Puedo prometer y prometo…

Comienzo a sentir por las elecciones la misma extraña inquietud que me asalta cuando veo una película de zombis. Tras La noche de los muertos vivientes y El amancer de los muertos el resto me sabe a cuento chino.

En época electoral las calles se llenan de carteles con los candidatos/as  mostrando todos ellos una sonrisa y una mirada límpida –probablemente arreglada con fotoshop– que parece decir que ellos, y solo ellos, serán capaces de arreglar las tinieblas de nuestro tiempo.

Y la verdad es que estas fotografías ya se ha convertido en clásicos.

Es como si los representaran como santos/as laicos.

Así como gente común y cercana, que emana bondad y buen rollismo

Y pienso… ¡cabestros! Aquí hay material para un corto, un largo, un cuento, una novela, un cuadro, una ópera rock en busca de autor.

Pero como que no.

El santo o la santa laica mientras tanto parece vender el puedo prometer y prometo que si logro colarme en el Gran Chollo haré todo lo posible por no prometer lo que prometí.

Yo los veo como uno de aquellos vendedores de elixires milagrosos de tantas películas del lejano oeste americano.

O a esa conclusión llegué esta mañana al encontrarme en el Rastro de la capital tinerfeña con  un amigo al que hacía tiempo remoto que no veía y que antaño iba de artista.

Me lo tropiezo repartiendo folletos de un partido cuyo nombre mejor es obviar.

- Coño.- le digo.- ¿haciendo una perfomance?

El amigo me tiende un folleto con la misma sonrisa de los candidatos que aparecen impresos en la hoja de papel que ahora tiembla en su mano.

- Quita, quita… vade retro Satanás.- le suelto a modo de broma.

El amigo permanece imperturbable, la sonrisa no desaparece de sus labios ni con esas.

Continúa tendiéndome el folleto.

Noto, preocupado, que los visitantes del Rastro que pasean a nuestro alrededor nos miran con cierta curiosidad.

Niego con la cabeza.

- No estoy en venta.- casi grito. No al amigo que va de artista sino a las personas que se cruzan a nuestro alrededor.

El amigo, infelixible, sigue insistiendo.

- Que no, que no… .- intento zigzaguearlo para perderme en la marabunta del Rastro mañanero.

La verdad, confieso, que más pendiente de las ofertas que gritan los gitanos y de la banda sonora que suena de fondo y que reinterpreta el tema principal de El último mohicano un grupo de latinoamericanos con sus flautas.

Imposible, cuando me muevo a un lado, el amigo se pone a ese lado.

Cuando hago amago de hacerlo por el otro, el amigo ya está ahí.

Al final cojo el folleto para que me deje en paz.

- El próximo domingo.- me recuerda éste mientras se pierde entre el gentío.

Y yo, con estúpido disimulo infantil, arrugo el folleto entre mis dedos hasta convertirlo en una bolita.

Camino con la bolita un buen trecho porque soy persona educada y me enseñaron a no tirar basura al suelo.

Busco una papelera, papelera que me cuesta bastante encontrar aunque con una sonrisa que no tiene nada que ver con la de los políticos que aparecen en carteles y folletos, la mía cruza mi cara como una amarga cicatriz cuando descubro una papelera en la que termino por tirar la bolita.

Pero la bolita rebota y cae al asfalto porque la papelera está repleta de propaganda.

De un signo político o de otro, pero propaganda.

No sé si por el encuentro con el amigo pero no veo nada potable en el Rastro salvo una vieja edición del Tom Jones de Henry Fielding que incluye fotografías de la adaptación cinematográfica que en su día rodó el interesante Tony Richardson de este gran clásico de la novela picaresca británica.

Ojeando el tomazo en una parada del tranvía el corazón casi sale desbocado de la boca cuando el trenecito que se detiene delante de mis narices está vestido con los caretos de otros candidatos que reiteran el puedo prometer y prometo que…

En el vagón atestado, aplastados como sardinas unos contra otros, subo la cuesta de esta ciudad de cuestas escuchando lo que hablan los que no quisieron ser lobos esteparios.

Y en todas esas conversaciones que me llegan al azar, alguna de ellas con el restallido de una carcajada frenética, no oigo nada relativo a lo que se supone es la gran fiesta de la democracia: las elecciones del próximo domingo.

O el día en el que con tu voto contribuyes a que los que viven del puedo prometer y prometo continúen viviendo prometiendo algo en lo que ya no tengo nada claro que crea.

El tranvía da un frenazo en seco.

He llegado a mi parada.

Y no paro de reír.

Hahahahahahahaha.

Saludos, ¿escéptico? No, esa no es precisamente la palabra, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “Puedo prometer y prometo…”

  1. lester freamon Says:

    No todos somos iguales, admin. Algo se mueve en el Puerto de la Cruz.

  2. admin Says:

    La verdad es que las últimas noticias que me vienen del Puerto de la Cruz son bastante alentadoras… me gusta ver esa cudad a la que estoy tan vinculado como una especie de aldea gala irreductible. No por su actual equipo de gobierno, obviamente, sino por la gente que está haciendo posible lo que parecía imposible. ¡¡¡Viva la iniciativa del Timanfaya!!!

  3. lester freamon Says:

    Es sólo el comienzo, admin. Que se lo pregunten a los Vecinos y Vecinas x el Puerto!!!

  4. admin Says:

    Por el Puerto!!!

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