Frank Capra que estás en los cielos

Puede que no le suene el nombre de Frank Capra pero seguro que de alguno de sus títulos sí.

¡Qué bello es vivir! Se ha convertido en una película a la que, inevitablemente, recurren las televisiones para cubrir espacio en su programación navideña. Y no me canso de verla pese a que me la sepa de memoria. Luego tiene algo.

Hay otros excelentes largometrajes dirigidos por su director que ocupan un lugar de honor en mi deuvedeteca, y tampoco me canso de verlos porque, como sucede con ¡Qué bello es vivir! Sigo pensando que tienen algo.

Y ese algo es esperanza y optimismo. Y una fe arrolladora en las gentes sencillas y de buen corazón que en unos tiempos donde ya no se valora ni a la gente sencilla ni de buen corazón, adquieren para mi proporciones de clásicos porque su espíritu todavía logra amansar a la fiera que llevo dentro.

Así que muchas gracias, señor Capra. Y no haga caso de quienes lo miran de reojo y arrugan el ceño. Sus películas están vivas y continúan dando guerra.

¿Qué hacer entonces antes los que cuestionan su ingenua ternura; ante lo que lo acusan de ser un servidor de la política emprendida por Franklin Delano Roosevelt para sacar a su país de la Depresión y de los que lo señalan con el dedo gordo del pie por ser un hijo de  inmigrante agradecido que dedicó buena parte de su carrera en elogiar el sueño americano?

Y  la verdad, señor Capra, que yo no se lo tendría muy en cuenta. Ya sabe: ante palabras necias, oídos sordos.

Por lo pronto soy consciente que seremos muchos los que el próximo 3 de septiembre le rendiremos homenaje porque se cumplen veinte años de su ausencia. Y quien ahora escribe le anuncia que ese día organizará en casa un maratón Frank Capra en toda regla.

Coincide además que el 3 de septiembre cae en sábado, que es un día de la semana luminoso. Es decir, que carece de la fatiga de un domingo y del tonto despertar a la realidad de un lunes.

Señor Capra, usted inicio su carrera en el cine –como otros grandes compañeros de generación– cuando este arte todavía no sabía hablar. Se fogueó escribiendo gags para La pandilla y un gigantesco comediante silente que les hizo sombra a los mismísimos Charles Chaplin y Buster Keaton en su tiempo. Me refiero a Harry Langdon.

He visto bastantes de las películas de Langdon y sonrío todavía. ¿Está mal decir que Lagndon es un clásico?

¿O habrá majaderos que no lo entiendan?

Esos mismos majaderos que no han sabido descubrir en su filmografía vitalista ese poso de amargura que nos hace sentir a los espectadores con cinco mil ojos en la cabeza la dolorosa punzada del fracaso definitivo.

Sus películas, señor Capra, abordara la guerra de sexos como celebración en su todavía picante Sucedió una noche o la de íntegros e inocentes perdedores que arañan el monstruo del éxito, son lecciones de cine que, a mi juicio, deberían ser de obligado visionado para los papanatas que no se cansan de repetir que vivimos en tiempos oscuros y no quieren ver luz al final del túnel.

Ya sabe, esos que chillan que el reino de las sombras ha triturado el estado del bienestar sin proponer alternativas salvo la de que nos encontramos en un callejón sin salida.

Y por eso pienso, señor Capra, que sus películas cobran hoy una insólita actualidad. Que resultan justas bofetadas en la cara a siniestros banqueros y politicastros de inquietantes ideologías que, aprovechando los malos tiempos que corrían en su época y en la nuestra, se frotan las manos desmontando lo que costó sangre, sudor y lágrimas alcanzar mientras nos amenazan con la oración del miedo: no hay dinero. No hay trabajo.

LES RECOMIENDO VOLVER A VER:

EL SECRETO DE VIVIR (1936).- Confieso que en su interesante filmografía sonora siento especial debilidad por este título. De hecho, creo que Gary Cooper nunca estuvo mejor en pantalla que en sus manos y en las de Howard Hawks. Además, que la protagonista femenina fuera Jean Arthur (¿sabía usted que junto a Ingrid Bergman fue uno de mis primeros amores platónicos?) hace que todavía vea esta película para darme cuenta que el secreto de vivir es saber desprenderse de todo aquello que nos pesa como una piedra. 

VIVE COMO QUIERAS (1938).- Algunos dirán que mi debilidad por usted, señor Capra, se debe a su debilidad por Jean Arthur. Y no es eso. No es eso. Mi debilidad por usted, que no tiene nada que ver por la que aún siento por la señora Arthur, es porque cuando veía siendo un renacuajo todas sus películas deseaba formar parte de aquel mundo. En Vive como quieras hace usted además un retrato extraordinario de la familia como pequeño microcosmos de estabilidad emocional pese a que los que la integren no sean, precisamente, modelo de familia tradicional. Qué grandes están todos en esta comedia “familiar”. Jean Arthur, James Stewart, Lionel Barrymore.

CABALLERO SIN ESPADA (1939).- Me da absolutamente igual que algunos digan que su visión de la política resultaba demasiado ingenua. ¡Qué sabrán ellos! Si James Stewart y Jean Arthur unen fuerzas que tiemble Washington. Y que tiemble porque por mucho que intenten desprestigiarlo nuestro caballero sin espada estará ahí para defender nuestros derechos. Su cine, señor, Capra, era peligrosamente político. Yo lo entiendo como el de un indignado de verdad.

JUAN  NADIE (1941).- Todos somos John Doe. Todos tenemos algo de ese vagabundo que firma un pacto con el diablo cuando cae en manos de Barbara Stanwyck. Claro que lo que no sabía el diablo es que puede enamorarse. Y si ese hombre sin futuro es Gary Cooper digamos que, por una vez, los dioses apuestan en la partida de dados para que gane el bueno. A mí me sigue emocionando.

ARSÉNICO POR COMPASIÓN (1944).- Señor Capra usted fue un maestro de la comedia negra. La acarició a la perfección con esta divertida, estrafalaria y cínica película donde Cary Grant está en estado de gracia claro que ¿en qué película no estaba Grant en estado de gracia? Háganme un favor y véanla. Vean la cara que pone Grant cuando descubre que sus dos amables y tiernas tías solteronas envenenan ancianos solitarios cuyos cadáveres entierra el hermano de ambas, que se cree Teddy Roosevelt (¡!).  La cosa se complica cuando llega a la casa de tan feliz familia (otra vez la familia) el hermano de Grant, que no es otro que Raymond Massey –probablemente uno de los mejores secundarios de la historia del cine– a quien acompaña un sanchopanza, Peter Lorre. Y yo, que he visto mucha comedia a lo largo de mi vida, me pregunto todavía como ninguna de ellas me hace reír con tanta mala leche. Y ¡cuidado! Subo corriendo las escaleras cual Teddy Roosevelt para arrebatarles a los españoles la colina de San Juan!

¡QUÉ BELLO ES VIVIR! (1946).- Gracias a esta película descubrí que cuando suenan campanas es que un ángel se ha ganado sus alas. Suena cursi escrito así pero es la lección que saqué siendo pequeño al ver esta deliciosa comedia que reinterpreta de manera muy inteligente el Cuento de Navidad de Charles Dickens. James Stewart interpreta a un buen tipo con el agua al cuello al estar ahogado por las deudas. Desesperado está a punto de poner fin a su vida cuando recibe la visita de un curioso personaje que necesita ganarse unas alas. Desde ese día pienso que mi ángel de la guarda debe ser un tipo bastante parecido al actor Henry Travers. En ¡Qué bello es vivir!, nos encontramos como en el relato de Dickens con un malvado  Ebenezer Scrooge. Un multimillonario que solo piensa en multiplicar su fortuna aplastando a buenos tipos como el personaje que interpreta Stewart. No revelo nada nuevo si digo que al final todos ganan. Incluido el malo que ya no es malo. Gracias a esta película descubrí a otro de mis amores platónicos del cine: Donna Reed.

UN GÁNGSTER PARA UN MILAGRO (1951).- Esta película me constató el hecho de que dentro de las manzanas viven duendecillos. Y si bien fue su última película, señor Capra, creo sinceramente que cerró su carrera con broche de oro. Se trata de un remake de uno de sus anteriores filmes, Dama por un día, de 1933, aunque en esta ocasión contó para interpretar a la vendedora de manzanas –una especie de relectura de la madrastra de Blancanieves pero en bueno– con Bette Davis. Glenn Ford hace del elegante y carismático gángster que confía en el poder de las manzanas que vende. Acompañan al elegante mafioso, entre otros, el recientemente fallecido Peter Falk. La comedia nace cuando los gángster se conjuran para hacer realidad la mentira que Annie Manzana le ha contado a su hija, que regresa a la ciudad junto a su prometido y los padres de éste. ¿En qué consiste la mentira? En que Annie Manzana, alcohólica y mendiga, la ha convecido que en verdad es una señora que pertenece a la alta sociedad.

A mi juicio, señor Capra, otro de sus puñeteros clásicos.

Saludos, exigendo que le concedan cien premios Nobel, desde este lado del ordenador.

5 Responses to “Frank Capra que estás en los cielos”

  1. patrick Says:

    Todas son absolutamente magníficas, pero tengo especial predilección por Juan nadie y por Un gangter para un milagro.
    MAESTRO

  2. Nicolás Says:

    Deberías leer, si no lo has hecho, su autobiografía, publicada por T&B. Tremenda su carrera, que comenzó cuando ya sólo le quedaba un quarter en el bolsillo. Y lo cuenta con una escritura que engancha y arrastra por la peripecia.

  3. admin Says:

    Nicolás, no he leído la autobiografía de Capra, libro que John Ford tenía en alta estima.
    Patrick, también tengo debilidad por Un gángster para un milagro…

  4. Anelio Rodríguez Says:

    Qué delicia: justa reivindicación de un cineasta extraordinario, artesano y creativo a partes iguales, que, sin renegar de la maquinaria industrial en la edad de oro de Hollywood, hizo arte del bueno, ese que crece y conmueve cada vez más con el paso de los años. Como Nicolás, te recomiendo la autobiografía. Se lee de un tirón.

  5. admin Says:

    Voy a buscar la biografía con la devoción de un mariano.

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