Tirar de la cadena

Ahora que se habla tanto de nueva literatura canaria no quisiera que pasara desapercibido (aunque no ha pasado porque ya va por su segunda edición) una novela que los críticos con caspa calificarían de antiliteraria y los lectores desprejuiciados como una divertida bomba de relojería entre las manos. Me refiero a la excesiva, escatológica, picaresca, revoltosa, vomitiva Islas Canallas, de Miguel Díaz Díaz Zurda.

Miguel Díaz Díaz Zurda fue uno de los miembros de bandas tan reconocidas en el universo alternativo y profundamente ideologizado del rock canario de los 80 como Escorbuto Crónico y Guerrilla urbana, un grupo hizo bandera roja y negra con sus canciones.

Y algo de eso queda en su debut literario. De producto con ganas de acoso y derribo cuando retrata con una ironía no exenta de excentricidades la vida y ¿obra?  de una familia bien lagunera que podría haber nacido perfectamente en Santa Cruz de Tenerife.

Es el retrato además de una iniciación hacia la nada más tonta. Aderezado con toneladas de alcohol y drogas. También una incómoda novela que arremete con furor despiadado hacia una sociedad –como es la nuestra– que no ha superado aún sus castas.

Unos porque aún tienen la sartén por el mango y otros por idiotez. O asumir la cómoda hipocresía de dejar las cosas como están.

Islas Canallas tiene, de todas formas, un fondo que trasciende lo que en apariencia pudiera resultar un relato con aspiraciones solo a provocar, y es que se trata de una historia turbadoramente vital y con sabor amargo, que no sabe a futuro ni a redención aunque la ironía que emplea su autor esconde, a mi juicio, una épica capacidad de rebeldía y resistencia que por derecho debe ocupar un puesto destacado en las nuevas corrientes literarias canarias.

Porque Islas Canallas es pionera en su género. Y porque su autor insiste –aunque ahora más en clave de ficción– con lo mismo en El triunfo de la golfería (1).

Y escribo un puesto destacado porque Islas Canallas –se lee en un par de horas– se mastica bien, se digiere mejor aunque te dé algún que otro retortijón. 

En Islas Canallas no hay odio sino puro y sano nihilismo, eso que tanto espanta a una caterva  de presuntos ilustrados.

Y ese puro nihilismo lleva al autor a escribir “Nadie le había visto. ERROR. En Tenerife siempre te ven. No importa donde estés, lo que parezca ni la hora que sea. Chivatos. Es lo único que sobra en la isla picuda”, al mismo tiempo que pelea con un retorcido sentido del humor de alto octanaje cropófilo contra la iglesia católica y sus tradiciones. Tan presentes en La Laguna. Y no solo en Semana Santa.

Entre otros, a mi uno de los mejores momentos de esta novela radical e irreverente es el episodio que describe el paso por las calles del Cristo lagunero.

Y eso que su autor no sabe explotarlo con dinamita. No obstante, me tomé la libertad de imaginarlo a mi gusto, por lo que le agradezco que me permitiera reconstruirlo y alterarlo a mi manera.

Con esto quiero decir que Islas Canallas, entre otras cosas, da ideas.

Y que habrá buena gente que las coja y otra buena gente que no. La mala gente, que también la hay, se limitará a tirar este libro a la hoguera donde no reina la vanidad y luego se refugiará en sus cuarteles de invierno a expiar sus culpas.

¿Será porque Islas Canallas es incómoda?

Quiero pensar que no.

En todo caso, Islas Canallas es una novela a la que le pueden superar sus pretensiones pero éstas no minan su capacidad vitriólica y gamberra.

Y solo por eso, a mi me parece un título (y un autor) muy a tener en cuenta en lo que se quiere llamar nueva generación literaria canaria.

(1) Islas canallas y El triunfo de la golfería están editadas en la colección Los 80 pasan factura de la editorial Lágrimas y Rabia.

Saludos, tirando de la cadena, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Tirar de la cadena”

  1. bartolo Says:

    Buen libro. Literatura no de literato sino de escritor. Y la contraportada no está nada mal. Un hallazgo revelador.

  2. Mercedes Says:

    “No de literato sino de escritor”, qué bueno eso. Pero te entiendo.

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