día de hoy permanecían en la capital de las Españas.

Lo que me atrajo de esta noticia fue sin embargo el caso de que dos de estas momias se trataran de mujeres cuya edad estiman los expertos debería de oscilar entre los 25 y 30 años, y la de un hombre de entre 30 a 35 años.

¡La momia vuelve! pensé entusiasmado. ¡Y esta vez con las dos mujeres de su vida!

¡Pobre momia!

III:- UNA ENTRAÑABLE AFICIÓN

A mi esto de las momias (guanches o no) me fascina desde que vi siendo un enano La momiaLa momia de Boris Karloff aunque la dirigiera el señor Karl Freund.

Y digo La momia de Karloff porque más que por ser momia me encantaba cuando hacía de Imhotep, con aquellos hiptónicos ojos que solo podía tener Imhotep.

Con esa mirada que taladra advertía: déjenme vivir en paz con mi chica.

Con las momias guanches: déjenme vivir en paz con mis chicas.

O la chicas momias guanches: déjemen vivir en paz con nuestro chico.

O dejen vivir en paz a las dos chicas.

IV.- IMHOTEP Y YO

Recuerdo que siendo todavía un niño visitaba con  mi familia el antiguo Museo Arqueológico de  Santa Cruz de Tenerife que en ese entonces estaba ubicado en el edificio del Cabildo de Tenerife.

Allí, entre restos de vasijas y otros utensilios utilizados por los primeros pobladores de la isla, se encontraba una sala que me encantaba visitar.

En la misma se podía observar los restos de una momia. Una momia que estaba depositada en una cuevita artificial.

Me pasaba horas mirando aquella momia. Y hasta le puse nombre.

No, no el de Imhotep.

La llamé Pancho.

Reconozco que el nombre no es muy guanche (ni siquiera egipcio) pero en mi fantasía Pancho la momia se convirtió en un amigo invisible con el que podía desahogarme.

Y Pancho, como un buen amigo invisible, me escuchaba sin interrumpirme.

O hacía precisamente que escuchaba.

Más tarde o antes, ya no me acuerdo, vi La momia de Karloff pero nunca se me ocurrió cambiarle el nombre a mi momia.

Pancho la momia continuó siendo Pancho la momia.

V.- LA HABITACIÓN DEL PÁNICO

En otro habitáculo del museo uno podía entrar en una habitación del pánico. Se trataba de un espacio repleto de cráneos aborígenes.

O quiero pensar ahora que se trataba de una habitación repleta de cráneos aborígenes.

Es probable que no fuera así y que yo haya terminado por mitificar lo que probablemente no era tan espectacular como –reitero–  quiero seguir pensando hoy día.

En mi recuerdo quien les escribe está en el centro de la habitación mientras contempla todas aquellas calaveras e intenta ponerle nombres como ha hecho con Pancho pero no puede.

No puede…

Quizá sea por las sonrisas mudas, tontas y desdentadas de las calaveras. 

Desde entonces esa sonrisa muda, tonta y no necesariamente desdentada la asocia con la muerte.

Muda, tonta y no necesariamente desdentada.

VI.- PERO… ¿ POR QUÉ?

Se me viene a la cabeza todo esto por el anuncio del regreso de estas tres momias guanches.

Nadie se ha planteado que igual tuvieron una historia de amor. Y que esa historia de amor igual se enmarañó durante su estancia en un Madrid que para mi huele a bocata de calamares refritos. 

Y que el hecho de volver (forzadamente) de ese Madrid que huele a bocata de calamares refritos igual trituró definitivamente su historia de amor. 

Así que veo a tres momias a las que les importa un carajo su origen.

También a tres momias a las que se las trae floja convertirse en símbolo de una tierra empeñada en que sus habitantes y monstruos –como los cráneos que había en aquella sala– continúen siendo tontos, mundos y desdentados.

Y eso con mi Pancho la momia e Imhotep nunca hubiera pasado.

Saludos, momias mudas, tontas y desdentadas, desde este lado del ordenador.

6 Responses to “Momias enamoradas y momias mudas, tontas y no necesariamente desdentadas”

  1. Simonini Says:

    ¿Es usted Imhotep?

  2. bartolo Says:

    dos momias y un momio… pos vale. Muchas películas trastornan, ¿no cree? En fin, estamos en carnavales, vivan los fantasmas.

  3. admin Says:

    Y vivan las pesadillas, no se olvide usted.

  4. admin Says:

    Y no Simonini, no soy Imhotep.

  5. Sitedicenqueleí Says:

    Es que eso sólo pasa en Hamunaptra, a quién se le ocurre enamorarse de la novia de Seti -el faraón-, pues al Imhotep… y pasó lo que pasó. Claro que Anck-su-Namun, era una delicia de mujer y era imposible no sucumbir a sus encantos. Pero tranquilos todos, que aquí en Canarias eso no pasa. Seti estaría implicado en corrupción, Imhotep en paro y Anck-su-Namun pues…en el concierto de Bisbal¡¡¡¡¡¡ Qué mundo¡¡¡¡¡
    Saludos
    Sitedicen…

  6. crowley Says:

    Estimado, espero con verdadero interés una reseña del último libro de James Ellroy, uno de sus maestros, que es, hablando mal y pronto, una gigantesca mierda, comparándolo con el resto de su obra. Mejor darle un consejo a este egomaníaco, con respecto a las pibas: mejor no preguntarse nada sobre ellas, ni analizarlas ni nada por el estilo. Lo resisten todo. No ha existido macho que haya podido entenderlas o explicarlas. Son así y punto. Lo peor del libro es su onanismo militante en todos los sentidos, al final mareaba tanta manopla. Uno se acordaba de Torrente y su ya famoso nos hacemos unas pajillas, pero sin mariconadas. En fin, quedo a la espera.

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